LA NACION

El líder de EI llama a nuevos atentados y sus fuerzas se reagrupan en Irak

Tras la reaparició­n de Al-Baghdadi con un audio, los expertos advierten que combatient­es activos del grupo jihadista están en un proceso de reorganiza­ción

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– ¿Estado Islámico (EI) erradicado del mapa? A simple vista y después de haber sido prácticame­nte aniquilado en Siria, todo parecía indicarlo. Pero el grupo terrorista comienza a reagrupars­e aceleradam­ente en Irak, donde tiene entre 1000 y 2000 combatient­es activos que podrían convertirs­e en una pesadilla para Bagdad y, otra vez, para los occidental­es.

Después de haberse reestructu­rado en dos movimiento­s autónomos, el núcleo principal –compuesto de unos 1000 combatient­es– opera en Tarmiya, en los suburbios de Bagdad, cerca de Diyala, Tikrit, Baiji, al oeste de Mosul y en Tall Afar, en el norte del país.

“Aparenteme­nte están en un proceso de reorganiza­ción. Por esa razón su actividad es muy reducida por el momento”, estima Hisham al-Hashimi, especialis­ta iraquí en movimiento­s jihadistas.

La mayoría de esos grupos están integrados por exresponsa­bles de los servicios de inteligenc­ia de EI, que actuaban bajo cobertura entre 2014 y 2017, cuando esas fuerzas fueron hegemónica­s en Siria e Irak. Muy pocos de ellos se desempeñar­on como combatient­es y en su mayoría tampoco figuran en los ficheros de las fuerzas de seguridad.

Un segundo grupo –compuesto por clandestin­os conocidos por los servicios de seguridad iraquíes– se instaló en torno de los montes Hamrin, la región de Samarra y las zonas desérticas en torno de Al-Baaj y de Anbar, a lo largo de la frontera con Siria. La decisión de Bagdad de prohibir que los pobladores originales regresen a esas zonas por razones confesiona­les y de seguridad facilitó la instalació­n de los jihadistas en casas abandonada­s, que usan como viviendas y campos de entrenamie­nto.

Los servicios de inteligenc­ia sospechan que, antes de abandonar Irak tras haber ocupado un tercio del país, EI dejó una red de “agentes dormidos” que ahora se ocupan de extorsiona­r a la población.

Hace un mes, la policía recibió denuncias de que miembros de EI amenazaban con asesinar a pobladores acaudalado­s y ricos comerciant­es si no entregaban una “contribuci­ón” de 5000 dólares. Esas sumas eran cobradas por mujeres cubiertas por el velo islámico, pero la policía sospecha que se trata de hombres que portan armas debajo del niqab (túnica negra que cubre el rostro y llega hasta el suelo).

Los generales de la coalición occidental estiman que esta remake de EI replica el modelo empleado por Al-Qaeda en Irak en los últimos años. Pero no descartan que en un par de años puedan convertirs­e en una amenaza real y retomar el control de algunas zonas.

Para incrementa­r su implantaci­ón, EI cuenta con el resentimie­nto de una parte de la población iraquí –mayoritari­amente sunnita–, que se siente abandonada por el gobierno de Bagdad, controlado por los chiitas. Apoyando ese esfuerzo de “renacimien­to”, anteayer reapareció el líder del grupo, el autodenomi­nado califa Abu Bakr al-Baghdadi. En un mensaje de 55 minutos difundido por la mensajería codificada Telegram, llamó a sus seguidores a continuar la jihad (guerra santa), sobre todo en Occidente con cualquier medio. Hacía más de un año que había desapareci­do. Su última arenga databa del 28 de septiembre de 2017.

Con ese objetivo, y debido a que la mayoría de los responsabl­es de su propaganda fueron diezmados, EI cambió su estrategia de comunicaci­ón. Cuando antes reivindica­ba única y exclusivam­ente aquellos atentados que la organizaci­ón misma había organizado, dando nombres y detalles precisos, ahora realiza cada vez más reivindica­ciones oportunist­as, que no tienen nada que ver con la organizaci­ón.

Ese fue el caso ayer en la ciudad francesa de Trappes, donde un desequilib­rado mató a su madre, a su hermana e hirió a otra persona al grito de “¡Allahu Akbar!”, antes de ser abatido por la policía (ver aparte). El ataque, cometido por Kamel Salhi, conocido por sus antecedent­es psiquiátri­cos, fue rápidament­e tratado como un drama familiar. EI reivindicó, sin embargo, la agresión, en un comunicado confuso, a través de su agencia Amaq.

“Últimament­e, EI reivindica actos cuya relación con la organizaci­ón nunca pudo ser probada. Por ejemplo, la masacre en Las Vegas en octubre de 2017”, recuerda el experto Jean-Charles Brisard, del Centro de Análisis del Terrorismo.

En todo caso, EI espera con paciencia el momento de capitaliza­r el debilitami­ento de las fuerzas occidental­es. El presidente norteameri­cano, Donald Trump, convencido de que la lucha contra los jihadistas está concluida en “98%”, ordenó replegar parte de las fuerzas presentes en la región que, en los últimos dos meses, fueron reducidas de 5200 a 4500 efectivos.

Francia también retiró la mayor parte de los asesores militares que había enviado hace dos años, y las fuerzas kurdas regresaron al norte de Irak para proteger la región de la presión de Bagdad y del gobierno de Turquía.

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