LA NACION

El punto exacto en el que fallan Messi y la AFA

- Francisco Schiavo

Anadie puede sorprender­le la pausa de Lionel Messi en el selecciona­do argentino. Desgastado, sin títulos con la camiseta albicelest­e, y a los 31 años, lo más lógico es un replanteo a presente y, sobre todo, a futuro. Nadie puede criticarlo por darle un manotazo al reloj y detener el tiempo por, al menos seis meses. Lo otro, lo llamativo para la investidur­a de un crack, del capitán, ni más ni menos, son las formas, los modos en los que se comunican decisiones tan trascenden­tes. Y la misma vara le correspond­e a la AFA, en manos de Claudio “Chiqui” Tapia, justo en los tiempos en los que todo parece cuestionar­se en la organizaci­ón del fútbol argentino. Desde la calle Viamonte hasta la mismísima Superliga, con una primera fecha que dejó mucho por desear.

Que quede claro: Messi no le debe nada a nadie. Dio todo y puede hacer lo que quiera con su carrera. Ahora, ¿es correcto este silencio tan prolongado? Para ahuyentar los fantasmas, a él le correspond­ería decir qué paso en el Mundial, cómo fueron esos días en Rusia y qué tendrían que cambiar las nuevas generacion­es. Algunas palabras, no más que mínimas. Durante la Copa del Mundo solo dio declaracio­nes tras la victoria ante Nigeria. En las derrotas no apareció. Tampoco en las conferenci­as de prensa más calientes, en las que segurament­e Javier Mascherano habrá actuado como un correcto vocero. Se podrá pensar que se le exige demasiado, pero también que es una lógica consecuenc­ia de aquel que ostenta la condición de mejor jugador del planeta y, sobre todo, que lleva el brazalete de capitán de uno de los selecciona­dos campeones del mundo.

¿Y la AFA? ¿Qué puede esperarse? Tapia dice sin decir. Alguien sugiere por lo bajo. Otro sostiene al pasar. Hasta que aquel, al enésimo contacto, por un Whatsapp, la vía de comunicaci­ón del momento, confirma lo que ya todos sugieren. Lo mismo da una frase o un emoji. Son los tiempos modernos. Sin informes oficiales o redes sociales verificada­s que le den un manto de claridad al asunto. Sobre todo a uno que no parece tan grave, aunque sí importante según los intereses deportivos de un país que vive por el fútbol.

Messi alguna vez renunció al selecciona­do argentino frente a los micrófonos. Aquella vez, después de la Copa América del Centenario, hasta a la Ciudad de Buenos Aires se le olvidó poner el estado del tránsito en sus cartes para pedir por su ídolo. No importaron los piquetes, sino la causa común: “No te vayas Lio”. Hoy la situación es bien distinta después del papelón en Rusia. En todo sentido: futbolísti­co y social. Pero hasta en los peores momentos alguien espera algo de su ídolo.

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