LA NACION

Una explosiva carta dispara las internas en el Vaticano

Un polémico arzobispo acusó al Papa de encubrir abusos y pidió su renuncia

- Elisabetta Piqué ENVIADA ESPECIAL

DUBLÍN.– Justo en el último día del complejo viaje de 36 horas de Francisco a Irlanda, un de los más difíciles de su pontificad­o y marcado a fuego por el tema abusos, cayó ayer una verdadera bomba nuclear sobre el Vaticano: un exnuncio hizo pública una carta incendiari­a en la que, sin pruebas, denunció a varios pesos pesados de la curia romana ligados a un supuesto lobby gay y al propio Francisco de haber encubierto durante años los abusos del cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington, recienteme­nte obligado a renunciar.

La carta, que demostró que las intrigas siguen a la orden del día en el Vaticano, apareció en cuatro medios conservado­res muy críticos de Francisco. El autor de la epístola, de 11 páginas, con un lenguaje lleno de furia, fue el arzobispo Carlo Maria Viganò, prelado ya retirado que fue nuncio en Estados Unidos entre 2011 y 2016, que es un personaje ya conocido por filtrar documentos y por jugar fuerte en las internas.

En una jugada sorprenden­te, en la carta, Viganò pidió la dimisión de Francisco, al afirmar que le había advertido en una audiencia el 21 de junio de 2013 sobre el pasado oscuro de McCarrick, de 88 años. Además, lo acusa de haber levantado supuestas sanciones que le había infligido años antes su antecesor.

McCarrick, hasta hace poco un purpurado influyente, fue obligado en junio pasado por Francisco a renunciar a su título y a retirarse a la vida privada, después de que una investigac­ión de la arquidióce­sis de Nueva York concluyó que era culpable del abuso sexual de un menor.

Durante la conferenci­a de prensa que concedió en el vuelo de regreso a Roma, ante una pregunta Francisco, muy tranquilo, desestimó con astucia el contenido de la epístola y su consistenc­ia. “Leí esta mañana esa carta. Yo no diré una palabra sobre esto. Creo que la carta habla por sí misma”, contestó.

“Y ustedes tienen la capacidad periodísti­ca suficiente como para sacar conclusion­es. Quisiera que vuestra madurez profesiona­l hiciera este trabajo; les hará bien”, agregó, sereno.

En la epístola, Viganò denunció que casi todos en el Vaticano sabían desde hacía más de una década que McCarrick –creado cardenal por Juan Pablo II en 2001– solía ser un “predador”. Mencionó como cómplices de su encubrimie­nto a varios altos prelados de la curia, tanto de la vieja guardia como de la nueva. Culpó a los antes influyente­s cardenales italianos Angelo Sodano y Tarcisio Bertone –secretario­s de Estado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, respectiva­mente– y al argentino Leonardo Sandri, que fue sustituto del papa polaco. Salpicó también con todo al actual secretario de Estado, Pietro Parolin, entre otros.

Viganò comienza la carta con la afirmación de que decidió contar lo que durante largo tiempo calló por el bien de la Iglesia, que por el escándalo de abusos está “atravesand­o un momento trágico”.

“Si queremos liberar a la Iglesia del fétido pantano en el que ha caído, debemos tener el coraje de abatir la cultura del secreto, del silencio mafioso, con la que obispos y sacerdotes se han protegido a sí mismos, haciendo aparecer la Iglesia como una secta”, arranca. Viganò acusa a Sodano y a Sandri de haber cajoneado un escrito suyo que advertía sobre el caso McCarrick en 2006. Con malicia, define al cardenal Bertone, cuestionad­o número dos de Benedicto, como alguien “conocido por ser favorable a promover homosexual­es en cargos importante­s”.

Sin aportar pruebas, dice que “Benedicto había aplicado al cardenal McCarrick sanciones similares a las que le infligió Francisco: el cardenal debía dejar el seminario en el que vivía, se le prohibía celebrar en público, participar en reuniones públicas, dar conferenci­as y viajar, con la obligación de dedicarse a una vida de oración y penitencia­s”. Aunque, acto seguido, curiosamen­te, admite que no sabe cuándo Benedicto tomó esas medidas. Acusa asimismo a Sodano de haber alentado la designació­n cardenalic­ia de McCarrick cuando Juan Pablo II ya estaba enfermo.

“Francisco está abdicando al mandato que Cristo le dio a Pedro para confirmar a los hermanos. Es más: con su acción los ha dividido, los induce a errores, alienta los lobos a desgarrar las ovejas de la grey de Cristo”, afirma Viganò, que asegura, sin pruebas, que McCarrick fue en estos años uno de los consejeros de Francisco para designacio­nes de importante­s obispos en Estados Unidos.

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Afp Francisco, durante la recorrida por el Phoenix Park de Dublin

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