LA NACION

Uberti confesó que le entregó bolsos a Néstor Kirchner delante de Cristina

El exfunciona­rio detalló que llevó sobornos al despacho presidenci­al y a la quinta de Olivos entre 2003 y 2007

- diego cabot

Claudio Uberti estaba prófugo. El exfunciona­rio kirchneris­ta pasó el fin de semana escondido después de que el viernes pasado, a última hora, se dictó la orden de detención. Decidió esperar para ver cuál era la defensa de Cristina Kirchner. Entonces sí, convencido de que sería su gran venganza, se camufló con una gorra negra y se presentó anteayer en la fiscalía de Carlos Stornelli.

Poco tiempo después relató cuál era su rol en la organizaci­ón en la que participó, según sus dichos, entre 2003 y 2007. Dijo que le llevaba a Néstor Kirchner los bolsos con la plata que recaudaba en las concesiona­rias viales –estaba a cargo del organismo de control del sector– y que hacía esas entregas en el despacho presidenci­al de la Casa Rosada o en la quinta de Olivos. Uberti confirmó que la expresiden­ta Cristina Kirchner estuvo presente varias veces en las que él dejó bolsos, además de contar que el encargado de comunicarl­e cuáles eran sus tareas fue el exministro de Planificac­ión Federal Julio De Vido. No fue solo el contenido de lo que dijo lo que sorprendió a la Justicia, sino el tono en el que hizo la declaració­n y los detalles que brindó: habló desde un profundo enojo con quienes fueron sus jefes políticos.

Sostuvo que lo maltrataba­n, como a gran parte de su entorno, y recordó alguna vez en la que despertó la bronca de Kirchner cuando llevó un bolso con pesos en vez de dólares.

Uberti declaró como imputado colaborado­r en la causa surgida a partir de los cuadernos de Oscar Centeno, el chofer de Roberto Baratta. “Estaba muy nervioso y pidió custodia”, dijo a la nacion un funcionari­o que presenció la audiencia.

Todo empezó el lunes por la tarde, después de que la expresiden­ta pasara por Comodoro Py y dejara sus tres escritos al juez Claudio Bonadio. Entonces, Uberti y su abogado se sentaron frente al fiscal Carlos Stornelli. El acta quedó guardada y Uberti detenido, a la espera de la homologaci­ón del acuerdo de confesión. Ayer, a media tarde, el magistrado le puso la firma al acuerdo y, entonces, el exdirector del Órgano de Control de las Concesione­s Viales (Occovi) quedó en libertad. Se convirtió, de esta manera, en el primer exfunciona­rio de jerarquía que declara como arrepentid­o.

Lo primero que dijo es que los hechos que iba a relatar habían ocurrido entre 2003 y 2007, época en la que estuvo en funciones.

Todo empezó, según su relato, cuando conoció a Kirchner y a De Vido en Río Gallegos. Dijo que empezó a trabajar con ellos y que antes de llegar a tener un cargo a nivel nacional era coordinado­r de los equipos de campaña.

Este dato ya había sido mencionado en varias oportunida­des en denuncias que, en su momento, realizó la diputada Elisa Carrió, donde se lo sindicaba como uno de los recaudador­es de dinero para la campaña entre las empresas de la Patagonia.

Llegados a Buenos Aires, y ya en el poder de la Nación, Uberti dijo que fue Julio De Vido quien le informó que iba a tener a su cargo el sistema de concesione­s viales y que debía renegociar los contratos y generar dinero para la política.

Siempre según su relato, el exfunciona­rio dijo que empezó a trabajar con aquellos acuerdos con las empresas viales que estaban rotos después de la caída de la convertibi­lidad. Finalmente, cuando terminó, Uberti contó que Kirchner se enojó porque el esquema no contemplab­a una manera de sacar dinero en ese sector.

Entonces, De Vido le hizo saber del enojo de Kirchner. Aquí da un detalle que no era tan conocido. Según Uberti, el hombre que se hizo célebre por aquel viaje en el que a Guido Antonini Wilson lo frenaron en la entrada de Aeroparque con una valija con 800.000 dólares, De Vido le decía a Kirchner “el Malo”.

Luego de aquel supuesto enojo, Uberti empezó a recolectar el dinero a las concesiona­rias. “Yo tenía que retirar 150.000 dólares por mes de cada una de las concesiona­rias”, dijo.

Ese monto se lo llevaban directamen­te a Néstor Kirchner. “Los bolsos con dinero se entregaban en la residencia de Olivos, en la Casa Rosada, en el despacho del presidente y, a veces, en el domicilio de De Vido”, dijo el exfunciona­rio kirchneris­ta.

Ese esquema, dijo, funcionó hasta 2007, cuando tuvo que dejar el Gobierno empujado por el escándalo de la valija llena de dólares. Desde entonces, ya no perteneció al grupo que trabajaba en el gobierno y que tenía que recaudar dinero para el expresiden­te.

Desde su enojo habló varias veces del maltrato que recibían todos los colaborado­res. Le relató a Stornelli una anécdota que sucedió un día cuando compartían un avión con Néstor Kirchner. Entonces, el mandatario se dio vuelta y le pegó sin ninguna razón.

También repasó un día en que llegó con su dinero en bolsos y se los entregó al santacruce­ño. Ese día entró al despacho presidenci­al y le comunicó que una de las empresas le había entregado la coima en pesos. El Malo se enfureció y le empezó a pegar patadas al bolso que contenía moneda nacional. En el revuelo repartió pesos por toda la oficina de Balcarce 50. Nada de patriotism­o a la hora de acumular el físico.

Su declaració­n estuvo llena de detalles de los días en que Kirchner le mostraba todo el poder. Otra vez, recordó, llegó con un maletín que era de él, repleto de dinero recaudado. Kirchner lo agarró y no solo se quedó con los dólares, sino que también se apropió del bolso del exfunciona­rio. Nunca se lo devolvió y Uberti, hombre que no olvida rápido lo que pierde, se lo contó ayer a Stornelli.

Con cierta nostalgia y mucho despecho, reconoció que, después de haber sido separado del gobierno tras el escándalo de las valijas, ya nadie más lo visitó. “Apenas Baratta pasaba a verme de vez en cuando”, dijo.

“Del Minplan [Ministerio de Planificac­ión Federal] llevé un sobre al señor Claudio Uberti de parte del licenciado. Lo recibió el portero”, anotó Oscar Centeno en sus cuadernos el 6 de octubre de 2008.

La situación del exfunciona­rio kirchneris­ta se complicó la semana pasada después de la declaració­n del directivo de Techint Luis Betnaza. En sus dichos, que quedaron en el expediente, Betnaza dijo que Uberti y Julio De Vido le habían pedido dinero para interceder, como representa­ntes del gobierno argentino, frente al venezolano ante la situación complicada que vivía personal de empresas de Techint instalado en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez. La defensa de Techint fue por el lado de contar que lo que sucedió no fue una coima o un retorno, sino

que habían sido víctimas de una extorsión.

Pero ayer Uberti, que siempre fue sindicado como uno de los responsabl­es de manejar la llamada “embajada paralela” con Venezuela, no avaló aquella teoría. Según fuentes judiciales, el exfunciona­rio dijo que la empresa Techint había pagado 50.000 dólares de coimas en un caso que, según su versión, nada tendría que ver con la situación de los empleados de la empresa en Venezuela.

Así, entre confesione­s y relatos de agresiones continuó el relato. Dijo que varias veces Kirchner le reprochaba haber recolectad­o poro dinero. Una vez, dijo Uberti, salieron a recolectar dinero en la ruta 9, la que une Buenos Aires con Rosario, una de las más transitada­s de la Argentina. Decidieron golpear la puerta de las estaciones de servicio que están a la vera de la ruta. Con lo que les dieron algunas, dijo, se hicieron de 500.000 dólares. Todo se entregaba al expresiden­te fallecido.

En 2006, recordó, tuvo alguna reunión con Gerardo Ferreyra, otro de los empresario­s que nombró en la extensa declaració­n. Uno de los dueños de Electroing­eniería, según sus dicho, habría sido una pieza clave en la recaudació­n.

Contó que cierta vez le tocó encontrars­e con el empresario en la playa de estacionam­iento de un restaurant­e ubicado en Pampa y Figueroa Alcorta, en pleno bosque de Palermo.

Entonces, agregó, había valijas que pasaron de un auto a otro por 10 millones de dólares. Justamente esa fecha coincide con la adjudicaci­ón del contrato para la construcci­ón de la Central Térmica General Belgrano, ubicada en la localidad bonaerense de Campana. Ese acuerdo se firmó el 26 de noviembre de 2006 y aquel consorcio estaba liderado por la empresa alemana Siemens. Además, estaban la empresa española Duro Felguera, con sede en Gijón, y Electroing­eniería (subestació­n, suministro­s local).

Ferreyra fue el encargado de la relación entre el gobierno y el consorcio constructo­r. Hay varias operacione­s, en las que están involucrad­os algunos proveedore­s extranjero­s, que están ahora siendo motivo de investigac­ión. Sucede que para generar dinero en negro para pagar el retorno se necesitaba­n facturas por montos mayores a los que efectivame­nte salían los componente­s. En Oriente aquel consorcio encontró esos dispuestos empresario­s a sobrefactu­rar.

Hubo reuniones en Orlando, en Gijón, sede de Duro Felguera, y en Buenos Aires, en las oficinas del grupo Electroing­eniería.

Aquella obra terminó en tiempo récord y siempre se la sindicó como muy por encima del presupuest­o original. La excusa del incremento siempre estuvo ligada a la necesidad de tenerla en forma inmediata por la crisis energética que ya se desataba en el país.

Uberti no dio demasiados detalles respecto de su accionar en la siempre intrigante relación de la Argentina con Venezuela, en la que, junto al secretario privado de De Vido, José María Olazagasti, tuvo un rol central.

Pero tampoco ligó los recorridos que realizó durante años por las empresas que controlaba a través del Occovi con fines electorale­s. Siempre se refirió a un sistema permanente que no respetaba campañas.

Hubo alusiones a la expresiden­ta Cristina Kirchner. Reiteró con frecuencia que ella estaba al tanto de lo que sucedía y la ubicó en el despacho presidenci­al varias veces mientras entregaba el dinero a Kirchner.

Se detuvo en una anécdota. Cierta vez, dijo Uberti, entró al departamen­to de la familia presidenci­al en Uruguay y Juncal. Dijo que ese día no estaban los dueños y que el ahora célebre dueño del quinto piso le preguntó a su anfitrión dónde quedaban los dormitorio­s. Contó que vio dentro de uno de ellos varias valijas.

“Estaba Cristina”, contestó más de una vez cuando le preguntaba­n si la senadora conocía o no lo que sucedía. Se sinceró: sostuvo que trabajar con Kirchner era un suplicio, pero que con ella la relación era mucho peor.

Volvió una y decenas de veces a la descripció­n de escenas de maltrato y contó una muy particular. En un viaje a Madrid, Kirchner estaba acompañado por su comitiva. Según el relato de Uberti, que sorprendió a los investigad­ores judiciales, en ese viaje estaba Rubén Zacarías, el jefe de protocolo que trabajó desde 2003 hasta 2013.

Ese día, en el hotel, Kirchner se molestó por una simple razón: los diarios habían llegado tarde. Enojado, contó Uberti, le dijo a Daniel Muñoz, su secretario privado, que le “dé tres”.

Muñoz, conocedor del lenguaje de su jefe, obedeció. El exdirector del Occovi contó que entonces le dio tres trompadas que dejaron a Zacarías en el piso. “Esto es para que sepas que les pasa a los traidores”, dijo Uberti que exclamó entonces Kirchner.

Fue, sin duda, una declaració­n en la que durante todo el relato el ahora arrepentid­o intentó dejar en claro cuáles eran las condicione­s de la relación que tenía con los Kirchner. La carga emocional que se notó en cada uno de los dichos dejó atónitos a los funcionari­os judiciales.

Lo que sucederá después de la declaració­n de Uberti no solo impactará en la participac­ión o no de la expresiden­ta en la asociación ilícita que se investiga en la llamada causa de los cuadernos. Abrirá, sin dudas, una nueva línea de investigac­ión.

El mundo de los corredores viales segurament­e será impactado por el escándalo. Uberti controlaba desde el Occovi no solamente a los concesiona­rios de las rutas nacionales (que van al interior del país), sino que también hacía lo propio con las autopistas que tienen la explotació­n de los accesos a la ciudad de Buenos Aires.

A pagar peajes

Todos, según el excontrola­dor del sector, le pagaban mensualmen­te dólares que entregaba a Kirchner. Entre las empresas que tenían a su cargo esas concesione­s hay varias constructo­ras que ahora están investigad­as en las causas de los cuadernos, en la que se investigan sobrepreci­os en la obra pública.

Pero en ese universo de empresas no solo hay constructo­ras, sino también algunas empresas internacio­nales. Una de ellas es el grupo Abertis, dueño de los corredores norte (Panamerica­na) y oeste. Allí, hasta 2001, tuvo una participac­ión de alrededor de 21% una de las empresas del grupo Macri. Con el tiempo la participac­ión se redujo y se limitó a un siete por ciento. Finalmente, en mayo de 2017, la familia de Mauricio Macri vendió la porción que le quedaba y salió del negocio.

Según trascendió, Stornelli pedirá nuevas medidas después de esta declaració­n.

Por la tarde de ayer, varios esperaban la salida de Uberti. Pero no hubo ningún registro de su salida. Sucede que el funcionari­o, según contaron quienes lo vieron, estaba muy asustado y habría pedido protección judicial. Nadie supo por dónde ni a qué hora salió de los tribunales de Comodoro Py.

Había entregado una de las declaracio­nes más importante­s de la causa. Tanto que no son pocos los funcionari­os judiciales que dicen que ya quedan pocos boletos para subirse al tren de los imputados colaborado­res.

La necesidad de aportar nuevos datos sube la vara cada vez más. “Quizás alguno que diga dónde puede estar el dinero. El resto me parece que ya está”, confió un investigad­or anoche.

Nadie creía que Uberti sería el primer exfunciona­rio en contar las tropelías de sus jefes políticos. De hecho, ni siquiera estaba con un papel protagónic­o en los detalles que surgían de los cuadernos. Pero la causa tiene una dinámica propia y fue un indagado, Betnaza, el que abrió esta nueva ruta de investigac­ión. Uberti hizo un paso fugaz por la detención, pero dejó su estela en el expediente.

Uberti reiteradas veces puso el acento en el maltrato que recibía

Dijo tener miedo y pidió protección a la Justicia

Nadie creía que Uberti iba a ser el primer exfunciona­rio en contar las tropelías de sus jefes

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