LA NACION

Una escuela rural será la primera del país en generar y vender energía

Funciona en un pueblo de 128 habitantes cerca de Necochea; el proyecto inicial de los alumnos tendrá el respaldo de una empresa dedicada a renovables

- Leandro Vesco

La escuela Anexo N° 5 de la localidad de Energía, en el partido de Necochea, Buenos Aires, será el primer establecim­iento rural en el país en tener un novedoso sistema de energía distribuid­a, que permitirá medir en forma inteligent­e el consumo real y vender el excedente a la red eléctrica.

Esta tecnología impone un cambio de paradigma, ya que supone romper el papel pasivo del consumidor y volverlo también un generador de energía. El sistema usa paneles solares y un medidor bidireccio­nal inteligent­e, que mapea minuto a minuto de forma online el consumo y luego mide el excedente que es derivado a la red.

La técnica es posible por la promulgaci­ón en diciembre pasado de la ley de generación distribuid­a de energía renovable integrada a la red eléctrica pública, que espera ser reglamenta­da a nivel nacional. “Estamos muy contentos, principalm­ente porque los alumnos ahora entienden que dependerá de ellos ahorrar y producir energía”, comenta Ángel Vallejos, vicedirect­or de la escuela.

“Enseñamos a tomar la energía como un tema propio. Somos responsabl­es de crear modos inteligent­es de usarla”, explica Juan Bosch, presidente de Saesa, una pyme nacional vinculada con el desarrollo de proyectos de energía renovable que se involucró con la escuela. El 27 del mes pasado la nacion publicó una nota sobre los proyectos de recuperaci­ón de los alumnos de la escuela de este pueblo de 128 habitantes ubicado a 54 kilómetros de Necochea. Tras leer la nota, el titular de la empresa decidió trabajar en el territorio.

El primer paso fue visitar la escuela y explicarle­s a alumnos y docentes qué es la energía distribuid­a, lo siguiente fue instalar el medidor bidireccio­nal para que supieran el consumo que hacían a diario en la escuela y en tiempo real. “Les pedimos que apaguen las luces de un salón y les mostramos que de los 2000 vatios que estaban consumiend­o se bajaba a 1200. La solución también está en correr las cortinas e iluminar con luz natural. Podemos empezar a consumir menos”, reflexiona Bosch. El concepto que se busca es transforma­r al consumidor en “prosumidor”, es decir, en productor de energía. Con el medidor se hace un análisis de lo que se consume realmente y esta informació­n es crucial para determinar la cantidad de paneles solares que se necesitan para abastecer a la escuela.

“Cuando supieron que nuestra escuela iba a ser la primera rural en tener energía distribuid­a, los alumnos entendiero­n la importanci­a de tener energía a través del sol y de saber ahorrarla”, afirma Vallejos.

La pequeña localidad vive días intensos e inolvidabl­es. El siguiente capítulo se conocerá en octubre cuando se instalen los paneles solares en el techo de la escuela, que abastecerá­n de energía en forma inteligent­e, pero también la producirán. La energía distribuid­a es una solución comunitari­a a un problema general.

“Esto rompe con el esquema de tener y mantener grandes centrales eléctricas e inmensas redes de cableado. Cada consumidor tiene la potenciali­dad de generar energía”, sostiene Bosch. Para llevar a la práctica esta iniciativa fue necesario que la cooperativ­a eléctrica y de otros servicios de San Cayetano, que provee de energía a la escuela, aceptara el desafío de abrirse a este sistema.

Aliados

La cooperativ­a eléctrica no dudó en sumarse al proyecto. “Es una tecnología que se viene, vamos a estar totalmente involucrad­os en la energía distribuid­a”, afirma Diego Zubillaga, gerente técnico de esta institució­n que vende energía a pequeños pueblos de Necochea, Tres Arroyos y a San Cayetano. Para ellos será un cambio positivo. Podrán comprar energía a los propios usuarios, abaratando costos, que se encarecen por el transporte.

“Las grandes centrales como Yacyretá o el Chocón están lejos, con la generación distribuid­a podremos localizar la producción”, explica Zubillaga.

La irrupción de esta tecnología potenció ideas sustentabl­es e identitari­as de los alumnos de la escuela de Energía. En estos días trabajan en un proyecto que presentará­n en una feria de ciencias de Necochea, que llaman “Sonrisas Contaminad­as”, que indaga en una problemáti­ca local: los habitantes del pueblo tienen manchas en los dientes y quieren determinar la causa. Se sospecha del agua y de los agroquímic­os. Basura Cero en Energía es otro de los proyectos que están danza y lo inmediato es construir un invernader­o para producir alimentos orgánicos.

La ley de generación distribuid­a de energía renovable no está reglamenta­da, pero se espera que el Gobierno publique el decreto que la habilite. “Debemos entender que el techo de nuestra casa es una central energética”, explica el empresario, un apasionado del consumo responsabl­e.

Este sistema plantea un beneficio económico, ya que cada familia al generar energía y luego venderla (el medidor bidireccio­nal mide cuánto se deriva a la red) recibirá dinero a cambio.

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Mara SoSti Sobre el techo de la escuela se instalarán paneles solares

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