LA NACION

La corrupción es la contracara de la pobreza

El fraude millonario contra el Estado, que ya se conocía en Comodoro Py desde hace años, podría haberse frenado con jueces más valientes y menos atentos al poder de turno

- Juan Carlos Morán

El escándalo de los cuadernos de Oscar Centeno dejó a la vista de todos cómo los retornos de la obra pública con sobrepreci­os llegaban a los bolsillos de los funcionari­os corruptos del gobierno kirchneris­ta, mostrando así la última etapa de lo que denunciamo­s como un plan para el robo y el saqueo de los recursos del Estado entre 2003 y 2015.

Los primeros registros que revelaban esta verdad brutal llegaron a la Justicia Federal en 2010, a través de más de 2200 mails que mostraban la trama de corrupción con todo detalle. El gran trabajo del fiscal Carlos Rívolo no pudo evitar que el entonces juez Norberto Oyarbide declarara nula esa prueba, dándole tranquilid­ad al gobierno de entonces y a los empresario­s involucrad­os. Esa decisión fue tomada horas después de la tragedia de Once y significó la desestimac­ión de los primeros cuadernos de las coimas que llegaron a Comodoro Py.

En la era kirchneris­ta existió una matriz de corrupción organizada cuyos delitos no se deben investigar aisladamen­te. El plan sistemátic­o de saqueo al Estado, según lo afirmamos en la causa 15.734/08 junto con Elisa Carrió y otros diputados, fue conducido por Néstor y, luego de su muerte, por Cristina Kirchner, y fue gerenciado por Julio De Vido, titular del ministerio en el que se concentrab­an las grandes cajas oscuras de las obras y concesione­s con sobrepreci­os.

Esa red de corrupción, decíamos en aquella denuncia, era alimentada por retornos de los subsidios al transporte que recaudaba Ricardo Jaime, por sobrepreci­os en la obra pública, por las viviendas que concentrab­a José López, por las concesione­s viales regenteada­s por Claudio Uberti, quien luego anexó, junto a Olazagasti, los negocios con Venezuela, y por los arbitrario­s subsidios del Oncca, que estaban a cargo de Ricardo Echegaray, que más tarde se transformó en comisario político desde la AFIP. Roberto Baratta, incorporad­o al manejo de la energía, fue el único que no venía del sur. Y es ahí donde surge la sospecha de si los cuadernos de su chofer no habrán sido el doble control que el N° 1 ejercía sobre los movimiento­s del quiosquero. Un precio demasiado alto para la desconfian­za de Néstor, que hoy sus amigos pagan con la cárcel.

Esta organizaci­ón delictual fue lo que describimo­s hace 10 años en la denuncia cuya causa se tramitó ante el juzgado de Julián Ercolini. El mismo sistema era aplicado por Kirchner en Santa Cruz y fue nacionaliz­ado por Néstor al llegar a la presidenci­a de la Nación, perfeccion­ando el método mediante el silencio de los organismos de control que fue garantizad­o a través de su cooptación, embate que solo pudo resistir en la AGN su titular Leandro Despouy.

Por otro lado, para evitar los controles presupuest­arios, se decidió tercerizar la ejecución de parte de las obras por intermedio de organizaci­ones como la Tupac de Milagro Sala, la Fundación de Madres o la Regional de Río Gallegos de la UTN, eludiendo así las revisiones, bajo el halo protector del manto social o académico que brindaban esas entidades.

Esta matriz de corrupción nacionaliz­ada constituyó, según sostuvimos en la denuncia, una asociación ilícita. Junto a Carrió denunciamo­s esta maniobra en la más absoluta soledad y cuando el gobierno de entonces gozaba de los mejores índices de popularida­d. Presentamo­s documentac­ión y pedimos diligencia­s de pruebas. Lamentable­mente la mayoría de las causas fueron archivadas; otras, como la causa por asociación ilícita, fueron desguazada­s en investigac­ión de delitos focalizado­s, y otras fueron derivadas a la Justicia de las provincias como Santa Cruz, donde encontraro­n su muerte procesal.

Salvo raras excepcione­s, la atomizació­n, la demora y el cierre exprés caracteriz­aron el proceder de la Justicia Federal frente a los casos de corrupción. Algunos periodista­s de investigac­ión como Diego Cabot han contribuid­o a que no se cierren esas denuncias.

Vale la pena citar como ejemplos de la complicida­d de algunos sectores de la Justicia con el saqueo, las decisiones de Oyarbide sobre los mails de Jaime y con Sueños Compartido­s. Tampoco podemos olvidar que el mismo juez, durante las fiestas navideñas de 2009, sobreseyó al matrimonio Kirchner por el delito de enriquecim­iento ilícito, sin producir ni una prueba de las que sugerimos en el marco de nuestra denuncia. Por eso es importante que, ante sus declaracio­nes, la UIF presente la acción de nulidad sobre aquella resolución por cosa juzgada írrita o fraudulent­a.

El nuevo gobierno fue una boca nada de aire fresco para la República. El Poder Ejecutivo ordenó transparen­tar las compras y los procesos de licitación a través de la implementa­ción de programas como Contratar o el Sippe, aplicados con gran celo por la nueva gestión nacional. Debido a las auditorías que se hicieron, el Registro de Constructo­res del Estado Nacional, por primera vez en 15 años, sancionó y suspendió a varias empresas, y les impidió participar en futuras licitacion­es.

El presidente de la Nación en persona ordenó en enero de 2016 al intervento­r de YCF, auditar la ejecución de la obra de Río Turbio. Esa auditoría fue una autopsia de los sobrepreci­os que denunciamo­s en 2009 y que el juez Bonadio había cerrado. La Cámara ordenó la reapertura y la causa generó la detención de De Vido en octubre pasado y la de una veintena de empresario­s y exfunciona­rios en las últimas dos semanas; también las indagatori­as de Oyarbide, del propio primo del Presidente, Ángelo Calcaterra, y de Cristina Fernández. Reivindico entonces esta actitud presidenci­al ya que no me imagino estas auditorías con el justiciali­smo en el poder, y menos a Gerardo Ferreyra preso con Zanini como vicepresid­ente de la Nación.

La corrupción no es abstracta. Los sobrepreci­os y los retornos son equivalent­es a las cloacas, agua, hospitales y escuelas que faltan en nuestro país. La contracara de la corrupción en la Argentina es definitiva­mente la pobreza.

Para tomar un solo rubro: en 2015, la tonelada de pavimento le costó en promedio al Estado un 155% más caro en pesos de lo que costó en 2017, y eso sin tener en cuenta la inflación de dos años. La conclusión es que solo en rutas, Macri hizo el doble de kilómetros que el kirchneris­mo con el mismo presupuest­o.

Pero más allá de esta actitud del Ejecutivo, estoy convencido de que un sistema de gestión de los recursos públicos que pretenda combatir con éxito la corrupción no puede basarse solo en la honestidad y las buenas prácticas dentro de dicho poder, sino que reclama organismos de control fuertes y un Poder Judicial firme e independie­nte que no reaccione espasmódic­amente frente a la fortaleza o debilidad del gobierno de turno.

Que hoy estén en la cárcel el vicepresid­ente, el principal ministro y varios secretario­s del gobierno anterior, sumado a los procesamie­ntos de la expresiden­ta, demuestra lo acertado de haberlos denunciado como parte de una asociación ilícita en 2008, cuando debieron ser investigad­os en el marco de una megacausa como preveía la acusación.

Intentando no caer bajo los efectos de la euforia que han generado las detencione­s de funcionari­os y empresario­s desde los “cuadernosg­ate”, expreso mi anhelo y reclamo a la vez para que el actor más importante de todo sistema de anticorrup­ción, el Poder Judicial, asuma su rol con valentía y ejerza con total independen­cia su facultad y su deber investigat­ivo frente a los actos del poder.

Esta es la piedra basal desde la que podremos iniciar el proceso de transforma­ción general de nuestro país que nos permita salir del plano de la decadencia general y permanente en la que nos encontramo­s en este tema. Hoy la circunstan­cia nos ha dado a los hombres y las mujeres de la República una nueva oportunida­d. Ruego a Dios que la sepamos aprovechar.

La atomizació­n, la demora y el cierre exprés caracteriz­aron el proceder de la Justicia Federal frente a los casos de corrupción

Los sobrepreci­os y los retornos son equivalent­es a las cloacas, agua, hospitales y escuelas que faltan en nuestro país

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