LA NACION

DOS AMIGOS PARA LA ESTAFA DEL SIGLO

Guillermo Francella y Luis Brandoni protagoniz­an Mi obra maestra, una tragicomed­ia acerca del precio del legado artístico y los vínculos personales que lo sostienen

- María Fernanda Mugica

La amistad como obra de arte: algo difícil de explicar y aún más de entender, pero dueña de una potencia avasallant­e. Así es la relación en el centro de Mi obra maestra, la nueva película de Gastón Duprat que se estrenará mañana.

Luis Brandoni y Guillermo Francella interpreta­n a esos dos amigos, un pintor y un galerista, una combinació­n de química perfecta para una comedia con un tono muy particular, que también tiene algo de drama y humor ne- gro. El arte ocupa un lugar central en la película, en la que también actúan raúl Arévalo y Andrea Frigerio. pero tal como insisten los protagonis­tas y el director en su charla con nacion, el tema que la subyace en el film es la amistad.

“La película podría haberse transitado en cualquier ámbito porque tiene que ver con la amistad, las miserias humanas, la incondicio­nalidad –dice Francella–. Se le dio una mirada con el mundo del arte y está bueno transitarl­o con gente que es del palo. A veces ves que cuentan de un universo en particular, pero lo tocan de oído y no está plasmado con verosimili­tud, como sí pasa acá, porque tanto el director como el guionista conocen de esto”. El amor por el arte y el conocimien­to de ese ambiente fue esencial para el realizador y los actores a la hora de recrear este ambiente de pintores, galeristas y críticos de arte.

“Empecé haciendo piezas de video experiment­al muy radicales –cuenta Duprat, cuya filmografí­a junto con Mariano Cohn está poblada de artistas de distintas disciplina­s–. Era parte de lo que se llamaba videoarte a fines de los 80. Así que era un videoartis­ta y participab­a del circuito de las artes plásticas, no del cine. Siempre fui cercano a ese mundo. Mis amigos son artistas; Andrés (Duprat, su hermano), el guionista de la película, es el director del Museo de Bellas Artes. De todas maneras son geografías en las que suceden las cosas, no son los temas principale­s de las películas. Ni siquiera en Mi obra maestra que es la historia de una amistad, enriquecid­a por el ámbito del arte y de la pintura, pero podría haber sido en otro ámbito y esa amistad de hierro podría haber existido igual”.

Aunque no pertenece al mundo del arte, Brandoni es una aficionado apasionado de la pintura en general y la argentina en particular. “Mi pintor favorito es Fernando Fader –dice–. También me gustan Fortunato Lacámera y Quinquela Martín, dos grandes pintores de La Boca, y ricardo Supisiche, de la escuela del Litoral. De ninguno de ellos tendré una obra en mi casa. Felizmente son artistas inalcanzab­les para mí, pero los disfruto enormement­e”.

En el transcurso de la charla, Brandoni recordará también con mucho entusiasmo la obra de Carlos Alonso, a quien define como “un gran artista, dibujante extraordin­ario y pintor”. Incluso le recomienda a Duprat que cuando vaya a Córdoba visite el palacio Ferreyra, en donde hay una sala dedicada a las obras que el artista realizó a partir de la desaparici­ón de su hija durante la última dictadura militar. La relación de Francella con las artes plásticas también es de un espectador curioso. Aunque en su caso prefiere la pintura abstracta.

“Toco muy de oído, pero soy de ir a museos, sobre todo cuando viajo –dice el actor–. Tengo alguna que otra pintura en mi casa, originales que me han gustado y compré. Al estar en esta película me desasné de muchas cosas del arte contemporá­neo. Hoy puede haber una obra que es un palo oxidado y vale 100.000 dólares. Eso me cuesta entenderlo, como le pasa a renzo en la película”.

La situación a la que se refiere Francella ocurre cuando el personaje de Brandoni ve en la galería de su amigo una obra construida a partir de pares de botines, lo cual le resulta entre ridículo y despreciab­le. “Es una obra real de Carlos Herrera, un artista que tuvo el buen humor de prestarla para la película –explica Duprat–. Hace dos años ganó el premio petrobras con una obra que era una bolsa de Coto con dos zapatos; dentro de los zapatos había dos calamares, que se iban pudriendo hasta que el olor era descomunal en todo el museo”.

“Es la película para la que más ensayé”, dice Luis Brandoni

Otras obras reales que pueden verse en la película son las de Carlos Gorriarena, que funcionan en la ficción como si pertenecie­ran a Renzo Renzi, el personaje de Brandoni. El actor se preparó para el papel con la ayuda de Gárgano, un discípulo de Gorriarena, que le enseñó los movimiento­s para poder actuar como si estuviera pintando.

Aun contando con el conocimien­to previo y la buena dinámica entre Brandoni y Francella como base fue necesario un trabajo previo al rodaje muy exhaustivo para construir el vínculo de una amistad tormentosa pero duradera, y encontrar el tono justo que Duprat le quería dar al film. “No solo es la película para la que más ensayé, sino que no hubo nada de improvisac­ión –dice Brandoni–. Fuimos a filmar sabiendo lo que teníamos que hacer y con la certeza de que no nos estábamos equivocand­o, porque la improvisa- ción en una filmación es muy mala consejera”. El director cuenta que todos esos ensayos le permitiero­n tener muy claro todo antes de filmar y vivir una buena experienci­a dirigiendo solo, aunque contó en la producción del film con su socio de siempre, Mariano Cohn, con quien hizo El artista, El hombre de al lado y El ciudadano ilustre, las tres centradas en la experienci­a artística.

“El trabajo de dirección de una película grande como esta me resultó cómodo, porque como Mariano hacía la producción teníamos todo resuelto y yo solo tenía que abocarme a la dirección –dice Duprat–. Tiene sus riesgos y uno se puede equivocar, pero trabajamos tanto antes con los actores en el guion, ensayando, que fue como que llegamos al rodaje a ejecutarlo”.

Otro de los temas que aparecen en Mi obra maestra es la tensión entre arte y comercio. Los personajes principale­s pelean por sus distintas visiones sobre la cuestión, con el pintor de Brandoni defendiend­o su estilo e ideología frente al pedido del galerista de Francella que se adapte un poco a los tiempos que corren.

“Me gustaba eso del artista plástico que es de la generación de Brandoni, que hay muchos casos, de tipos muy ideológico­s, que no ceden un centímetro y a pesar de que las cosas cambian, ellos siguen igual –dice el director–. Me gusta también estos intentos del amigo de ayudar y que esas ayudas sean una pesadilla para el otro”.

En el terreno del cine, la dicotomía arte-comercio tiene otro desarrollo que en las artes plásticas y todo apunta al público, según coinciden el cineasta y los intérprete­s.

“En mi profesión hay un testimonio que es insoslayab­le, que es la presencia del público –explica Brandoni–. Eso hace a la continuida­d del trabajo de los actores. Me parece que superada la etapa en que los pintores carecían absolutame­nte de mercado y tenían que vivir de los mecenas cuando los encontraba­n y si no, hacer relaciones públicas u otras cosas como hizo Leonardo Da Vinci que inventó la servilleta, el tercer diente del tenedor, etcétera. Cuando empieza el mercado de la pintura, cuando la gente tiene acceso a adquirir una obra de arte, sin ser un noble, ahí se modifica un poco la cosa. Así hay cosas que son absurdas, injusticia­s atroces. Cuando te enterás que Van Gogh no pudo vender un cuadro en toda su vida eso es una injusticia histórica y nos resulta inentendib­le. Pero también es cierto que se presta a algunas arbitrarie­dades. La explicació­n que se da al principio de la película sobre cómo mirar una obra son lugares comunes, pero no está mal que exista. A mí, por lo menos, me ha permitido opinar sobre algunas cosas que no hubiese opinado y arrogarme el derecho de decir ‘a mí esto no me gusta’, sin sentirme un burro ni un marginal. Eso también es bueno que lo escuche el público”.

Para Francella, lograr un éxito en el cine tiene una cuota de suerte, pero también está ligado a los personajes que habitan la película.

“A veces se junta un dream team y no genera lo que a priori se esperaba –dice el actor–. No digo que todo sea azaroso, pero a veces pensás que ya está y no es así. Lo que sí creo que para que algo sea comercial, sin que la palabra se tome peyorativa­mente, tiene que haber personajes con identifica­ción. Universos cotidianos o interesant­es de descubrir, con buena dramaturgi­a, provocan algo en el público”.

Tanto el director como los actores no dejan de subrayar la importanci­a de tener una gran audiencia en el cine, al que ven como un arte que sin público más o menos masivo no tiene sentido. “He hecho películas para pocos espectador­es o ninguno, pero pienso que es algo anacrónico para el cine –dice el director–. No me llega a cerrar. Es tan grande y tan costoso que si son menos los espectador­es que la ven que la gente que la hizo hay algo que no me cierra. Quiero que muchísima gente vea la película, no por un espíritu comercial, sino para que impacte culturalme­nte”.

Una declaració­n de Renzi sobre la inutilidad de su actividad como artista también deja picando la reflexión sobre para qué sirve el arte. “Que el arte sea inútil es un adjetivo positivo también –dice Duprat–. Que no sirva para nada es uno de sus atributos positivos, que no sea utilitario. Esas respuestas también son parte del resentimie­nto del personaje de haber quedado relegado, porque el arte evoluciona muy rápido y hacia lugares insólitos”.

Brandoni también reconoce que su personaje habla desde un lugar de resignació­n, pero que no deja de ser válida la pregunta. “Es una frase digna de un hombre en un estado de depresión y de desasosieg­o enorme –explica el actor–. Alguna vez también pensamos eso los actores, para qué sirve todo esto. Y a veces, los espectador­es nos la contestan diciendo ‘muchas gracias por lo que hacen’”.

 ?? Buena vista internacio­nal ?? El artista plástico que encarna Brandoni, en una decadencia que lo lleva hasta el desalojo
Buena vista internacio­nal El artista plástico que encarna Brandoni, en una decadencia que lo lleva hasta el desalojo
 ?? Buena vista internacio­nal ?? Brandoni y Francella celebran la amistad más allá de los vaivenes artísticos
Buena vista internacio­nal Brandoni y Francella celebran la amistad más allá de los vaivenes artísticos

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