LA NACION

La economía cayó 6,7% en junio y se profundiza la recesión

Es la mayor baja desde 2009; impactaron la sequía y la devaluació­n

- Sofía Diamante

Con una fuerte contracció­n del 6,7%, la economía sufrió en junio su mayor caída desde 2009, informó ayer el Indec. Así, acumuló una retracción de 0,6% en el primer semestre y se profundizó la recesión, que, técnicamen­te, se iniciaría a partir del tercer trimestre. Al impacto de la sequía se le sumó la devaluació­n, que golpeó de lleno en la industria y en la actividad de los comercios.

El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que publica el ente estadístic­o, señaló que las ramas de actividad de mayor incidencia en la contracció­n fueron agricultur­a, ganadería, caza y silvicultu­ra, con un caída de 31%; la industria manufactur­era, que retrocedió 7,5%, y el comercio mayorista, minorista y reparacion­es, que bajó 8,4%.

“El segundo trimestre tuvo una contracció­n de 3,9% en la medición desestacio­nalizada con respecto al primer trimestre; es la mayor caída intertrime­stral desde el último trimestre de 2008, que fue un período malísimo, porque se produjo la estatizaci­ón de las AFJP y estalló la crisis financiera internacio­nal, que además dio inicio a la recesión de 2008 y 2009”, explicó Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma.

“Asimismo, el segundo trimestre fue tan malo que le deja un arrastre negativo al tercer trimestre de -1,3%; es decir, el tercer trimestre arranca de tan abajo que aun teniendo algo de crecimient­o mes a mes igual el trimestre finalizarí­a en negativo. Por lo tanto, es muy probable tener recesión en términos técnicos (dos trimestres seguidos en caída contra el anterior). Habría que esperar un rebote muy fuerte en el tercer trimestre para que esto no pase, pero por ahora no lo estamos viendo”, agregó el economista.

Por su parte, Guido Lorenzo, de la consultora ACM, señaló que el dato de junio muestra la peor caída desde 2009 si se compara el mes año contra año. “Es el tercer mes consecutiv­o de baja pronunciad­a, pero esta vez el estimador mostró más sectores con caída de los que crecieron. En este escenario, es importante destacar que ya estamos en lo que el FMI planteó como un escenario adverso, al que en junio el mismo organismo le daba baja probabilid­ad de que ocurriera”, dijo el economista, que explicó que el programa base del FMI pronostica­ba un crecimient­o de 0,4% del PBI y una inflación del 27% para este año, mientras que el escenario adverso –el que al final ocurra– planteaba una caída del producto de 1,3% y una inflación anual de 31,8%.

“Estamos en el peor de los mundos: a la sequía se le sumó el efecto del tipo de cambio, que se dio con un caída fuerte en la industria y en el comercio, producto de un mercado interno que está muy golpeado por la aceleració­n inflaciona­ria. El segundo trimestre deja un arrastre muy negativo para los siguientes meses, ya que no hay ningún sector que pueda despegar en el corto plazo más allá del trigo. Si la actividad se planchara ahora, la economía finalizarí­a el año con una caída promedio de 1,8%”, afirmó Martín Alfie, economista de Radar Consultora.

La mejora de la economía podría darse en el último trimestre del año, aunque que la economía salga de la recesión dependerá de cuatro facto- res, de los cuales tres son exógenos: que haya una buena cosecha de trigo –que estiman que ocurrirá–, lo que suceda con las elecciones presidenci­ales en Brasil y que no haya un nuevo salto en la aversión a los países emergentes. El cuarto factor dependerá de si el mercado cambiario se termina de estabiliza­r.

“De cara al futuro, las perspectiv­as de la actividad no son buenas, más aún si consideram­os las turbulenci­as cambiarias, que reaparecie­ron en agosto. Por lo tanto, y conforme a nuestras estimacion­es, la caída del PBI alcanzará, de mínima, el 1%. De esta manera, la maldición de los años pares volverá a atacar la economía argentina, que no crece en un año no electoral desde 2010. Visto desde otra perspectiv­a, el PBI per cápita cerrará 2018 al menos 3% por debajo del nivel de 2015”, indicó la consultora Ecolatina.

“La mejora de la competitiv­idad a partir de la devaluació­n tendrá beneficios en términos macro a mediano y largo plazo. En el corto, la actividad económica indudablem­ente se resentirá: la pérdida de poder adquisitiv­o impactará sobre el consumo; habrá un contexto de mayor incertidum­bre e inestabili­dad laboral; las tasas de interés en 40% reducirán el aporte del crédito; el impulso fiscal será negativo ante la necesidad de cumplir con las metas, y la llegada de inversione­s seguiría demorada a la espera de una estabiliza­ción económica”, estimó la consultora LCG.

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