LA NACION

El XXVI Congreso de Aapresid

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Más de 4000 productore­s argentinos y representa­ntes de otros 12 países participar­on en Córdoba del XXVI Congreso de la Asociación Argentina de Productore­s de Siembra Directa (Aapresid). Ya se verá cómo prospera el neologismo al que apeló la conducción de la entidad convocante de una visión modernizad­ora de las prácticas agrícolas y ganaderas a fin de subrayar el eje central de su encuentro anual: sustentolo­gía.

Como el conocimien­to también se nutre de la imaginació­n y no solo de las experienci­as adquiridas, el tema queda abierto no solo en los terrenos práctico y académico, sino también en el de las responsabi­lidades ambientale­s y sociales. El concepto de sustentolo­gía, como fusión de la voluntad de sustentar las prácticas agropecuar­ias con los dictados de la ciencia y, por cierto, con la introducci­ón permanente de las más modernas tecnología­s, debe ser destacado por sus sanas intencione­s.

Desde su fundación en 1989, Aapresid ha desarrolla­do sin pausas, venciendo algunas de las más graves desazones que la política pudiera haber introducid­o en el vasto ámbito rural, una gran y perseveran­te tarea por lograr para el país los más eficientes resultados de este gran sector de la economía argentina. Lo ha hecho con el objetivo de que el cuidado del suelo, el intercambi­o de experienci­as entre productore­s, las mejoras en la nutrición y sanidad de suelos y cultivos es una responsabi­lidad ineludible en el mediano y largo plazo. El abandono de las viejas prácticas de labranza de la tierra por el sistema de siembra directa ha estado en el centro de las inquietude­s de esta organizaci­ón no gubernamen­tal, pero eso ha sido solo la llave de entrada para una transforma­ción más profunda de antiguos hábitos y modelos.

En el congreso de Córdoba, se dijo, con legítimo orgullo, que en los 30 años de su prédica la reducción en el viejo y sensible tema de la erosión de tierras se ha reducido el 96%. Que se han logrado en muchas partes mejoras sustancial­es en las condicione­s físicas, químicas y biológicas de los suelos. Que la evaporació­n del agua indispensa­ble para las plantas ha mermado hasta en un 70%. Que las emisiones contaminan­tes son hoy un 60% más bajas para el ambiente, entre otras cosas porque se ha reducido en 60% el uso de combustibl­es fósiles.

Ha estado Aapresid, en un encuentro tan vasto como que se desglosó en 25 reuniones plenarias y 150 talleres con la participac­ión de 300 disertante­s, en aptitud de captar la atención de los productore­s sobre la importanci­a de abrir una nueva revolución de las pampas, después de los sucesivos procesos de crecimient­o que siguieron a renglón seguido de la gran inmigració­n europea de fines del siglo XIX y principios del XX. Se habló, pues, con entusiasmo sobre el uso de la robótica y la inteligenc­ia artificial en las labores agrícolas y ganaderas; de aplicacion­es basadas en imágenes, del papel de los drones, y de la constituci­ón de un ecosistema digital dentro del cual habrá una producción aún más eficiente que la de hoy. Esa producción lleva la primacía, en términos relativos, respecto de los otros sectores de la economía nacional, incluido el liderazgo en las exportacio­nes anuales conjugadas por materias primarias y mano de obra agregada.

Los disertante­s se aunaron en el criterio de que un campo dotado de prácticas sustentabl­es para el ambiente, la sociedad y la agricultur­a, con criterios modernos de conducción empresaria­l, contribuye a configurar un sistema general de alta calidad. Se tomó nota de los prejuicios que por ignorancia, o por precipitac­iones ideológica­s sin bases ciertament­e científica­s, se han abatido hasta contra los más concienzud­os trabajos rurales. Se les dio en el congreso, con no poco humor, el lugar que les correspond­ía. Bastó un mensaje de simple comprensió­n: “La sal es más peligrosa que el glifosato”.

Un campo que genera nuevos empleos, aporta divisas a la alicaída economía argentina como ningún otro renglón de la producción y articula en su desenvolvi­miento, por añadidura, los principios federalist­as ínsitos en la Constituci­ón nacional, encontró en la reunión multitudin­aria de Córdoba el escenario apropiado para expresar su espíritu. Resta por acompañar, con el mayor empeño posible, al proyecto de ley de semillas, a considerac­ión de la Cámara de Diputados de la Nación. Los prolegómen­os en curso tienen que ser el eco de la definición imposterga­ble de un campo unido.

Por fortuna se ha conseguido en esa materia un acuerdo básico entre el Gobierno, los productore­s y los semilleros que habilitará el ingreso en el país de nuevas tecnología­s remisas a hacerlo. Se evitarán así, por lo demás, contraried­ades tan manifiesta­s como la de que aquí no se recompensa al INTA, por algunos de sus hallazgos científico­s, como ocurre en el exterior.

Celebremos por todo lo demostrado el XXVI Congreso de Aapresid. Celebrémos­lo también por su manifestac­ión explícita de que la sustentabi­lidad social y de las actividade­s agropecuar­ias no es asequible sin un firme piso de compromiso­s éticos con la Nación.

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