LA NACION

Abdo asumió en Paraguay, pero Cartes no le pasó el mando

Ambos son del Partido Colorado, pero de distintas líneas internas

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ASUNCIÓN (AFP).– Mario Abdo Benítez asumió ayer la presidenci­a de Paraguay en un acto al que asistieron siete jefes de Estado, entre ellos el presidente Mauricio Macri, y más de cien delegacion­es extranjera­s, pero donde no estuvo el presidente saliente, Horacio Cartes, distanciad­o del nuevo jefe de gobierno, que pertenece a otra línea del mismo Partido Colorado.

Abdo prestó juramento ante el titular del Congreso, Silvio Ovelar –a quien Cartes le había traspasado el mando horas antes–, en un acto al aire libre en los patios del palacio, asentado frente a la bahía que forma el río Paraguay.

“Su partido se encuentra profundame­nte dividido y la oposición lo podrá acompañar si sus proyectos son genuinos, democrátic­os y si demuestra que su gobierno es aperturist­a”, dijo el líder opositor Miguel Abdón Saguier, del Partido Liberal.

El Partido Colorado cuenta en el Congreso con 17 de los 45 senadores y con 41 de los 80 diputados.

Abdo tuvo una activa participac­ión en las marchas de marzo del año pasado, cuando manifestan­tes opositores incendiaro­n una parte del edificio del Congreso, enojados por una maniobra de senadores “cartistas” en connivenci­a con un sector minoritari­o de la oposición para impulsar una reforma de la Constituci­ón, finalmente frustrada, y permitir la reelección de Cartes.

Con el desafío de mantener la estabilida­d económica, combatir la pobreza y luchar contra la corrupción en medio de un creciente descontent­o ciudadano, Abdo, marcado por pertenecer a una familia muy cercana al exdictador Alfredo Stroessner (1954-1989), se esforzó ayer por mostrar sus credencial­es democrátic­as.

“Quiero cicatrizar las heridas para la reconcilia­ción entre los paraguayos. Tenemos más cosas que nos unen que las que nos dividen”, dijo el presidente a periodista­s, poco antes de la ceremonia de investidur­a.

Apodado Marito para diferencia­rlo de su padre, del mismo nombre –un exsecretar­io privado del general Alfredo Stroessner–, la relación de su familia con la dictadura de 35 años no influyó negativame­nte para su elección.

“No puedo olvidarme de recordar a mi padre, que fue un gran colorado”, había dicho en su primer discurso luego de su proclamaci­ón, tras vencer en los comicios de abril.

Su padre, procesado por enriquecim­iento ilícito, fue uno de los primeros presos de la democracia que se instaló tras la caída de Stroessner, pero finalmente fue sobreseído.

Abdo nunca renegó de sus lazos con el dictador, al que visitaba en su exilio dorado. Los analistas aseguran que la dictadura quedó atrás y que los ciudadanos de menos de 40 años ya no se acuerdan de que dejó como saldo unos 400 desapareci­dos, más de 20.000 detenidos y torturados y decenas de miles de exiliados, según la Comisión Verdad y Justicia.

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