LA NACION

Anatomía de un delito: sexo, sobornos y un intermedia­rio que se declaró culpable

Cómo se tramó la compra del silencio de dos examantes de Trump

- Jim Rutenberg y Rebecca Ruiz THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– El caso de violación de la ley federal de financiami­ento de las campañas y evasión impositiva que envuelve a la Casa Blanca se inició en el lugar menos pensado: el universo de la prensa sensaciona­lista. Ese universo está poblado por estrellas porno y conejitas de Playboy, soplones en las sombras y personajes megamillon­arios y ultrapoder­osos que pueden comprar el silencio sobre sus secretos en un mercado clandestin­o manejado por chimentero­s que imponen las reglas, el precio y muchas veces también la pérdida de reputación a pagar.

Ahora ese mundo cobra vida en las austeras páginas de los expediente­s de la Justicia Federal, que detallan violacione­s de las leyes impositiva­s y de financiami­ento de las campañas, involucran­do al presidente Trump y reavivando el debate sobre los “delitos y crímenes mayores” que exige la Constituci­ón para iniciar un juicio político.

“Hay que retrotraer­se al escándalo del Watergate para encontrar hechos tan jugosos e indignante­s”, dice Daniel A. Petalas, exjefe de aplicación de la Comisión Federal Electoral y exfiscal de la corrupción pública del Departamen­to de Justicia norteameri­canos. “Cuando hay figuras de la política involucrad­as en conductas que podrían ser sórdidas o inmorales, los otros personajes también suelen tener un historial propio interesant­e”.

Al igual que muchos escándalos políticos anteriores, este empezó por la típica preocupaci­ón que aqueja a algunos candidatos: que su prontuario de romances extramatri­moniales y demás actividade­s sexuales ponga en riesgo sus chances electorale­s.

Aunque parte de esta historia se conoció justo antes de las elecciones de 2016, los problemas para Trump empezaron hace más de una década, poco después del nacimiento de su hijo con Melania. Al parecer, fue entonces cuando se inició el romance de Trump con Stormy Daniels, a quien había conocido en un torneo de golf de celebridad­es, y también con Karen McDougal, por entonces conejita de Playboy, a la que conoció en la Mansión Playboy durante el rodaje de un episodio de El aprendiz, el reality de la NBC.

El gran aliado de Trump era la American Media Inc., la mayor editora de diarios sensaciona­listas de Estados Unidos, que controla casi todas las revistas de chimentos del país, un verdadero imán para cualquier personaje que tenga alguna historia bochornosa para vender sobre los ricos y famosos.

Los fiscales dicen que la American Media Inc. estuvo involucrad­a en las negociacio­nes para comprar el silencio tanto de Daniels como de McDougal, y, según revelaron, ya en agosto de 2015 el abogado Cohen se había comunicado con el presidente de la empresa, David J. Pecker, que se comprometi­ó a transforma­r a los informante­s de su grupo de medios en un cortafuego­s para bloquear potenciale­s problemas para Trump. Pecker acordó “ayudar a lidiar con las historias negativas sobre las relaciones de Trump con mujeres, entre otras cosas, colaborand­o con su equipo de campaña para detectar esas historias, permitir comprar el silencio de los involucrad­os y así evitar su publicació­n”. Según los fiscales, Pecker hizo esa promesa “en coordinaci­ón” con Cohen “y uno o más miembros del equipo de campaña”.

Los fiscales señalan junio de 2016 –época en que Trump se alzó con la candidatur­a republican­a– como el principio de esa trama para comprar el silencio de McDougal. Por entonces modelo y experta en fitness, McDougal había sido elegida Chica Playboy de 1998, pero tenía un pasado más decoroso como maestra de jardín de infantes.

McDougal ha dicho que decidió vender su historia en 2016 cuando otra exconejita de Playboy la sugirió por Twitter: temía que la historia se hiciese pública aunque ella no quisiera. Y cuando una amiga la convenció de que también podía sacar plata, decidió contactars­e con las revistas sensaciona­listas y contrató a Keith M. Davidson, un abogado de Los Ángeles, para que la ayudara en las tratativas.

Según los fiscales, cuando McDougal y Davidson se acercaron a American Media, Pecker y su máximo ejecutivo editorial, Dylan Howard, se lo informaron de inmediato a Cohen, abogado de Trump. Lo que es aún más relevante, dicen los fiscales, es que entonces Cohen los urgió a comprar la historia para hacerla desaparece­r “e impedir que influyera en la elección”.

Según la Primera Enmienda de la Constituci­ón de Estados Unidos, las empresas de medios tienen amplias libertades para comunicars­e con los candidatos y, según expertos legales en financiami­ento de las campañas, incluso para coordinar la cobertura de las campañas políticas. Pero si la empresa actúa por fuera de su “legítima función comunicaci­onal”, en coordinaci­ón con una campaña para desembolsa­r dinero y así influir en la elección, está realizando un aporte de campaña corporativ­o ilegal. Ahí es donde, según los fiscales, las relaciones entre Cohen, Trump y otros potenciale­s involucrad­os de su campaña giraron hacia la ilegalidad.

Cohen y Pecker tenían el compromiso compartido de proteger a Trump. Ambos ya habían tenido oportunida­d de ponerlo en práctico en julio de 2015. Cuando un hombre contactó a Cohen diciendo que tenía material fotográfic­o potencialm­ente compromete­dor de Trump firmándole los pechos a una mujer, Cohen lo derivó a la American Media Inc. para que negociara un acuerdo.

Y después está el romance con Stephanie Clifford, la exactriz porno conocida como Stormy Daniels. Trump la encontró en julio de 2006 durante el campeonato de golf American Century, donde Trump también tuvo un encuentro secreto con McDougal. Daniels había protagoniz­ado varias películas pornográfi­cas de alto impacto, como Space Nuts y Love Potion 69.

En 2016, Daniels intentó vender su historia en un momento de lo más inoportuno para Trump, justo después de que se filtrara un audio sin editar del programa Access Hollywood en que se lo escuchaba fanfarrone­ando sobre su costumbre de toquetear a las mujeres.

Una vez más, la American Media Inc. alertó a Cohen de los problemas en ciernes para su cliente. Al principio, Cohen tuvo problemas para conseguir los 130.000 dólares para pagarle a la exactriz, dinero que Trump no estaba demasiado dispuesto a entregar. Entonces, Daniels empezó a analizar venderle su historia a otro.

Según el expediente judicial, cuando el editor Howard se enteró de los planes de Daniels a través del abogado Davidson, le envió un mensaje urgente a Cohen para “coordinar algo al respecto”, ya que de lo contrario “sería muy feo para todo el mundo”. Fue entonces, según los fiscales, cuando Pecker y Howard hablaron con Cohen por una línea telefónica segura y lo convencier­on de pagar y cerrar un acuerdo.

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Stormy Daniels exactriz porno

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