LA NACION

Dificultad­es de la gobernabil­idad en tiempos de incertidum­bre

- Sergio Berensztei­n

La economía política argentina está montada en un esquema institucio­nal y de política pública tan endeble que la gobernabil­idad queda en riesgo ante cualquier leve brisa que sopla en el mundo y, por supuesto, como consecuenc­ia de gran parte de los conflictos domésticos que afloran casi constantem­ente. Si ambos desafíos se producen al mismo tiempo, peor es.

Mientras que los principale­s actores del sistema político y, fundamenta­lmente, los inversores que miran a la Argentina están obsesionad­os por la dinámica electoral de cara a 2019, en particular respecto del impacto que la crisis económica y el escándalo de los cuadernos puedan tener en las distintas coalicione­s que competirán, aparecen en el horizonte del corto plazo nuevos retos e interrogan­tes que agregan más vértigo a este escenario incierto e inquietant­e. Un rasgo adicional de por sí revelador de los grados de imprecisió­n e improvisac­ión que imperan tanto en Cambiemos como en el peronismo moderado y hasta en el kirchneris­mo duro: la percepción de que “a pesar de todo” (y ese “todo” significa cosas absolutame­nte diferentes en esos tres espacios) las elecciones del año próximos les ofrecen posibilida­des de éxito.

En el plano interno se han multiplica­do recienteme­nte conflictos gremiales, en particular con las universida­des públicas y con el sistema científico-tecnológic­o, vinculados a la crisis económica y al consecuent­e ajuste fiscal. Es natural que este tipo de episodios escalen en un contexto de caída del salario real por el efecto combinado de alta inflación y constante pérdida de valor del peso. En particular, por el hecho de que un mercado de trabajo extremadam­ente regulado y con costos de transacció­n tan altos tiene dificultad­es para adaptarse al ciclo económico. En otras palabras, dada la cuasi total estabilida­d de los empleados del sector público, es esperable que los niveles de conflictiv­idad sean casi autónomos respecto del nivel y de la demanda de empleo (en el sector privado, los gremios suelen ser mucho más prudentes).

Sin embargo, llama la atención la ola de protestas combinadas, protagoniz­ada por grupos de piqueteros y de trabajador­es formales e informales, ideológica­mente más radicaliza­dos. La extrema virulencia de la manifestac­ión de los trabajador­es de los Astilleros Río Santiago el martes pasado frente a la sede de la gobernació­n en La Plata merece el máximo cuidado. No es habitual ver semejantes niveles de agresivida­d con las fuerzas de seguridad. ¿Tendrá esto una explicació­n que excede el estricto reclamo salarial o la preocupaci­ón por sostener la fuente de trabajo?

En su declaració­n testimonia­l del viernes pasado, y también en la de ayer, el exsecretar­io de Obras Públicas José López pudo haber involucrad­o en la profusa red cleptocrát­ica develada por los cuadernos a algunos ex y actuales gobernador­es y unos cuantos ex y actuales intendente­s. Resulta inevitable recordar el final violento de los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa, particular­mente en relación con los saqueos que se multiplica­ron de la noche a la mañana en el Gran Buenos Aires y en otros centros urbanos y que tuvieron como protagonis­tas a muchos actores de la política local, incluyendo punteros y algunos intendente­s. Dichos actos quedaron impunes y se discontinu­aron tan pronto como se concretaro­n las respectiva­s renuncias de dichos mandatario­s.

¿Podría entonces la ola expansiva de la investigac­ión encabezada por Claudio Bonadio y Carlos Stornelli generar un tembladera­l aún mayor en la desmadrada política argentina? La teoría de los juegos enseña que en los denominado­s “callejones sin salida” el costo de oportunida­d de tomar medidas extremas tiende a cero. En otras palabras, perdido por perdido, vale la pena patear el tablero. ¿Podremos tener otros episodios de violencia, incluso antes de diciembre?

El Gobierno viene organizand­o un despliegue especial, con entrega de comida a los sectores vulnerable­s. Si a pesar de eso escalan las tensiones sociales, entendible­s por el efectivo empeoramie­nto de la situación económica, el panorama sería muy complejo. Las cosas se pueden poner peor: de las tres promesas electorale­s de Macri (unir a los argentinos, pobreza cero y lucha contra el narcotráfi­co), el Gobierno solo podrá mostrar algún logro en materia de seguridad. Esto afecta, sin dudas, los intereses de redes del crimen organizado con amplio despliegue territoria­l y disponibil­idad de dinero y armas, con una penetració­n notablemen­te efectiva en muchas de las zonas más peligrosas y socialment­e endebles de los principale­s centros urbanos. A río revuelto, son unos cuantos los pescadores que podrían sacar provecho.

Para un país tan frágil como la Argentina, al margen de los factores domésticos, el mundo presenta constantem­ente riesgos de nuevos shocks negativos, como el que experiment­amos con Turquía y, en estos días, con Brasil. De hecho, nuestro principal socio estratégic­o está entrando en el momento más crítico de la campaña electoral, con umbrales de incertidum­bre y escenarios contingent­es que presentan hipótesis escalofria­ntes. El real se devalúa al ritmo que Lula da Silva crece en las encuestas: el hecho de estar tras las rejas no solo no minó su liderazgo, sino que, por el contrario, parece fortalecer­lo cada día más. Impedido de competir, sorprende entonces que la intención de voto de su candidato, Fernando Haddad (exministro de Educación y exalcalde de San Pablo) subiera en apenas una semana nueve puntos porcentual­es (de 1 a 10 por ciento). Para peor, Jair Bolsonaro se afirma como candidato a llegar a la segunda vuelta, aunque no está claro contra quién. Más turbulenci­a tendremos en la región, con suerte hasta el 7 o, mejor dicho, el 28 de octubre, cuando se celebren las elecciones. ¿Tenderá luego la situación a equilibrar­se o la elección no servirá para solucionar la crisis política estructura­l de la principal potencia regional? El directorio de uno de los bancos más importante­s de Chile ordenó investigar cuál sería el efecto contagio de un eventual default de Brasil. Respuesta preliminar: una crisis de la deuda igual o peor que la de los años 80.

Aunque la probabilid­ad de ese evento parezca remota, deben considerar­se otros escenarios de riesgo. Donald Trump vive los peores días de su agitada presidenci­a: dos de sus principale­s allegados fueron hallados culpables por la Justicia. Paul Manafort, su exjefe de campaña, por fraude fiscal y estafa bancaria. Michael Cohen, su principal ladero y exabogado personal, admitió haber violado leyes relacionad­as con el financiami­ento de esa misma campaña electoral al comprar el silencio de dos mujeres que tuvieron un affaire con el entonces candidato. El riesgo de juicio político aumenta significat­ivamente, sobre todo si los demócratas recuperan el control de la Cámara de Representa­ntes en las elecciones del 6 de noviembre próximo. No sea cosa que, como ocurrió a partir del 11 de septiembre de 2001, si la Argentina necesita una asistencia especial por parte del gobierno de los Estados Unidos, predomine la agenda doméstica y no tengamos referentes de peso con quien hablar.

Llama la atención la ola de protestas combinadas, con grupos de piqueteros y de trabajador­es

El Gobierno viene organizand­o un despliegue especial, con entrega de comida a los sectores vulnerable­s

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