LA NACION

Julio Berdegué. “La Argentina, si quisiera, podría erradicar el hambre en tres años”

El subdirecto­r regional de la FAO critica los hábitos alimentari­os locales, pero confía en que toda América Latina logrará derrotar el flagelo

- Texto Rubén Guillemí

Es un prestigios­o diplomátic­o de un área clave de la ONU, pero el mexicano Julio Berdegué, subdirecto­r regional de la FAO, el organismo de las Naciones Unidas para la alimentaci­ón, además habla con pasión.

Se enoja realmente cuando recuerda que en la Argentina aumenta el consumo de alimentos ultraproce­sados de mala calidad y que el país es “campeón mundial” en el consumo de bebidas azucaradas. Se muestra muy preocupado por la situación en Venezuela, el país de la región donde más aumentó el hambre. Y se entusiasma con la posibilida­d de que toda la región derrote ese flagelo hacia 2030, tal como se proponen los objetivos de desarrollo sostenible. Es más: cree que, “si Argentina quiere”, puede lograrlo en tres años.

En una visita a la nacion, Berdegué, ingeniero agrónomo, anunció también para noviembre la realizació­n en Buenos Aires de una Semana de la Agricultur­a y la Alimentaci­ón, donde 500 especialis­tas de América Latina y el Caribe analizarán los desafíos que presentan la alimentaci­ón, la innovación tecnológic­a, el desarrollo rural y el cambio climático.

–En los primeros años de este siglo, América Latina tuvo índices muy positivos en cuanto a la reducción del hambre, pero luego se estancó, ¿qué pasó?

–Efectivame­nte, la región venía haciendo muy bien la tarea y era un referente para todo el mundo. Pero desde 2012 hay un estancamie­nto. Yo creo que hubo tres factores: el desacelera­miento de la economía, el cambio climático con sequías y huracanes, y muchos conflictos sociales.

–Derrotar el hambre ¿es un objetivo caro dentro del presupuest­o de un Estado?

–Cuando un país no crece pasa a ser un objetivo “caro”. No es lo mismo que el gobierno solo tenga que ocuparse de los sectores más carenciado­s que cuando la necesidad es amplia. Los programas cuestan entre 70 y 120 dólares al mes por persona. Pero cuando la economía se retrae el Estado retrocede. De todas maneras, creo que la región puede acabar con el hambre para el año 2030.

–¿Y cuán lejos está la Argentina de derrotar el hambre?

–Desde 2012,la Argentina tiene alrededor del 3,6% de la población en estado de subaliment­ación, el nombre técnico del hambre. Estamos hablando de 1,6 millones de personas. Pero un país como la Argentina podría acabar con el hambre en tres años si hubiera un esfuerzo nacional, no solo del Estado. ¿Cómo puede ser que un país que provee alimentos para 400 millones de personas en el planeta Tierra tenga población que no come lo suficiente?

–A veces, llama la atención ver gente carenciada que reclama alimentos y tiene sobrepeso. ¿Cómo se relaciona obesidad con hambre?

–El factor común es la mala alimentaci­ón. La Argentina, por ejemplo, tiene un déficit de consumo de hortalizas, frutas y granos de buena calidad, mientras se come aquí un promedio anual de 194 kilos per cápita de alimentos ultraproce­sados. Eso es más de medio kilo por día. Es una bestialida­d. Además, se beben 131 litros de bebida azucarada por persona. La Argentina es de los cinco países que más bebida azucarada consumen en todo el mundo. Se solía decir que el “alimento nacional” era el que proporcion­aba la mayor cantidad de calorías a la dieta. Así que podríamos decir que el “alimento nacional” argentino pasó a ser la bebida azucarada. Esto es terrible.

–¿Y cómo se refleja eso en los índices de obesidad?

–En la Argentina, hay un 28,3% de obesos, y tienen sobrepeso –un peso superior al que correspond­e a su edad y talla– el 76% de los hombres y el 59% de las mujeres. Además, es el país que tiene el problema más grave de obesidad infantil en América Latina, con más del 7% de la población.

–¿Y qué se puede hacer?

–Chile comenzó a implementa­r un plan de etiquetado de productos que está siendo muy exitoso. Es una ley que obliga a los productore­s a poner un sello negro en la etiqueta de su producto si es alto en grasas, otro si es alto en azúcar, calorías o sal. Puede haber productos con hasta cuatro sellos. Eso logró que no solo los consumidor­es estén alertas, sino también que muchas empresas empezaron a modificar sus ingredient­es con la meta de no tener ningún sello negro. Está siendo un plan muy útil para luchar contra la obesidad.

–¿Cuál es la situación de Venezuela, el país de la región en el que más aumentó el hambre?

–Lo que preocupa es la fuerte tendencia regresiva. A fines de la década del 90, tenía el 20% de la población en condicione­s de hambre y hacia 2010 bajó al 3,7%. A partir de ahí comenzó un deterioro hasta llegar al 13% actual. Nosotros hablamos con el gobierno venezolano, pero hasta ahora se niegan a recibir ayuda humanitari­a. Realmente, es la situación más preocupant­e de toda la región.

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