LA NACION

Impunidad obscena

Pocos jueces han hecho tanto para desprestig­iar la imagen de la Justicia como Rodolfo Canicoba Corral

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El juez federal Rodolfo Canicoba Corral es un peso pesado de los tribunales de Comodoro Py. Acumula experienci­a, generalmen­te de la mala. Se caracteriz­a por su entrenado olfato político y por haber sobrevivid­o a varios pedidos de juicio político. Últimament­e es su patrimonio, o más precisamen­te el inexplicab­le incremento de su fortuna, el que es objeto de investigac­ión en el Consejo de la Magistratu­ra.

Una investigac­ión de la nacion reveló que Canicoba Corral y su actual esposa son dueños de por lo menos tres propiedade­s por valor de dos millones de dólares: un semipiso en la zona más exclusiva de Palermo, una casona en Vicente López y un terreno en Uruguay. Estos inmuebles aparecen a nombre de su mujer, Viviana Tejada, una empleada del Poder Judicial que trabajó con el juez en Comodoro Py y que luego armó su propio estudio jurídico.

El escandalos­o magistrado fue designado juez federal en 1993 y fue uno de los señalados por Domingo Cavallo como “juez de la servilleta”. Como se recordará, esa expresión se acuñó para los jueces que el entonces ministro de Menem Carlos Corach considerab­a leales a su gobierno y que listó de puño y letra en una servilleta. Fiel a esa pertenenci­a, una de sus caracterís­ticas salientes –aunque no la única– es ser complacien­te con el oficialism­o de turno. Recienteme­nte, el exdirigent­e sindical Omar “Caballo” Suárez lo denunció ante el Consejo de la Magistratu­ra por un supuesto pedido de soborno que habría ascendido a 500.000 dólares. Suárez está procesado con prisión preventiva, con un embargo de 17 millones de pesos impuesto por Canicoba, en una causa por extorsión a empresario­s marítimos y por administra­ción fraudulent­a en la obra social y en la mutual del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU).

La Unidad de Informació­n Financiera (UIF) aportó a la Justicia un escrito en el que Canicoba aparecería comprometi­do en una maniobra millonaria de su amigo Guillermo Scarcella, exfunciona­rio de Daniel Scioli que estuvo al frente de Aguas Bonaerense­s Sociedad Anónima (ABSA).

A la cadena de sospechas sobre el tan exponencia­l como inexplicab­le enriquecim­iento del juez hay que sumar la reciente fastuosa fiesta de cumpleaños de 15 que le obsequió a su hija, que, según estimacion­es recogidas en varios medios, habría costado no menos de tres millones de pesos. Se festejó en el exclusivo Tattersall de Palermo y contó con la asistencia de 240 personas. Una investigac­ión del programa Periodismo para todos elevó esa cuenta a 3,5 millones de pesos sumando los costos del alquiler del salón, el catering, la organizaci­ón, la ambientaci­ón, el show, el DJ, las invitacion­es y suvenires, los videos y el vestido y el maquillaje de la joven. Según los videos que trascendie­ron, el juez aprovechó también para celebrar sus 25 años de magistrado.

En un país con serias dificultad­es económicas y altos índices de pobreza, estas ostentacio­nes de opulencia y despilfarr­o de un juez federal poco ayudanaque­losciudada­nosmanteng­an un mínimo nivel de confianza en la probidad de los miembros del Poder Judicial. Si, para peor, hablamos de un juez cuestionad­o por su enriquecim­iento, resulta difícil apartarse del calificati­vo de “obscenidad”.

Cambiemos ha prometido transparen­cia y, ya en el gobierno, se convenció de la necesidad de llevar a cabo una limpieza en ciertos fueros y juzgados cuyos titulares eran francament­e indefendib­les. Así, se logró apartar al juez Norberto Oyarbide y, más recienteme­nte, a Jorge Ballestero. Es preciso perseverar en esta línea, por supuesto que siempre sobre la base de pruebas firmes y acorde con los procedimie­ntos que indica la ley. La investigac­ión sobre el patrimonio de este juez debe llevarse adelante respetando su derecho de defensa, sin ninguna especulaci­ón sobre el tenor de los sumarios que instruye y sin ceder a la tentación de usar esas investigac­iones como elemento de negociació­n. Al mismo tiempo, esa investigac­ión debe caracteriz­arse por la misma transparen­cia y celeridad que les exigimos a los jueces en su trascenden­tal labor. La garantía de la inamovilid­ad de los jueces que la Constituci­ón incluye en beneficio de los ciudadanos, para garantizar su imparciali­dad, debe tener como contrapart­ida un régimen eficaz, rodeado de garantías, para separar rápidament­e a quienes por su catadura moral nunca debieron tener la excelsa misión de impartir justicia.

En cambio, sería un grosero error repetir las fallidas estrategia­s empleadas en el gobierno de Menem y de los Kirchner de favorecer a ciertos magistrado­s salvándolo­s del juicio político a cambio de que fallaran en favor de funcionari­os de esas administra­ciones. Un triste canje de impunidad para funcionari­os corruptos por permanenci­a en sus cargos, o sea, impunidad también para magistrado­s corruptos. De poco sirvieron esas estrategia­s, pues los fallos de esos magistrado­s alentaban nuevas sospechas y facilitaba­n generaliza­ciones muchas veces injustas que alcanzaban a otros jueces probos

Es que el fuero federal penal, sobre todo el de la Capital Federal, es el que se ha forjado la peor imagen y ha manchado injustamen­te la percepción que la sociedad tiene de la Justicia. Pero tampoco se trata de todo el fuero federal penal, sino básicament­e de algunos jueces con despachos en los tribunales de Comodoro Py, como Canicoba Corral.

Un sistema republican­o verdaderam­ente sano se construye sobre la base de magistrado­s probos y honestos.

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Canicoba Corral, una mancha que se traslada injustamen­te a toda la Justicia

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