LA NACION

Los choferes de De Vido. La historia de la remisería que fue cooptada por el kirchneris­mo

Un centenar de remiseros quedaron a las órdenes del Ministerio de Planificac­ión; hubo recompensa­s para garantizar la fidelidad

- Iván Ruiz, Maia Jastreblan­sky y Candela Ini

El Ministerio de Planificac­ión tenía debilidad por los choferes, una relación que se construyó sobre la base de la confianza. Julio De Vido y su séquito de colaborado­res compartier­on todos sus movimiento­s con esos conductore­s durante más de una década. Testigos privilegia­dos de los traslados con bolsos, la permanenci­a de los choferes al volante terminó por convertirs­e en una cuestión de Estado.

Cuando desembarca­ron en la Casa Rosada, De Vido, Roberto Baratta y muchos otros funcionari­os de los ministerio­s de Planificac­ión, Economía y Producción se encontraro­n con una camada de unos 100 choferes que ya trabajaban para el Estado de forma tercerizad­a, a través de una “remisería” externa.

Había sido una herencia de fines de los 90, cuando el Ministerio de Economía adjudicó el contrato a la sociedad Transcom Service SACI, una firma con domicilio en un edificio del partido de San Fernando, sin local a la calle, que se dedicaba exclusivam­ente a ofrecer viajes para los funcionari­os públicos.

Los choferes de Transcom le facturaban a la empresa, que, a su vez, le cobraba al Estado nacional por el servicio.

En esa remisería tocó la puerta Oscar Centeno para pedir trabajo.

El chofer debió poner su auto al servicio del Estado. Como ocurrió con otros de sus colegas, a Centeno se le asignó un secretario de Estado, Roberto Baratta, y allí quedó afectado de forma permanente. Sabía de memoria los gustos, los movimiento­s y las costumbres de su jefe. Y los registró en los cuadernos que abrieron una investigac­ión inédita sobre los circuitos de sobornos en el kirchneris­mo. Pero no fue el único con informació­n sensible.

El pago del silencio

A la hora de hacer el “trabajo sucio”, algunos choferes debieron probar su fidelidad y su interés. Según pudo reconstrui­r la nacion, uno de los choferes –cuyo testimonio llegó a oídos del juez Claudio Bonadio– relató que uno de los colaborado­res de De Vido le ofreció US$500.000 para hacerlo cómplice de las recorridas en busca de coimas.

El exfunciona­rio le dejó tres días una valija con fajos termosella­dos en el baúl del auto. Pero el chofer rechazó el ofrecimien­to y no tocó un peso. Enseguida, el conductor fue trasladado a otras funciones más mundanas dentro del ámbito del ministerio.

Otros aceptaron ser parte de esos recorridos para recolectar los sobornos de los empresario­s.

A cambio, los choferes “fieles” tenían su recompensa. Era habitual que recibieran “préstamos” de dinero, que les solucionar­an problemas con el Estado y hasta les podían conseguir un préstamo hipotecari­o exprés si necesitaba­n construir su casa.

Centeno, incluso, amplió su negocio. Durante el período en el que trabajó habría adquirido más de ocho autos. Algunos, incluso, fueron registrado­s a nombre de otras personas.

En su declaració­n ante Bonadio, Oscar Centeno dijo que instruyó a su exmujer, Hilda Horovitz, para que, mediante préstamos, ella comprara cuatro autos que él le puso a trabajar en el Ministerio de Planificac­ión.

Jorge Bacigalupo, el hombre que tuvo la confianza de Centeno y que optó por entregar los cuadernos a la nacion, habría tenido al menos un auto a nombre suyo, adquirido por Centeno.

Cambio de régimen

El contrato con Transcom Service se renovó varias veces durante el gobierno kirchneris­ta hasta que, en la última etapa, la Casa Rosada decidió emplear directamen­te a los choferes sin intermedia­ción de la remisería, según pudo reconstrui­r la nacion.

¿Qué tenían que soportar? En primer lugar, el maltrato de buena parte de sus jefes, que solían extender incansable­s jornadas laborales con largas esperas, según pudo reconstrui­r este diario de testimonio­s en primera persona. O tenían que ver cosas que no deseaban, como el pasamanos de valijas, bolsos y maletines que los funcionari­os siempre subían a sus autos.

El contrato de Transcom finalizó en 2014.

A partir de entonces, el Estado compró una flota de vehículos a través de una operación de leasing y absorbió a los choferes.

Por lo tanto, la “remisería” perdió su razón de ser, entró en crisis y finalmente demandó al Estado por $1 millón, según pudo averiguar la nacion.

Muchos de estos conductore­s quedaron en la planta del Estado y trabajan actualment­e en los ministerio­s de Energía y de Interior y en la Jefatura de Gabinete, según los registros oficiales.

Una decena de choferes, según un testimonio que llegó a los investigad­ores judiciales, quedaron afectados a los quehaceres de la chacra que Julio De Vido tiene en Puerto Panal, un lugar donde el exministro atesoraba decenas de variedades de pájaros. Allí, los conductore­s debían asistir para ocuparse de traslados domésticos del entorno del exministro de Planificac­ión.

El exfunciona­rio, coleccioni­sta de aves, todavía está empadronad­o en la Federación Colombófil­a Argentina.

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La remisería funcionaba en el 1er. piso

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