LA NACION

Un caso que obligó a dar la cara a los hombres de negocios

- Francisco Olivera

Cartellone, ¿les pedían coimas? –No. No. No, porque, digamos, alguna empresa tiene que hacer las obras. Nosotros jamás en la vida hemos dejado de hacer una obra: la empezamos y la terminamos. Eso es una cuestión que hay que verla. Digamos, siempre alguien tiene que hacer las cosas.

Poco habituado al diálogo con periodista­s, la respuesta de José Cartellone, uno de los empresario­s contratist­as más importante­s de la Argentina, no será nunca un ejemplo retórico o de coherencia discursiva. Y es probable que, si la Justicia lo cita, deba perfeccion­ar su declaració­n.

Pero esas palabras del mendocino, que finalizó así un breve encuentro con la nacion y otros medios durante el seminario organizado ayer por la mañana por la Asociación Empresaria Argentina (AEA), tienen un valor más fáctico que argumental: los dueños del capital, involucrad­os masivament­e en la causa de los cuadernos de las coimas, han decidido al menos dar la cara.

Lo hizo ayer por la mañana hasta Paolo Rocca, el más poderoso de todos, cuando se refirió al pago de coimas que el Grupo Techint, que él preside, por la indemnizac­ión que cobraría por la estatizaci­ón de Sidor, la siderúrgic­a que el grupo tenía en Venezuela. Hace un mes, ante consultas similares, unos y otros se habrían escabullid­o entre las mesas del Hotel Sheraton, donde se desarrolló este foro.

Esta actitud, que no tiene precedente en la historia del establishm­ent, parte de la naturaleza de la investigac­ión: la ley del arrepentid­o, que rige desde hace un año medio, los obliga indefectib­lemente a anticipars­e en la defensa porque desconocen hasta qué punto podría incriminar­los.

¿Quién podría sentirse tranquilo

en un sistema que funcionó sin fisuras durante décadas? Lo planteó de manera cruda el empresario agropecuar­io David Lacroze cuando, en su panel, citó el pasaje de la apedreada del evangelio de San Juan: “Aquel que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, dijo, y agregó que lo único que podría despejar tantas dudas es “una Justicia independie­nte que separe la paja del trigo”.

¿Son víctimas o responsabl­es?, insistió ante Cartellone, la nacion que prefirió una respuesta más abarcadora: “No es un problema de los empresario­s, es un problema de la sociedad. La sociedad es la que tiene que cambiar. Somos todos los que tenemos que cambiar. Necesitamo­s un cambio cultural”, respondió.

Que ese cambio de paradigma tenga posibilida­des de prosperar durante la presidenci­a de Mauricio Macri, exreferent­e de un grupo contratist­a de obra pública (entre otras actividade­s), es no solo una ironía de la historia, sino lo que la vuelve más impredecib­le.

¿Hasta dónde avanzará la investigac­ión y a quiénes alcanzará?, es una pregunta que inquieta no solo al universo de la obra pública, sino también al financiero. La búsqueda de la verdad es un camino arduo no exento de sorpresas y, a veces, en un país habituado a lo contrario, difícil de poner en palabras.

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