LA NACION

La otra Casa Amarilla. Una joya de estilo colonial que atrae nuevos residentes

Se construyó hace casi 100 años en Chacarita, donde antes había caballeriz­as; la eligen para vivir y también como set de filmación

- Virginia Mejía

El barrio de Chacarita, con sus parques, casas bajas e infinitas florerías, esconde un pintoresco tesoro de la arquitectu­ra de principios del siglo pasado conocido como la Casa Amarilla. Está situada en las antiguas caballeriz­as de la comisaría 29ª y fue pintada de igual color que la otra Casa Amarilla, la de Almirante Brown, en La Boca. Mientras que la del sur de Buenos Aires es una típica casona inglesa, la de Chacarita, en cambio, es de estilo colonial español, lo que la convierte en uno de los pocos ejemplares porteños de este tipo que sobreviven dentro de la categoría de casa popular de renta de su época.

Si bien a la vivienda de Chacarita también se la conoce como Pasaje Olleros 3951, en realidad no se trata de un pasaje. El pasillo interno es privado, sin salida hacia la avenida Federico Lacroze. De todos modos, el patio andaluz, con su fuente, bancos de mayólicas, baldosones, macetas con plantas y bicicletas, es mágico. Conforma el corazón de las 36 unidades tipo PH distribuid­as en tres plantas y conectadas por puentes a cielo abierto. La original estructura le brinda ritmo y escala al recorrido por los diferentes pisos.

Además, a pesar de estar en una zona de mucho tránsito vehicular, a dos cuadras del cementerio, el patio es un oasis de silencio en el que se cruzan y se saludan a diario los habitantes de los departamen­tos y donde los chicos en verano se reúnen a jugar, tal como lo hacía el actor cómico Carlos Balá, quien pasó allí su infancia. Según recuerda Graciela Pousa, que reside en la casa prácticame­nte desde que nació, “Balá vivía en el segundo piso, con su mamá y su hermana. Eran épocas en las que la mayor parte de los departamen­tos estaban habitados por familias”.

Ahora, el público cambió. La gente joven pasó a ocupar los PH, cada uno identifica­do por un número en la puerta. “Me encanta este tipo de casa, genera una buena onda entre todos”, afirma María Inés, otra de las moradoras, mientras su vecino Gabriel Núñez no deja de sorprender­se de la cantidad de personas que piden ingresar al patio para tomarse fotos o le preguntan a la encargada si aún queda algún departamen­to sin alquilar.

El estilo de construcci­ón es tan pintoresco que allí se filmaron varias publicidad­es, e incluso películas, como Igualita a mí, de Adrián Suar. En esa ficción se hablaba de la demolición de la vivienda para construir torres, pero en realidad se trata de un inmueble que cuenta con una protección otorgada por el gobierno de la ciudad. En 1991, se lo declaró “testimonio vivo de la memoria ciudadana” por haber mantenido su carácter y ornamentac­ión a través del tiempo.

La historia del origen de la Casa Amarilla está rodeada de misterios. Los únicos datos disponible­s indicarían que la obra estuvo a cargo de un constructo­r a pedido de una mujer propietari­a de los terrenos en los que se ubicaban las caballeriz­as de la comisaría 29ª. La fecha de culminació­n de los trabajos se estima entre 1920 y 1926, informa el diseñador gráfico Marcelo Kohan desde su estudio montado en el segundo piso de la propiedad.

“Los antiguos planos de Obras Sanitarias demuestran su antigüedad”, dice el diseñador, al tiempo que destaca el interés del consejo de administra­ción en mantenerla en buen estado, pintándola cada cuatro años con su caracterís­tico color amarillo, que en realidad no es el original, pero que es el que luce desde hace varias décadas. Fue el elegido por los propios vecinos para otorgarle un tono color ocre, típico del estilo colonial.

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RiCArdo pristupluk El patio andaluz, uno de los encantos de la casa de Olleros 3951

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