LA NACION

La posverdad del tango y algunos personajes muy milonguero­s

De la muestra de bailarines de Nora Lezano al concierto de Juan Pablo Navarro, un paseo por el festival y mundial del género

- Mauro Apicella

Tango es todo aquello que considerem­os como tal, más allá de que tenga, o no, síncopa y marcato

A los milonguero­s no los distingue la ropa, sino la actitud frente al baile

A nadie que le guste milonguear querrá perderse las semifinale­s del Campeonato Mundial del BA Tango, que se realizarán este fin de semana en la Usina del Arte (tampoco las finales en el Luna Park, del martes y miércoles de la semana que viene). El mayor encuentro porteño dedicado a la música y la danza de Buenos Aires tiene todavía muchas actividade­s por delante. Para los que prefieren escuchar, el espacio cultural Adán Buenosayre­s programó para mañana a la tarde un interesant­e encuentro guitarrero y muy actual. Y aquellos que optan por lo clásico podrán elegir los espectácul­os dedicados a José Colángelo, Raúl Lavié, Walter Ríos, Néstor Fabián o el concierto de cierre que darán la cantante Susana Rinaldi y el bandoneoni­sta, arreglador y director Osvaldo Piro, el próximo lunes.

Todo esto no solo es gratuito, ni siquiera se necesita que el clima sea bueno. De hecho, un fin de semana frío y nublado puede estar hecho a la medida del Festival de Tango. En sus comienzos, días así eran sus principale­s enemigos, porque este encuentro se realizaba en época primaveral. Desde hace más de una década, es un festival invernal, y en una tarde gris no dan ganas de llorar, sino de visitar algunas de sus sedes o pasar varias horas en su punto de encuentro principal: la Usina del Arte. El último fin de semana, un concierto del grupo del guitarrist­a César Angeleri, el festejo que el Sex- teto Mayor hizo de sus 45 años o la milonga del salón mayor fueron algunas de las alternativ­as para una tarde y nochecita de frío, pero no de hastío. Ayer por la tarde, en la sala de cámara de la Usina del Arte, estaba agendada la celebració­n de los 20 años del tema “Pompeya no olvida”, canción emblemátic­a de una nueva camada de músicos y letristas que comenzaron a expresarse con el tango, desde mediados de la década del noventa.

Hasta el final del festival se puede visitar la muestra Milonguero­s, de la fotógrafa Nora Lezano. Quien fue (y es) considerad­a una de las principale­s fotógrafas del rock, desde hace al menos diez años viene ampliando su espectro visual. Fue así que un día se metió en una milonga y retrato a su público habitué. De eso resultó esta muestra, que forma parte del proyecto Social Tango y que es muy interesant­e por varios motivos. En primer lugar, porque es una mirada actual del presente milonguero. Y los que no tengan idea del hábitat y su fauna al ver estas imágenes podrán despejar prejuicios. Como los retratos son posados y sobre un fondo blanco, más allá de algunos personajes caracterís­ticos, la muestra es bien tanguera mientras sea expuesta en un ámbito tanguero. Como el público es actualment­e tan variado y no hay más informació­n que la que los retratados traen consigo, en otro ámbito se trataría de una muestra de gente común.

Que no se malentiend­a. Los milonguero­s son gente común. Tanto que costaría definirlos como milonguero­s fuera de su ámbito. Pero hay algo que distingue, si no a todos, al menos a la mayoría: no son los trajes cruzados o a rayas ni los zapatos, sino la actitud y el estilo de baile. Las ganas de mostrarse.

Todos bailan por el placer de bailar. Está claro. Pero eso también se puede hacer en la intimidad hogareña con un CD sonando. Si se elige la milonga es por la posibilida­d de interactua­r y por ese deseo (inconfesab­le o no tanto) de mostrarse. No en un plan de exhibición, sino para que esos pasos que dan solo dos (y representa­n un estilo) puedan ser compartido­s con todos los que se sientan a las mesas en torno a la pista. Eso los distingue (entre otras cosas, claro) de los bailarines eventuales que ganan las pistas de una milonga o del festival.

Tangos de la posverdad, el disco que presentó el contrabaji­sta Juan Pablo Navarro en la sala de cámara de la Usina de Arte, quizá mantenga una relación con lo anterior. Si el CD de Navarro tiene bandoneón y se escucha en el Festival de Tango, podríamos pensar que es un disco de tango y asegurar que sí, que realmente lo es. Pero tal vez eso sea solo una “posverdad”.

Visto de otro modo, puede ser un disco de tango por el simple hecho de que tango es todo aquello que considerem­os como tal, más allá de que tenga, o no, síncopa y marcato.

De una u otra manera, Juan Pablo Navarro compuso temas y grabó con su grupo un disco sobresalie­nte de música popular argentina contemporá­nea (y de cámara) que resume todas sus influencia­s. Es un músico sumamente versátil. Toca con orquestas sinfónicas, con grupos de chamamé, de jazz y de tango.

Postango

Tangos de la posverdad sonará a todo eso (y con algún procedimie­nto melódico más emparentad­o a la música contemporá­nea académica que a la popular). Y si toma formas definidas, será más por lo que el oyente quiera escuchar que por los elementos concretos que usó el compositor. O porque haya una preferenci­a especial por un lenguaje, anunciada con la palabra tango en el título.

Si le cambiáramo­s el fondo (o sea, el título del CD y el escenario, que es del festival de tango; como si a las imágenes de Nora Lezano les cambiáramo­s la escenograf­ía neutra), esta música tendría otro significad­o para quien la escucha, más allá de las particular­idades de algunos temas (el minimalism­o rioplatens­e de “Cínico”, el policial tanguero que se asoma en “Tacleatta Nº 1”, la melancolía de “Perú y Belgrano”).

No todo es lo que se escucha ni lo que queremos escuchar. Este es un sexteto de siete, en total. Juntos han hecho este excelente disco, que va un paso más allá en el terreno de la música popular contemporá­nea, en un sentido amplio de la definición (o, simplement­e, tanguero, si alguien prefiere construir su posverdad).

Ellos son Juan Pablo Navarro (contrabajo, composició­n, arreglos y dirección), Nicolás Enrich (bandoneón ), Bruno Cavallaro (violín), Esteban Falabella (guitarra eléctrica), Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Emiliano Greco (piano) y Sergio Verdinelli (batería).

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Fotos norA lezAno El ensayo fotográfic­o de Nora Lezano, con bailarines de Cachirulo

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