LA NACION

La estatua ecuestre de Alvear volverá a lucir su tono verde original

En 2015, la obra de Bourdelle fue pintada de negro; hubo fuertes críticas; asesorada por un experto francés, la Ciudad la pondrá en valor y le restablece­rá el color

- Virginia Mejía

Una de las mejores esculturas de la Argentina, el monumento ecuestre a Carlos María de Alvear, en Recoleta, volverá a lucir el tono verdoso del bronce original con el que la ideó el francés Antoine Bourdelle. La obra, que muestra a un caballo relinchand­o y al general saludando a la Nación, dejará de estar cubierta por la pátina de grafito oscura cuestionad­a por expertos y entidades defensoras del patrimonio. Para limpiarla, trasladaro­n al centro de salvataje de estatuas de Palermo las cuatro piezas alegóricas que la circundaba­n y, en breve, colocarán andamios para poder subir a recuperar la figura principal.

Pruebas realizadas in situ el año pasado por expertos de Francia, quienes viajaron alarmados por el nuevo tinte, determinar­on que la operación de limpieza se podrá concretar en forma manual y mecánica con polvos vegetales específico­s para bronces, que no dañan la superficie ni eliminan la pátina del tiempo.

Hace tres años, la figura del prócer amaneció teñida de negro al igual que las que recuerdan a otros héroes, como el general Justo José de Urquiza o Simón Bolívar. Las intervenci­ones desataron críticas de quienes considerar­on que las esculturas no se pintan, y que la pintura le otorga un aspecto homogéneo y duro al monumento, emparentad­o al hierro fundido. Desde el gobierno porteño explicaron entonces que la medida había sido necesaria para proteger las piezas de grafitis, desechos de palomas y ataques vandálicos a los que están frecuentem­ente sometidas en el espacio público.

Las ONG defensoras del patrimonio celebraron la medida de devolver a Alvear su color original y pidieron que también se restauren el resto de las esculturas ennegrecid­as. “Me parece bien que las limpien. La pátina la define el escultor con diversos ácidos y se la debe respetar. Es como repintar un cuadro, no se puede alterar la superficie. Fue un disparate lo que han hecho con varios monumentos, parecen muñequitos de plástico”, dijo Germán Carbajal, de Basta de Demoler. “Las esculturas deben volver a su color original”, agregó la Fundación Ciudad. Ambas organizaci­ones solicitaro­n al gobierno porteño que “deje las obras en manos de los que saben”.

El monumento fue considerad­o por Bourdelle como su obra maestra. La figura del general tiene cinco metros de altura, se apoya en un amplio pedestal de granito de 13 metros –obra de Alejandro Bustillo– rodeado por una plataforma escalonada de 20 metros cuadrados. Corona la Plazoleta Julio de Caro, en la intersecci­ón de las avenidas Alvear y del Libertador.

Su puesta en valor, anunciada el año pasado, finalmente se concretará ahora gracias a un acuerdo que firmarán en los próximos días el Ministerio de Cultura de la Nación; el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño; la embajada de la República Francesa; la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos; la Dirección General de Espacios Verdes porteña, y el Institut Français d’Argentine. Además, los trabajos contarán con el asesoramie­nto del restaurado­r especialis­ta en esculturas de bronce Antoine Amarger, uno de los críticos de la pátina negra. Amélie Simier, directora del Museo Bourdelle de París, manifestó su voluntad de colaborar con el proyecto.

“Para facilitar la realizació­n de tareas se retiraron del basamento las figuras que circundaba­n al patriota y que también habían sido pintadas de negro. Ahora, yacen en el predio del área de Monumentos y Obras de Arte (MOA), donde funciona el centro porteño de salvataje de estaturas”, dijo Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos.

El monumento a Alvear fue inaugurado en 1926. Bourdelle trabajó en la obra desde 1914 hasta 1925, cuando finalmente fue enviada a Buenos Aires desde Francia. Por entonces, el artista era considerad­o uno de los escultores más visibles del París inmediatam­ente anterior a la guerra. El encargo lo hizo sumamente feliz; era una oportunida­d única. Los archivos conserva dos permiten seguir el nacimiento y la realizació­n de la escultura. Firmó el contrato en 1913 y se comprometi­ó a que estuviese listo para su envío en junio de 1915. Al estallar la guerra todo cambió: el precio de los materiales subió, lo que generó litigios que duraron años.

Bourdelle tuvo que guardar ciertas partes del monumento que estaban terminadas, pero no podían ser enviadas a la Argentina. Se refugió en Montauban, donde continuó la preparació­n de la obra. Realizó dibujos de acuarelas de soldados, caballos, partes del equipamien­to ecuestre (rienda, silla, estribos) y militar (casco, cinturón y charretera­s). Innumerabl­es planos, bocetos, maquetas en papel, en barro o yeso, conservado­s en su mayoría en el Museo Bourdelle de París, dan testimonio del considerab­le trabajo encarado por el artista.

Las dos primeras alegorías, la Fuerza y la Victoria, aparecían ya en el contrato de 1913. Las otras dos, la Elocuencia y la Libertad, fueron definidas más tarde. Bourdelle pensó primero en representa­rlas sentadas. En la maqueta definitiva, de 1915, estos cuatro “soldados símbolos y colaborado­res del brigadier general Alvear” –como señaló– ya estaban de pie, parados sobre una especie de espolones que salen del pedestal a un tercio de su altura. Tratadas como estatuas-columnas, simplifica­das y alargadas al extremo, refuerzan el impulso del monumento y suavizan a la vez la austeridad de la base.

En Recoleta se encuentran también otras dos obras del autor: Heracles arquero, una réplica de la pieza original que está en Francia, instalada en la Plaza Dante, y a pocos metros el Centauro moribundo, a un lado del Museo Nacional de Bellas Artes.

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Archivo Hasta 2015, el monumento exhibió su tono verdoso original
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F. massobrio Las piezas de la base fueron retiradas para repintar la figura principal

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