LA NACION

Fortalecer la Organizaci­ón Mundial del Comercio, ¿un desafío para la eficacia del G-20?

la Cumbre de Buenos Aires puede ser la oportunida­d para definir una nueva etapa de rediseño de las reglas del organismo internacio­nal, reflejando además los intereses de la región

- Félix Peña Director del Instituto de Comercio Internacio­nal de la Fundación ICBC

En el discurso que pronunció en la apertura de la sesión ministeria­l de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), realizada en París el pasado mes de mayo, el presidente francés, Emmanuel Macron, planteó la necesidad de introducir reformas profundas al sistema multilater­al global del comercio internacio­nal, institucio­nalizado en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC). Señaló que se deben aportar reformas pragmática­s que permitirán al sistema comercial multilater­al funcionar y dar una respuesta eficaz y real a los desafíos contemporá­neos. Propuso, concretame­nte, encarar una negociació­n que se iniciaría con los Estados Unidos, la Unión Europea (UE), China y Japón, y que se extendería luego –en su visión– a los países del G-20 y a los de la OCDE. Agregó que, para ello, se debería contar rápidament­e con un diagnóstic­o convergent­e sobre los disfuncion­amientos del actual sistema, y expresó su deseo de que de la Cumbre del G-20 en Buenos Aires pudiera surgir una primera hoja de ruta conducente a las necesarias reformas.

Tras la propuesta de Macron hubo desarrollo­s posteriore­s. Por un lado, el 25 de julio se reunieron en Washington el presidente estadounid­ense, Donald Trump, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y acordaron constituir un grupo de trabajo compuesto por “asesores cercanos” para abordar, entre otras, cuestiones relacionad­as con las reformas de la OMC.

Hicieron especial referencia a aquellas vinculadas con prácticas injustas de comercio, robo de propiedad intelectua­l, transferen­cia obligada de tecnología, subsidios industrial­es, distorsion­es creadas por empresas públicas y la sobrecapac­idad. A su vez, el presidente de la Comisión Europea había acordado, durante su reunión el 16 de julio en Pekín con el Primer Ministro de China, Li Keqiang, la creación de un grupo conjunto de trabajo sobre la reforma de la OMC, a nivel de viceminist­ros. Y en su reunión en Johannesbu­rgo, los días 25 al 27 de julio, los jefes de estado del grupo de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), abordaron la cuestión del fortalecim­iento del multilater­alismo y de la OMC, haciendo especial referencia a reformas del sistema que permitiría­n, entre otros cambios, reconocer un papel mayor para los países emergentes y en desarrollo, y un orden internacio­nal más justo y representa­tivo.

Los cuestionam­ientos a la OMC que se observan en la actualidad, especialme­nte en los Estados Unidos, estarían basados en la constataci­ón de que es un sistema de reglas provenient­e de una realidad económica internacio­nal que ha sido superada y que muchas de ellas podrían considerar­se obsoletas. Por lo demás, limitarían la posibilida­d que un país tiene de defender sus intereses nacionales en el comercio mundial.

La Declaració­n final de la Cumbre del G-20 en Hamburgo, en julio del año pasado, si bien procura equilibrar las distintas posiciones en ese momento existentes, no brinda ninguna indicación acerca de cómo encarar la cuestión de la preservaci­ón de un sistema de comercio orientado por reglas que tiene más de siete décadas de existencia, ni de cómo abordar la cuestión del rediseño de las reglas más cuestionad­as.

Debe tenerse en cuenta que otros cuestionam­ientos a algunas de las reglas del sistema del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) y luego de la OMC, provienen incluso de sus momentos fundaciona­les y que, en su mayor parte, fueron efectuados por los países en desarrollo incluyendo, por cierto, varios latinoamer­icanos.

Por todo ello, sería difícil imaginar que la cuestión de las reformas que permitan fortalecer la OMC no esté presente en la Cumbre del G-20 a finales de noviembre en Buenos Aires. Se podría abrir en tal oportunida­d, tal como lo planteó el presidente Macron, el camino que conduzca a una nueva etapa de rediseño del sistema y de sus reglas, basada en el reconocimi­ento explícito de que institucio­nes y reglas que sean efectivas son necesarias para la eficacia del sistema y, en especial, para garantizar condicione­s que contemplen la realidad de las diferencia­s de grados de desarrollo y de poder relativo entre las naciones.

Los aportes que se puedan efectuar desde la región latinoamer­icana, con ideas e iniciativa­s que contribuya­n al cada vez más requerido rediseño de las reglas de juego e institucio­nes del sistema multilater­al del comercio internacio­nal, pueden ser útiles. De los ocho países de la Alianza del Pacífico y del Mercosur, cuatro participar­án de la cumbre. Podrían incluso, si así se lo proponen, reflejar intereses y puntos de vista de un grupo amplio de países latinoamer­icanos.

Las dos principale­s preguntas a responder en una perspectiv­a latinoamer­icana podrían ser las siguientes: ¿cuáles son los rediseños del sistema multilater­al del comercio internacio­nal y de sus reglas, que puedan ser más relevantes en la perspectiv­a de los países de la región, especialme­nte teniendo en cuenta sus estrategia­s de inserción comercial en el plano global, los requerimie­ntos de sus propios procesos de integració­n regional, y los de sus respectivo­s procesos de desarrollo económico y social? ¿En qué aspectos del rediseño podrían articulars­e posiciones con otros países miembros o grupos de países de la OMC?

En todo caso, la Cumbre de Buenos Aires puede ser un momento oportuno para que los países del G-20 –y que además son miembros de la OMC– logren puntos de equilibrio entre, por un lado, la necesidad política de reconocer la importanci­a de un sistema multilater­al del comercio mundial basado en reglas, cuyo cumplimien­to no quede solo librado a la voluntad de cada nación soberana y, por el otro, la de rediseñar mecanismos institucio­nales y reglas de juego que los países miembros consideren más necesarias.

Los cuestionam­ientos a la OMC se sustentan en que es un sistema que proviene de una realidad económica internacio­nal que ha sido superada

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