Un gesto que es una isla en el deporte nacional
Velasco, el seleccionador saliente, y Méndez, el entrante, hablaron juntos de la sucesión
Pasó en el básquetbol, cuando Julio Lamas, que ya había dirigido la selección, fue asistente Sergio Hernández en Pekín 2008, y luego este fue ayudante de Lamas en los Juegos Olímpicos Londres 2012. Dos directores técnicos que reunían esfuerzos para que la Argentina consiguiera el mejor resultado. Ahora, es el vóleibol quien da el ejemplo. Julio Velasco, uno de los entrenadores más prestigiosos del mundo, se alejará del equipo nacional para volver a Italia, y apenas unos días después de la noticia Marcelo Méndez fue anunciado como el nuevo seleccionador. Ambos ofrecieron una conferencia de prensa conjunta en la Secretaría de Deporte de la Nación, con una idea en sus mentes: que el vóleibol nacional crezca.
“Me asombra que este hecho haya tomado tal repercusión, cuando debería ser lo normal”, dijo Velasco, que se despedirá en el Mundial de Italia y Bulgaria (10 al 30 de septiembre) y advirtió: “Estas cosas deberían ocurrir aun cuando no nos lleváramos así de bien. Tenemos que pasar del amiguismo a la institución”. Y siempre con su tono didáctico y llano, amplió: “Se está desarrollando la idea de que si uno se p... con el otro no es auténtico. Esa idea, que no se da solo en la Argentina sino también en el mundo, va a llevarnos al desastre”.
Velasco habló también del legado. “Hay que intentar que estando uno o no, el voley argentino recoja lo que se hizo y lo use de apoyo para lo que viene. Nosotros somos parte de un proceso, pero ese proceso sigue. Fuimos parte de una historia muy linda, de un sueño, y ahora todo seguirá con un entrenador de gran prestigio y que hará las cosas a su manera. Coincido con la decisión de la FEVA al elegirlo: también yo lo habría hecho. Bienvenido, Marcelo”, cerró el entrenador saliente.
Méndez, que en Cruzeiro se convirtió en el entrenador masculino más ganador en la historia de Brasil (tres veces campeón del Mundial de Clubes, hexacampeón de la Superliga, entre otros lauros), admitió que su anhelo de siempre era dirigir a la Argentina. “En 2004 decidí salir del país por un motivo familiar y porque creía que dirigiendo afuera podía estar en el seleccionado”. Catorce años luego, tras comandar en clubes y la selección de España y luego de sus éxitos en Brasil, llegó su meta. “Es un orgullo. Me emociono mucho, se me viene todo el pasado”, contó. “Todos queremos resultados que pongan al vóley en un escalón más alto, y vamos a trabajar mucho por ver un equipo que represente al país por la actitud, sus formas y el juego”, apuntó quien elogió “el gran trabajo” de Velasco y aseguró que se apoyará en lo conseguido. “Estoy en una buena etapa, no solamente por los éxitos, que por suerte tuve, sino porque llegué a una madurez también como persona”, evaluó.
Velasco optó por la prudencia al hablar del legado que heredará Méndez, Contó algunos logros en cuanto al entrenamiento, como que las prácticas a veces sean en el gimnasio de básquetbol del Cenard, donde el techo es más alto, y dijo que lo importante es “pelear por las cosas y no con las personas”. Remarcó que él cree “en los procesos” y que “hay que superar el caudillismo”. Y le quitó a Méndez toda presión por sucederlo en el cargo: “Yo no le dejo nada. Estoy en contra de una línea única de federación o club. Adherirse a corrientes no sirve”, concluyó.
“No hablemos de dinero. Yo quiero escuchar el himno del lado de la bandera argentina”, había dicho Velasco, exDT de Italia e Irán, a los dirigentes de la FEVA cuando lo llamaron. Llegó en febrero de 2014, ganó la medalla dorada en los Juegos Panamericanos Toronto 2015 (ante el equipo B de Brasil, advierte), quedó primero en su grupo en los Olímpicos Río de Janeiro 2016, conquistó el Mundial sub 23 en 2017 y alcanzó notables victorias (dos contra Brasil). Dice estar recorriendo “una larga despedida” desde que se anunció su salida, dos meses atrás. “Marcelo está emocionado porque viene, y yo, porque me voy”, resumió Velasco, a quien el deporte argentino ya empieza a extrañar.