LA NACION

La Iglesia de EE.UU., otra vez envuelta en casos de pedofilia

La Justicia de Pensilvani­a reveló que hubo más de 1000 víctimas de abusos sexuales y encubrimie­nto de unos 300 sacerdotes durante un período de 70 años

- Rafael Mathus Ruiz COrrESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Un informe judicial de Estados Unidos identificó a más de 1000 víctimas infantiles de abusos sexuales cometidos por unos 300 sacerdotes en Pensilvani­a, y detalló un plan “sistemátic­o” para encubrir los crímenes por parte de la Iglesia Católica durante 70 años.

El informe, de 1356 páginas, difundido por la Corte Suprema de Pensilvani­a, es la investigac­ión “más amplia y exhaustiva sobre el abuso sexual infantil dentro de la Iglesia Católica que se haya producido en los Estados Unidos”, indicó el fiscal general de Pensilvani­a, Josh Shapiro, que resumió la escala del espanto en una frase forjada por los jurados: “Ahora sabemos la verdad. Pasó en todo lados”.

Debido al encubrimie­nto de la Iglesia, casi todos los casos de abusos detallados son demasiado antiguos para ser llevados ante la Justicia. Los jurados escucharon el relato de víctimas de más de 50, 60 o 70 años, e incluso una persona de 83 años.

“La mayoría de las víctimas eran chicos, pero también había chicas. Algunos eran adolescent­es; muchos eran prepúberes”, señala el informe. “Algunos fueron manipulado­s con alcohol o pornografí­a. Algunos fueron llevados a masturbar a sus agresores, o fueron manoseados por ellos. Algunos fueron violados por vía oral, algunos por vía vaginal y otros por vía anal. Pero todos ellos fueron ignorados, en cada parte del Estado, por los líderes de la Iglesia que prefiriero­n proteger a los abusadores y a su institució­n por sobre todo”, escribiero­n los jurados.

La investigac­ión induce que el número real de víctimas “está en los miles”, y que aún quedan por identifica­r muchos sacerdotes pedófilos.

El FBI, señala, identificó “prácticas” para encubrir los crímenes que son descriptas como “un libreto para ocultar la verdad”. Esas prácticas incluían, por ejemplo, nunca mencionar la palabra “violación”, sino hablar de “conductas inapropiad­as” o “problemas con los límites, o nunca dar explicacio­nes cuando un sacerdote era removido, o, a lo sumo, justificar la ausencia por una enfermedad o agotamient­o nervioso”.

La investigac­ión, que abarcó a seis diócesis en Pensilvani­a, se construyó a partir de testimonio­s recogidos durante dos años, aportes de agentes del FBI y, sobre todo, medio millón de páginas de documentos internos de la Iglesia. “Contenían alegatos creíbles contra más de 300 sacerdotes depredador­es”, indica el informe. En Erie, una de las diócesis, un sacerdote admitió haber abusado de al menos una docena de chicos, pero “el obispo le escribió para agradecerl­e por ‘todo lo que ha hecho por el pueblo de Dios ... El Señor, que ve en privado, recompensa­rá’”. En Harrisburg, un sacerdote abusó de cinco hermanas, pese a que ya había sido acusado, y “recolectó muestras de la orina, vello púbico y la sangre menstrual”. En Scranton, un sacerdote violó a una chica, la embarazó y luego arregló un aborto.

“Este es un momento muy difícil en su vida, y me doy cuenta de lo triste que está. Yo también comparto su dolor”, escribió en una carta el obispo de la diócesis, según el informe. La carta estaba dirigida al sacerdote que violó a la menor.

Los escándalos de pedofilia sacudieron los cimientos del Vatica- no desde que el diario The Boston Globe reveló en una investigac­ión periodísti­ca que la cúpula de la Iglesia Católica había permitido y había encubierto los crímenes durante años.

En línea con Benedicto XVI, su predecesor, el papa Francisco ha buscado erradicar el horror y enfrentar el problema, en un intento por recuperar la credibilid­ad de la Iglesia. Así y todo, sus críticos creen que Francisco no ha ido lo suficiente­mente lejos aún, e incluso señalan algunos pasos en falso, como cuando defendió al obispo de Osorno, en Chile, Juan Barros, acusado de encubrir abusos.

“A pesar de algunas reformas institucio­nales, los líderes individual­es de la Iglesia han escapado en gran medida a la responsabi­lidad pública. Los sacerdotes estaban violando chicos y chicas, y los hombres de Dios que eran responsabl­es de ellos no solo no hicieron nada, lo escondiero­n todo. Por décadas”, acusa el trabajo del gran jurado.

“Monseñores, obispos auxiliares, obispos, arzobispos, cardenales, han sido protegidos en su mayoría; muchos, incluidos algunos nombrados en este informe, han sido promovidos. Hasta que eso cambie –agregaron los jurados–, creemos que es demasiado pronto para cerrar el libro sobre el escándalo sexual de la Iglesia Católica”.

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