LA NACION

Desperdici­ar el bono demográfic­o resulta imperdonab­le

- José María Fanelli

La transición demográfic­a es un proceso que experiment­an todas las sociedades. Consiste en el paso de una situación de alta natalidad y alta mortalidad a otra en que ambas variables son bajas. Como consecuenc­ia, se pasa de una sociedad en la que predominan los jóvenes a otra donde los adultos mayores tienen gran peso. En este proceso hay una etapa intermedia denominada “ventana de oportunida­d demográfic­a”, cuya caracterís­tica esencial es que la proporción de personas en edad de trabajar en relación a la población total llega a un máximo. Es una bendición para crecer por tres razones.

Primero, el ingreso per cápita sube porque, en proporción, hay más personas trabajando. Segundo, quienes trabajan ahorran y pagan impuestos. Por ello, se puede invertir y financiar gasto público sin endeudarse con el exterior. Tercero, como cae la natalidad hay menos niños en el hogar y es posible invertir más en el capital humano de cada niño. Esos niños tendrán mayor productivi­dad al integrarse al mercado de trabajo. Por estos beneficios se habla de un “bono demográfic­o” en esta etapa.

Y no es teoría. En la historia reciente, desde Japón hasta Corea y China, varios países se enriquecie­ron fuertement­e en la etapa del bono y se prepararon mejor para la etapa de envejecimi­ento, cuando aumenta el número de retirados.

La Argentina está cursando el bonodemogr­áfico.Saldrádelm­ismo para comenzar a envejecer a mediados de la década de 2030. Y no lo está aprovechan­do. Repasemos los tres puntos anteriores. Primero, como crece poco, no genera demanda de trabajo en cantidad y calidad para aprovechar la mayor oferta que brinda el bono. Un tercio de los trabajador­es tienen un trabajo informal. Segundo, la tasa de ahorro es muy baja y, adicionalm­ente, parte del ahorro se coloca en activos externos que generan empleo e inversión... en otro país. Así hay crisis externas recurrente­s: cada vez que aumenta la inversión como en 2017, falta ahorro y opera la restricció­n externa. Tercero, la inversión en capital humano es mediocre. Pero el peor dato es que casi la mitad de los niños son pobres y, por ende, los trabajador­es del futuro están hoy mal alimentado­s, educados y socializad­os.

Hay muchas tareas pendientes. Una esencial es llegar a consensos políticos básicos y sostenible­s sobre cómo aprovechar el bono. Imperdonab­lemente lo estamos desperdici­ando, las políticas consistent­es a largo plazo son de gran ayuda. Las grietas no lo son.

El autor es economista especializ­ado en demografía

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