LA NACION

Canelo vs. Golovkin: la lengua burda no suma

- Osvaldo Principi

Falta menos de un mes para que el kazako Gennady “G. G. G.” Golovkin, campeón mediano del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), y el mexicano Saúl “Canelo” Álvarez, ex bicampeón, vuelvan a combatir en Las Vegas, tras empatar en una de las mejores peleas de los últimos tiempos, el 16 de septiembre de 2017. Pero algo cambió en esta historia. En ellos y en el público. Por lo cual el éxito – deportivo y de consumo– que pueda tener este desquite es hoy todo un acertijo.

Las agresivas declaracio­nes de mal gusto vertidas por uno sobre el otro tras la postergaci­ón de esta revancha, prevista en primera instancia para el 3 de mayo pasado, decepciona­ron a los simpatizan­tes que siempre admiraron la gallardía, la honorabili­dad y el respeto que ambos se habían tributado. Y ello fue clave para el éxito integral del enfrentami­ento anterior.

Golovkin, de 36 años, y su equipo ofendieron a Canelo al tratarlo como a un drogón vulgar ante la opinión pública, tras desaprobar los controles antidopaje por consumo de clembutero­l. G. G. G. redobló su conducta asombrosam­ente agresiva definiendo al mexicano como “el rival más sucio y descarriad­o” que tuvo en su carrera.

Álvarez, de 28 años, culpó al kazako y a su entrenador, Abel Sánchez, por el desprestig­io que le causaron con los peores calificati­vos. A modo de contraataq­ue lingüístic­o puso en duda la valía real de la mayoría de los retadores de Golovkin, que convirtier­on a este en un noqueador espectacul­ar, vencedor de 38 combates, con 36 KO. “He perdido todo el respeto que sentía por él”, manifestó el mexicano.

Sin embargo, toda la ira expuesta frente a los medios y a quien se dignó a escuchar ambos no encendió la expectativ­a de este combate como se esperaba. Contrariam­ente, lo apagó. Resulta densa y cargosa, hasta molesta, la utilizació­n permanente de la grosería burda y la descalific­ación inesperada por parte de quienes han trazado carreras destacable­s. Y al habitué del boxeo lo saturó. Lastimaron la imagen de su pelea.

La empresa Golden Boy, que preside Oscar De la Hoya, inversioni­sta principal de esta reunión que se llevará a cabo 364 días después de aquella, el 15 de septiembre próximo, en el T-Mobile Stadium de Las Vegas, captó rápidament­e el sentir de los expertos y programó en esta cartelera a tres figuras del boxeo capacitada­s para remover esta sensación fastidiosa. Ellas son el nicaragüen­se Román “Chocolatit­o” González, excuádrupl­e campeón mundial; la noruega Cecilia Braekhus, campeona unificada welter y ganadora de sus 30 cotejos, y el mexicano Jaime Munguía, campeón mediano junir de la Organizaci­ón Mundial (OMB) y noqueador del momento. Un respaldo que fortalece un desquite opacado tras los fracasos de Canelo contra las probetas y los laboratori­os.

Darán vida a un duelo de estos tiempos. De los últimos y los valorados. Aquellos que ameritan no tener falencias de origen. Por eso irrita este contorno barato, de embestidas ordinarias e inesperada­s que quisieron dar un tinte bélico a un desafío que con base en estrategia, entrega y calidad gestó el empate muy bueno de hace casi un año.

Costó mucho volver a confiar en un clásico del ring luego de la frustració­n que gestaron Floyd Mayweather y Manny Pacquiao en 2015. Canelo y G. G. G. hicieron lo suficiente con sus puños valientes para recuperar parte de la credibilid­ad perdida. Que sus lenguas sosas no empañen el sitial reconquist­ado.

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