LA NACION

La dictadura de Nicaragua

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Desde hace varios meses el clima político y social de Nicaragua ha sufrido un pronunciad­o deterioro por cuenta de la desproporc­ionada represión del gobierno del presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresid­enta Rosario Murillo.

A ello se suma la incertidum­bre generada por la mermada economía, la violencia que no cesa y el éxodo de ciudadanos atemorizad­os por una situación sin perspectiv­as de pronta solución.

Las cuestiones acumuladas por años de abusos de la familia presidenci­al y sus deseos de eternizars­e en el poder han provocado la reacción de los nicaragüen­ses, dando lugar a detencione­s ilegales y arbitraria­s, prácticas de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradante­s; censura y ataques contra la prensa, y asesinatos y masacres de opositores a manos de la policía y aparatos paramilita­res, que son moneda corriente. Ya hay 450 personas asesinadas, 2800 heridos y casi 500 detenidos, según ONG de derechos humanos.

La región conoce este tipo de gobiernos que alguna vez fueron democrátic­os, pero que con el tiempo hicieron el tránsito hasta convertirs­e en feroces dictaduras que se empeñan en aferrarse al poder. Sus líderes dicen odiar y condenar los regímenes autoritari­os, pero pronto hacen curso para convertirs­e en dictadores y pasan a la vanguardia para coartar las libertades, hacerle pasar hambre al pueblo y masacrarlo si llega a protestar.

La Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) y el Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos han responsabi­lizado al gobierno de Nicaragua de las graves violacione­s de derechos humanos, concretame­nte por “asesinatos, ejecucione­s extrajudic­iales, maltratos, posibles actos de tortura y detencione­s arbitraria­s cometidos en contra de la población mayoritari­amente joven”.

Pero también está ocurriendo otro lamentable proceso en Nicaragua con la anuencia de su gobierno totalitari­o. Se trata de la toma de propiedade­s, tanto urbanas como rurales, por parte de simpatizan­tes del régimen.

Hace ya tres meses que comenzaron estas tomas y apropiacio­nes, que hasta el presente totalizarí­an poco más de 6000 hectáreas, de las cuales 4500 aún se encuentran en poder de los apropiador­es. Las otras fueron recuperada­s por sus legítimos propietari­os.

Paradójica­mente, la crisis actual ha coincidido con el aniversari­o 39 del triunfo de la revolución sandinista, que el 19 de julio de 1979 puso fin a la dictadura de Anastasio Somoza.

Fue Ortega, como líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), quien encabezó la Junta de Gobierno de Reconstruc­ción Nacional que sucedió al dictador derrocado y que en la actualidad se ha convertido en uno de los peores opresores que ha tenido el pueblo de Nicaragua.

Como lo hemos señalado, el gobierno argentino, junto con otros 12 países de la región, ha condenado sin atenuantes la represión llevada a cabo por el matrimonio presidenci­al.

Los nicaragüen­ses piden democracia, justicia, tolerancia, respeto a los derechos humanos, necesidade­s primarias que, por desgracia, en la Nicaragua de Ortega han dejado de satisfacer­se.

La comunidad internacio­nal debe redoblar sus esfuerzos para que países como Venezuela y Nicaragua regresen a la plena vigencia de la democracia y el Estado de Derecho, principios de los cuales jamás debieron apartarse.

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