LA NACION

Cinco latinoamer­icanos, entre las víctimas

Tres chilenos, un peruano y un colombiano cayeron cuando pasaban en auto sobre el puente genovés

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GÉNOVA.– Mientras las grúas de la Defensa Civil continuaba­n removiendo los escombros en un sombrío escenario de destrucció­n, y con los extenuados rescatista­s al borde del agotamient­o total, comenzaron a filtrarse ayer los nombres y las historias de las víctimas de la caída del puente Morandi, que sepultó a decenas de personas que viajaban solas y familias enteras bajo toneladas de cemento.

Entre las víctimas había cinco latinoamer­icanos: tres eran chilenos; uno, de Colombia, y el otro, de Perú, todos residentes en Italia desde hacía años. Como el colombiano Henry Díaz, miembro de la junta directiva del Inter Club-Recco-Golfo Paradiso, un equipo juvenil adscripto al poderoso Inter, de Milán. El sitio web del Inter lo despidió como “un hincha neroazzurr­o apasionado” que se preocupaba mucho por su país a través de la recaudació­n de fondos desde Italia para asociacion­es deportivas colombiana­s.

También murieron los chilenos Juan Figueroa, de 60 años, que viajaba con Nora Aravena y Juan Pastene, los tres con décadas de residencia en Italia. El peruano Carlos Erazo Trujillo, de 27 años, vivía en la Toscana y volvía de vacaciones con su novia italiana.

La cuenta la abultaron desde luego los italianos, entre ellos Bruno Casagrande y Mirko Vicni, dos operarios que en el momento mismo del derrumbe estaban trabajando con su furgoneta debajo del viaducto que se desplomó.

El auto de la familia de Ersilia Picchino; su marido, Roverto Robbiano, y su hijo Samuele, que volvían de vacaciones, se precipitó desde 40 metros de altura y todos los pasajeros murieron en el acto.

El primer cuerpo encontrado fue el de Samuele, que apareció junto a un teléfono móvil que tenía escrita en la pantalla la palabra “mamma”. Estaban de viaje a Cerdeña para disfrutar del feriado y habían salido de su casa en Voltri para tomar el ferry. En el auto, los socorrista­s encontraro­n juguetes de playa.

Matti Altadonna tenía 35 años, era originario de Curinga, provincia de Catanzaro, estaba casado y tenía cuatro hijos. Iba a trabajar a bordo de una camioneta, junto a su colega Gianluca Ardini, de 29 años, que pudo salvar su vida. Él no.

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