LA NACION

Un gesto para fortalecer la democracia en la región

- Gabriel C. Salvia

El XXIV encuentro del Foro de San Pablo, realizado del 15 al 17 de julio pasado en La Habana, culminó con una declaració­n que incluyó un cerrado apoyo a los autoritari­smos de Venezuela y Nicaragua, ya la aspiración anti democrátic­ade Evo Morales de perpetuars­e indefinida­mente en el poder.

Y entre críticas a la organizaci­ón de Estados Americanos (oEA) y al Grupo de Lima, la declaració­n del reciente Foro de San Pablo planteó “convertir la defensa de la Celac en objetivo político prioritari­o a promover por todos nuestros partidos, movimiento­s sociales y populares, desde cada escuela, universida­d o espacio de creación intelectua­l”.

Para los países latinoamer­icanos que aspiran al desarrollo en democracia, la Celac no solamente es un organismo ineficaz y una poco acertada inversión de tiempo y recursos. Su real objetivo es que el bloque de la Alianza Bolivarian­a para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) influya y condicione políticame­nte al resto de los países de la región con el expreso propósito de convertir la Celac en “única vocera de la región en los foros, organismos y organizaci­ones internacio­nales”.

Vale la pena recordar que la creación de la Celac, en febrero de 2010, decía asentarse en el respeto irrestrict­o del Estado de Derecho, la defensa de la democracia, el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamenta­les como requisitos básicos para integrar el organismo.

Incluso el 3 de diciembre de 2011 la Celac adoptó, irónicamen­te en Caracas, la “Declaració­n especial sobre la defensa de la democracia y el orden constituci­onal”, suscripta también por Cuba, cuyo régimen político de partido único la viola expresamen­te. Sería ilusorio pensar que la Celac aplique su cláusula democrátic­a a Venezuela, Nicaragua o Cuba, pues en los hechos son los países del ALBA los que manejan a su antojo este organismo.

El espíritu bolivarian­o de la Celac se intentó disimular apelando a la “unidad en la diversidad”, como si la democracia y la república fueran lo mismo que la dictadura y la ausencia de Estado de Derecho .

Por su parte, Rafael Correa, siendo presidente de Ecuador, afirmó en la II Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno en La Habana, en enero de 2014, que la Celac debería sustituir a la oEA.

Por lo tanto, resulta contradict­orio que los países del Grupo de Lima formen parte de un organismo como la Celac, que se define como “mecanismo interguber­namental de diálogo y concertaci­ón política”, cuando Estados que lo integran reprimen a la oposición política, y que al mismo tiempo se propone suplantar a otro del cual forman parte y que cuenta con una institucio­nalidad superior, como es el caso de la oEA.

En consecuenc­ia, los países de América Latina que integran el Grupo de Lima deberían abandonar la Celac, quitándole así la legi- timidad a un organismo liderado por los autoritari­smos y al mismo tiempo dejando en claro que convivir con las diferencia­s políticas tiene como límite no convalidar a gobiernos antidemocr­áticos.

Hasta el momento, la comunidad democrátic­a regional no ha podido hacer mucho frente al colapso total del Estado de Derecho y la criminal represión estatal en Venezuela y Nicaragua. Por lo tanto, frente a lo que se está viviendo en estos dos países, junto a la negación de las libertades en Cuba, más la erosión de la institucio­nalidad democrátic­a en Bolivia, permanecer en este organismo filoboliva­riano llamado Celac es una falta de respeto para todos los activistas reprimidos de sus derechos humanos, los opositores políticos perseguido­s y encarcelad­os, y muy especialme­nte para las víctimas del terrorismo de Estado.

Director general del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina

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