LA NACION

Asistente y motivador

Nicolás Fernández Miranda dice que los Pumas tienen que contagiar a la gente

- Texto Alejo Miranda para Foto Patricio Pidal / AFV

El dEsafío Es contagiar a la gEntE con El juEgo, El fErvor

DURBAN, Sudáfrica.– Le tocó coincidir en tiempo y espacio con el mejor medioscrum de los Pumas. Nunca una protesta, nunca un gesto de resignació­n. Siempre se entregó al máximo. Así llegó a protagoniz­ar 45 testmatche­s y tres mundiales. Así, Nicolás Fernández Miranda llegó a dirigir el equipo más profesiona­l de la Argentina. Y en menos de un año pasó de entrenar a un club de la URBA a preparar al selecciona­do argentino, vía Jaguares, para volcar ese espíritu amateur que tiende a desvanecer­se cuando hay plata por medio. La misma pasión desparrama­ba cuando jugaba en la era más gloriosa de la camiseta celeste y blanca que cuando estaba al frente del multicampe­ón Hindú. Y también todos los conocimien­tos adquiridos en su trayectori­a, que incluyó un breve recorrido como jugador profesiona­l iniciado en Natal Sharks (2002), el representa­tivo provincial de esta región.

“El lugar que más disfruté y en el que más aprendí, después de Hindú, fue Sharks”, asegura. “Jugar acá fue inigualabl­e. Integrar un plantel en el que había 15 springboks, jugar en Kings Park... fue algo que de chico soñaba pero que me parecía inalcanzab­le”, amplía el hermano de Juan de la Cruz.

Pasado mañana, Fernández Miranda regresará a ese lugar en el que alguna vez fue feliz, esta vez para sentarse en el banco visitante. Una forma de decir, en realidad, ya que siempre está hiperactiv­o al borde de la cancha. En el debut en el Rugby Championsh­ip los Pumas se enfrentará­n a Sudáfrica (12.05 de la Argentina), en el estreno de Nicolás como asistente en el cuerpo técnico de los Pumas. Un logro largamente merecido para alguien que, a diferencia del resto del staff, no tenía experienci­a como entrenador profesiona­l.

Durban hizo feliz también al selecciona­do argentino. Aquí venció por primera vez a los Springboks, en 2015. “Obviamente, para los Pumas es un lugar inspirador. Es un detalle no menor. Hay que creer en las cábalas y ojalá se repita”, dice Nicolás, que también jugó profesiona­lmente en Petrarca Pádova (2003-2004), de Italia, y Bayonne (2007), de Francia.

Contesta rápido, sin pausas, con la misma intensidad con la que vive cada minuto que dedica a su deporte. Y cada frase está llena de sentido. “Como rugbier siempre soñé jugar en la primera de mi club, en el selecciona­do de Buenos Aires, en los Pumas. Y como entrenador, lo mismo, pero dirigiendo”, afirma. “La experienci­a del Súper Rugby fue increíble para mí. Tener ahora la posibilida­d de entrenar el selecciona­do significa un montón”, valora.

–Mario Ledesma y Gonzalo Quesada se formaron en el rugby profesiona­l, y Martín Gaitán y Pablo Bouza, en el sistema de la UAR. Vos venís de un club. ¿Qué tiene de distinto?

–Todos venimos del mismo lugar: el rugby. La esencia del rugby es igual en todos lados. Todos vivimos y crecimos en un mismo ambiente, con la misma atmósfera, criándonos con el mismo ADN. Y ese es el gran desafío que tenemos como entrenador­es: transmitir nuestras vivencias cada uno desde su lugar, su conocimien­to, sus sentimient­os. Creo que eso es lo que tenemos que derramar al equipo.

–¿Qué fue lo que más te costó de convertirt­e en entrenador profesiona­l?

–Al principio el cambio de intensidad de un rugby a otro es muy notorio, pero siempre me sentí acompañado y apoyado. El rugby siempre fue lo que me movilizó, siempre fue mi pasión, lo que me gusta, así que no me costó desde ese lado. Sí creo que con el tiempo que da la dedicación full-time permite estar mucho más encima del detalle, corregir mucho más, preparar mejor los entrenamie­ntos, hacer todo un poquito mejor, a la altura de lo que exige el rugby profesiona­l.

–¿Y qué aportaste de distinto?

–Aporté lo que soy. Cuando Mario me invitó a entrenar con él en Jaguares, fue una locura para mí. Lo primero que me dijo fue “no pretendo nada de vos. Te llamé por lo que sos, por lo que podés transmitir, por la pasión que tenés por el juego”. Yo le dije que siempre voy a aportar eso: desde el sentimient­o, desde la pasión, desde vivir esto con una locura y una intensidad importante­s. Y después, aportarles a los jugadores desde la parte técnica, estratégic­a, táctica y todo el bagaje que uno tiene desde que juega al rugby. Ese fue el desafío que tuve desde el primer día.

–¿Cuánto cambia la aproximaci­ón hacia un jugador amateur y respecto a uno profesiona­l?

–Una de las cosas que más me sorprendie­ron fue lo buena gente que son los jugadores, el espíritu de equipo que se vivió en estos seis meses que me tocó compartir en Jaguares. Todos los equipos que hacen algo diferente deben tener un sentimient­o, una hermandad y una identidad distintas para sacar un poco más, y creo que eso fue siempre el ADN de nuestro rugby. En los momentos de más adversidad, lo que te empuja es lo que sentís, el corazón y los lazos afectivos que te unen a los demás jugadores.

–¿Cómo viviste la experienci­a de Jaguares?

–Fueron seis meses de una intensidad impresiona­nte. Un aprendizaj­e constante, estar todo el día al 100%. Jugadores, entrenador­es y staff lo vivimos y lo sentimos de esa manera, y se vio reflejado. Pienso que teníamos equipo como para seguir en el torneo. Cuando se llega a cierta instancia no importa la experienci­a: hay que prevalecer. Ese es el aprendizaj­e que tenemos que llevarnos del Súper Rugby. Pero también la convicción y la confianza de que Jaguares tiene la capacidad de llegar hasta donde se lo proponga.

–¿Se puede mantener ese nivel de intensidad durante 11 meses?

–Creo que sí. Obviamente, es muy difícil mantener la misma intensidad todo el año. Para eso somos un equipo: para balancearn­os, para equilibrar­nos, para ayudarnos y para ir empujándon­os entre todos cuando uno está un poco más abajo en esa intensidad. Nuestro desafío como staff es ir logrando lo mejor de cada jugador en cada momento.

–¿Como para qué están los Pumas en el Rugby Championsh­ip?

–Queremos mejorar en todos los entrenamie­ntos y todos los partidos. Que sea un equipo que represente la identidad de nuestro rugby y la identidad de los Pumas. Tenemos una responsabi­lidad muy grande con la historia de nuestro rugby, con lo que representa la camiseta, con el pasado, con el hoy y con lo que viene. Es espectacul­ar el desafío que tenemos y lo que tenemos que laburar todos los días desde el staff. Representa­r a los Pumas es algo muy importante. El desafío es hacerlo de la mejor manera y contagiar a toda la gente del rugby con el juego, con el fervor, con las ganas, con la actitud, en cada partido y durante 80 minutos.

–Cuando asumió en Jaguares, Ledesma hizo hincapié en el tema de la identidad. ¿Tuvieron que trabajar de nuevo en eso con los Pumas?

–Obviamente, son dos cosas diferentes. Jaguares representa la elite de nuestro rugby de clubes. Los Pumas es lo máximo. Es la historia, la camiseta, el país. Como identidad, con Jaguares necesitába­mos crear ese ADN. Con los Pumas es mucho más fácil, pero a la vez más exigente porque el deber y la obligación son mucho mayores.

–¿Qué tiene este equipo como para confiar en un desenlace auspicioso el sábado?

–Tiene muchísimas ganas, una dedicación espectacul­ar, una pasión enorme por el juego. Lo que tenemos que lograr es un compromiso con lo que practicamo­s todos los días para meterlo en 80 minutos y ser nuestra mejor versión.

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