Nuevo presidente en Paraguay
Mario Abdo Benítez acaba de asumir como nuevo presidente de Paraguay, en el noveno período presidencial desde que el vecino país regresara a la democracia, en 1989.
El flamante mandatario pertenece al Partido Colorado, fuerza tradicional que domina la escena política paraguaya desde hace más de 70 años, con la excepción de las presidencias del izquierdista exobispo Fernando Lugo y de Federico Franco, entre 2008 y 2013. La situación económica que hereda es, en líneas generales, positiva. Paraguay es el cuarto exportador mundial de soja y en el último quinquenio ha crecido aceleradamente, con un promedio notable, por encima del 5% anual de su PBI. La inflación es de apenas el 4,2% anual; el déficit fiscal es del 1,5% del PBI, y la deuda pública equivale tan solo al 26% del PBI paraguayo.
No obstante, la economía paraguaya mantiene lamentablemente altos niveles de pobreza, tanto urbana como rural. Uno de cada cuatro habitantes, muy particularmente en las zonas rurales, es pobre. Combatir esta delicada situación es prioritario para el nuevo mandatario. Benítez deberá también atacar sin titubeos la corrupción, que afecta la economía del país vecino. En este último tema, un par de designaciones iniciales realizadas en los entes binacionales en los que participa Paraguay han sido poco felices desde que han generado entre los observadores algún grado de temprana preocupación.
Benítez se comprometió a mantener la estabilidad macroeconómica e impulsar el crecimiento para generar un mayor nivel de empleo. Además, promete mejorar la educación de su país, donde, todavía hoy, solo cuatro de cada diez estudiantes completan el ciclo básico y apenas uno de cada cien concluye estudios universitarios.
A todo ello se agrega el compromiso de mantener un Poder Judicial independiente, condición sine qua non para combatir la corrupción.
El nuevo presidente carece de mayoría en el Congreso y enfrenta divisiones que afectan a su propio partido, como lo demostró la ausencia del expresidente Horacio Cartes a la ceremonia de asunción del mando de su sucesor. Deberá negociar políticamente para poder gobernar con eficacia ante una sociedad que expresa abiertamente su descontento. Será necesaria una gestión tan dinámica como transparente.
Respecto de las relaciones con la Argentina, el signo de interrogación más preocupante pasa por la deuda asumida por Paraguay respecto de la empresa binacional Yacyretá y el compromiso asumido de pagar a nuestro país algo más de 4000 millones de dólares a lo largo de los próximos 30 años. Del mantenimiento de la palabra empeñada dependerá seguramente la cercanía en el andar exterior de dos países vecinos cuyos presidentes parecen tener más coincidencias que disidencias.