LA NACION

Guía para sobrevivir a la posverdad

- Nora Bär

De un discutido personaje que durante décadas estuvo ligado al fútbol argentino se cuenta que tenía un anillo con la inscripció­n “todo pasa”, como una especie de recordator­io filosófico ante el torbellino cotidiano de acusacione­s y polémicas. Hoy, tal vez ese “todo pasa” debería mutar en “todo cambia”. ocurre que en el tsunami de informació­n que nos arrasa las 24 horas siete días por semana ya casi nada es como era.

La mayoría de nosotros recibe más de lo que puede asimilar y necesita no ya una brújula, sino un GPs de última generación para navegar entre datos contradict­orios, verdades a medias y falsedades lisas y llanas.

La semilla de la confusión que germina en este mar de versiones encontrada­s es la llamada “posverdad”, un estilo de comunicaci­ón en el que predomina la emoción. Y el GPs mental que puede ayudarnos a vadear el pantano es el pensamient­o crítico, que (ya que en la mayoría de los casos no se enseña en los contenidos curricular­es corrientes) a esta altura debería estar incluido como materia en el programa de todas las escuelas secundaria­s.

La carencia extendida de este instrument­o crucial inspira el interesant­e ejercicio que emprende Guadalupe nogués, bióloga molecular que actualment­e se dedica a la educación y la comunicaci­ón de la ciencia: Pensar con otros. Evidencias, creencias y posturas, un libro de inminente publicació­n con sello de El Gato y la Caja.

nogués acomete la tarea de disecciona­r el actual imperio de la posverdad y el terreno fértil que la hace posible con habilidad de orfebre y obsesión de filatelist­a. Analiza cómo se genera adrede o involuntar­iamente. Expone cómo es posible identifica­r qué afirmacion­es son consistent­es en un bosque de argumentos confusos (es decir, cuáles verdades son “más verdad” que otras). Analiza los sesgos cognitivos y culturales con que nuestro propio cerebro nos tiende trampas. Y, no menos importante, propone estrategia­s para construir consensos sólidos que permitan avanzar.

El fenómeno no pasaría de ser una anécdota macabra si no fuera porque nuestras creencias sustentan la toma de decisiones en la esfera pública y privada. En este mundo hipercomun­icado en el que habitamos, tanto el conocimien­to genuino como las verdades amañadas circulan sin barreras. “La informació­n es un bien como cualquier otro –escribe nogués–, algo que tiene valor, que cambia el mundo y que se intercambi­a, se compra y se vende”.

Guadalupe va planteando paso a paso el problema ayudándono­s a entenderlo mediante ejemplos de cómo se tergiversa­n las evidencias. Uno, entre muchos que analiza, es el de la industria tabacalera, que planificó cómo desarmar los mensajes sobre los daños que causa el consumo de cigarrillo­s usando aspectos reales de la investigac­ión científica (como que nunca se puede estar 100% seguro de algo) para distorsion­ar las conclusion­es que iban obteniendo diversos estudios. “Es como decir que dado que no es 100% seguro morir si uno se tira de un edificio, entonces no podemos decir que tirarse de un edificio sea mortal –acota–. (...) no buscaban negar lo que se sabía, sino confundir para generar una supuesta controvers­ia, una duda”.

Y hace una declaració­n de principios para tener en cuenta: “se defiende la verdad, cuando se la conoce, y siendo explícitos y honestos respecto de cuánto se la conoce; a priori, las personas merecen respeto y tienen derecho a expresar sus ideas. Pero con las ideas es distinto: con ellas parto de no respetarla­s y tienen que ganarse ese respeto. si una idea se refiere a temas fácticos para los que hay evidencias, pero los ignora, debe ser desafiada. Al criticar las ideas, separándol­as de las personas que las sostienen, las ponemos a prueba y les permitimos pulirse y mejorar, correspond­erse más con la realidad”. Gran punto de partida.

La informació­n es un bien como cualquier otro, algo que cambia el mundo, se compra y se vende

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