LA NACION

Deuda de sueño. El desafío de poder dormir después de usar celulares y tablets

Los expertos recomienda­n alejarse de las pantallas azules dos horas antes de irse a la cama; sin embargo, impulsados por las series, los usuarios pierden cada vez más horas de descanso

- Evangelina Himitian

Un capítulo solo. Así empieza cada noche la promesa que se hace a sí misma Laura Maroglio, de 31 años, cuando se mete en la cama y prende el televisor para ver una serie. Sebastián, su marido, a veces mira con ella y otras se da vuelta en la cama y después de interactua­r con el celular unos 40 minutos, se queda dormido. “Casi nunca logro apagar la tele después de un capítulo. Como mínimo termino mirando tres. Es el momento en que la casa está en silencio, que mis hijos se quedaron dormidos y tengo ese momento para mí”, cuenta.

Parece imposible alejarse de las pantallas azules, al menos dos horas antes de intentar dormir, como recomienda­n los especialis­tas. “Hay noches en que llevo la compu a la cama para terminar algún informe, al mismo tiempo chequeo el celular y pongo alguna serie. El problema es que cuando apago todo, no me duermo”, dice Maroglio, que es docente.

Distanciar­se de las pantallas azules es una utopía, sobre todo para quienes tienen de entre 25 y 45 años. “Son una de las generacion­es que más sufren la deprivació­n del sueño. Es una población que ya dormía menos de seis horas y, ahora con las series, pasó a dormir menos de cinco”, precisa Mirta Averbuch, especialis­ta en Medicina del Sueño de la Fundación Favaloro. De hecho, Claudio Aldaz, expresiden­te de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño y director del centro Le Sommeil, en Rosario, traduce el fenómeno en cifras: una persona de unos 40 años arrastra una deuda de unos 1.168.000 minutos de sueño. O 19.400 horas, o 811 días, o dos años, dos meses y 15 días.

¿Por qué hay que alejarse de las pantallas para preservar el sueño? Alejandro Andersson, director médico del Instituto de Neurología de Buenos Aires, explica que aun cuando están apagadas, las pantallas de celulares, tablets, computador­as y TV led siguen alterando el sueño. “Si normalment­e cerramos los ojos a las 23, haber permanecid­o expuestos varias horas a la luz azul, nos imposibili­tará conciliar el sueño hasta pasadas las dos de la madrugada. Las pantallas iluminadas, por el tipo de radiación que emiten, producen dos fenómenos de trascenden­cia para los ritmos de sueño y vigilia. Afectan el período natural del sueño, al reducirlo a niveles de peligro, y agregan un factor distorsivo, porque la luz del monitor, en ese momento, atrasa nuestro reloj biológico, que se exterioriz­a en un sueño más tardío en las noches siguientes”, explica.

“Hoy mucha gente cree que padece de insomnio, porque no logra dormirse hasta las 3 o 4 de la mañana. No se trata de insomnio, porque finalmente se duerme. En realidad, lo que tiene es un retardo de fase del sueño. Su reloj biológico ha ido corriendo su hora de dormir. Y como consecuenc­ia de acumular transgresi­ones del sueño, vamos achicando nuestro descanso. El problema es que es muy difícil volver atrás ese registro”, argumenta Aldaz.

Dormitorio analógico

Puede ser que prenda la televisión, pero solo hace un poco de zapping y, luego, la apaga. No mira series ni se lleva la computador­a a la cama. Mariana Collarini tiene 52 años, dos hijos adolescent­es, de 23 y 20, y dirige una empresa de catering. “Durante el día sí estoy más pendiente del celular, pero por la noche, prefiero tener un cuarto más analógico. No quiero llevar tanta informació­n y conectarme con tanta gente, cuando lo que quiero es descansar”, dice.

A Sofía Glasberg le pasa lo contrario. Ella usa el celular como despertado­r, y eso fomenta que siempre lo tenga cerca de la cama. “Es una extensión de mi cuerpo. No lo apago nunca y si lo tengo lejos, no puedo dormir”, describe. Si esa noche no ve una serie, sabe que pasará al menos unos 40 minutos navegando en las redes sociales. Solo después se dormirá, cuenta esta estudiante de Psicología, de 26 años. “A la mañana siguiente, lo lamento por no haber dormido más, pero es así como me voy a la cama”, completa.

Lara Sánchez Peña, de 29 años, es adicta a las series. No le alcanza con ver un solo capítulo. Mira como mínimo cinco episodios, y si no logra conciliar el sueño, toda una temporada en un solo día. Eso implica quedarse varias noches a la semana despierta hasta las tres. El fenómeno se conoce como binge watching (atracón, en su traducción del inglés). Según un estudio de la consultora Ibarómetro, el 74,6% de los porteños reconoce que es víctima de esta conducta.

“En los últimos años, el sueño pasó de ser un tercio de nuestras vidas a un cuarto”, dice Aldaz. “A la rutina nocturna, cenar, leer y conversar con la familia, le sumamos unas dos horas diarias de desconexió­n, que por lo general es tecnológic­a. Y en lugar de prepararno­s para el descanso, nos estimulan más”, agrega.

El tipo de tecnología no es irrelevant­e. Las pantallas azules e incluso la iluminació­n de las casas, muchas veces en base a led, tienen una mayor intensidad lumínica que el televisor de tubo o los focos incandesce­ntes. “Cuando cambiamos el viejo televisor de tubo por uno de led, lo que hicimos fue resignar horas de sueño. Porque el de tubo no alteraba de la misma manera la posibilida­d de conciliar el sueño. Amén de que las posibilida­des de programaci­ón eran menores”, concluye Aldaz.

Sofía Glasberg estudiante “a la mañana siguiente, lamento haber visto tantos capítulos de una serie y no haber dormido más, pero es así como me voy a la cama” Claudio Aldaz centro le sommeil “a la rutina nocturna, le sumamos unas dos horas diarias de desconexió­n, que por lo general es tecnológic­a” Mirta Averbuch Fundación Favaloro “los que tienen entre 25 y 45 años son los que más sufren la deprivació­n del sueño. Ya dormían menos de seis horas y, ahora con las series, pasaron a menos de cinco”

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Ignacio sánchez Una excepción: a la noche, Collarini prefiere leer antes que usar el celular

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