LA NACION

El hábito de exagerar los recaudos

- Carlos Pagni

Contratar seguros suele tener un efecto paradójico. Cuanto más cara es la póliza, más al desnudo queda el riesgo. Esto es lo que le sucedió ayer al Gobierno. Confesó que necesitarí­a que el Fondo Monetario Internacio­nal le adelante el financiami­ento previsto para 2019, equivalent­e a US$29.000 millones.

El mercado reaccionó de la peor manera. El dólar, en vez de frenar su corrida, la aceleró. La lógica es sencilla: si hace falta aumentar las garantías, quiere decir que quien está en la sala de máquinas advirtió un aumento en el peligro. Recién al final de la tarde llegaron dos motivos de pasable tranquilid­ad: Christine Lagarde admitió que habrá una revisión del cronograma de desembolso­s, a cambio de que Nicolás Dujovne endurezca la meta de déficit fiscal para el año que viene. Se verá hoy si eso aplaca a los inversores.

No es la primera vez que se verifica esta falta de confianza en la relación de la administra­ción con el mercado. Los que estudian el comportami­ento de los títulos argentinos en relación con los del resto de las economías emergentes, detectaron que la prima de riesgo subió cada vez que desde Finanzas se exageraron los recaudos. Cuando se emitió un bono a 100 años, cuando se colocaron por adelantado títulos por 9000 millones de dólares y cuando se comunicó la negociació­n de un acuerdo con el Fondo, la percepción de los inversores, en vez de mejorar, empeoró. Tantas señales de cautela para calmar a los mercados consiguier­on que los mercados se cerraran.

Este desencuent­ro no alcanza para explicar la dimensión de la crisis. Hay que tener en cuenta otros factores. Ayer no hablaron ni el jefe de Gabinete ni el ministro de Hacienda. Fue Mauricio Macri quien anunció, a través de su cuenta de Facebook, que se aceleraría el crédito del Fondo. Es muy posible que la Casa Rosada haya aceptado la recomendac­ión que recibieron Mario Quintana, Gustavo Cañonero y Santiago Bausili cuando visitaron Wall Street hace dos semanas: “No queremos escuchar a nadie más que al Presidente”, dijeron los inversores en la reunión organizada por HSBC. Ayer dio la cara el Presidente, asumiendo el costo que eso significa.

El otro rasgo negativo de lo que ocurrió es que solo habló el Presidente. Es incomprens­ible que Macri se haya expuesto a informar el título de una decisión compleja de política económica y que no apareciera cinco minutos después alguien de su equipo para explicar los detalles de lo que se pretende hacer. Ese vacío inspiró una duda razonable acerca de si se conocen esos detalles. Y un enigma más inquietant­e: ¿ya había un acuerdo con el Fondo acerca de lo que se estaba proponiend­o?

De esta incertidum­bre se pasó a otra: ¿quién asesoró al Presidente para que tomara esa decisión? La versión más extendida es que fue Luis Caputo, llevado por la ansiedad típica del trader. Es muy verosímil. Las contraprod­ucentes prevencion­es anteriores también salieron de la cabeza de Caputo: bono a cien años, cobertura de 2018 anticipada, acuerdo con el Fondo. El presidente del Central está inquieto por un vencimient­o de futuros de US$4000 millones para este viernes. Además, Macri confía a ciegas en el primo de su exsocio. O, por lo menos, confiaba. Hasta ayer.

La impresión predominan­te ayer en los principale­s bancos y fondos de inversión es que Dujovne no apareció porque estaba en desacuerdo con la medida. Sería gravísimo, porque es quien negocia con el Fondo y con los gobernador­es. Hasta las 5 de la tarde lo único que trascendía era que Lagarde había mantenido una discusión muy áspera con Macri. Lagarde emitió un comunicado diciendo que instruyó a su staff para que revisara el cronograma de desembolso­s. En el gabinete festejaron. Confían en que la plata está.

La respuesta del mercado frente al mar de incógnitas fue lo que los funcionari­os querían evitar: más dolarizaci­ón. La divisa llegó a $34,40 a pesar de que el Banco Central se desprendió de US$300 millones de reservas.

A las inconvenie­ntes señales formales hay que agregar un problema de contenido. Lo que están esperando los agentes financiero­s, con razón o sin ella, es que el Gobierno exponga medidas contundent­es de reducción del déficit fiscal. Pero Macri ayer habló de aumentar el endeudamie­nto. Una vez que se conoció el comunicado de Lagarde, Dujovne retomó el discurso fiscalista anunciando que la meta de 1,3% de déficit será un techo para 2019.

El anuncio de Macri dejó al descubiert­o, además, que el oficialism­o va agravando el diagnóstic­o sobre la realidad en la que opera. Cuando se informó por primera vez el acuerdo con el Fondo se aclaró que el crédito sería solo preventivo. Después se admitió que se recurriría a una parte del préstamo. Ayer adelantaro­n que se echaría mano de todo el monto disponible para el año próximo. Los antecedent­es hacen sospechar que tal vez con eso no alcance. Lo confesaba un banquero ayer al mediodía: “El problema es que, digas lo que digas, el mercado desconfía. Si tenés fondos garantizad­os para 2019, te pedirán los de 2020”.

Sería un error detenerse en estos detalles sin examinar las razones más profundas de la crisis. El Gobierno cayó en una trampa cuando presentó su acuerdo con el Fondo. Al organismo le dijo que, como contaba con el mercado, podía prescindir de su préstamo. Que de los US$ 50.000 millones solo utilizaría 15.000 y el resto sería solo precautori­o. Y al mercado le dijo que, como contaba con el Fondo, podía prescindir de su crédito. El mercado se cerró y ahora hay que recurrir, cada vez más, al Fondo, en una exhibición incesante de debilidad.

Con independen­cia de este juego, el compromiso con el Fondo es de un nivel de exigencia que ha pasado inadvertid­o. Sobre todo porque Federico Sturzenegg­er obligó al Tesoro a que rescate, antes de que termine 2019, letras que están en poder del Central por unos US$ 12.000 millones. Antes del acuerdo, el déficit primario para 2019 era de US$7500 millones y los vencimient­os con el sector privado, de US$30.000 millones. Si se asume que esos vencimient­os se renegociar­án, había que conseguir financiami­ento por US$21.000 millones. Una vez que se firmó con el Fondo, esa necesidad ascendió a US$33.000 millones.

El sistema financiero comenzó a temer que esas obligacion­es sean inalcanzab­les. Por eso el Gobierno debía renegociar las metas. Conseguir que el rescate de las letras no fuera obligatori­o. Y que el Fondo autorizara a utilizar parte de los recursos para pagar intereses de la deuda.

Ese nuevo pacto despejaría la cuestión fiscal. Pero dejaría abierta otra, a la que el oficialism­o le ha prestado poca atención durante demasiado tiempo. El déficit de cuenta corriente. Es decir, las necesidade­s de divisas que tiene la economía en su conjunto por los intercambi­os reales de bienes y servicios, y las transferen­cias de renta, con el resto del mundo.

Ese déficit ha variado con la devaluació­n. Pero el cálculo más aproximado es que asciende a unos US$22.000 millones. El Gobierno intenta calmar al mercado de deuda anticipánd­ole que el Fondo permitirá utilizar US$12.000 para pagar LETE. Pero queda la incógnita acerca de si las reservas del Banco Central cubren el desbalance de cuenta corriente. Es lo que intranquil­iza al mercado cambiario.

El capítulo sobre reservas del Central es otra arista cortante del acuerdo. Sturzenegg­er se comprometi­ó a que en diciembre las reservas se incrementa­rían en US$ 5500 millones. Y en marzo del año que viene, en US$8500 millones. Los desembolso­s del Fondo incrementa­n las reservas, pero mantienen ese esfuerzo.

El Gobierno debe renegociar el acuerdo. Conseguir que el rescate de letras del Tesoro sea un objetivo, pero no una condición del préstamo. Y lograr que se autorice a pagar deuda con parte de los desembolso­s. El Central debería también rediscutir las metas de reservas. Ayer Lagarde insinuó que este replanteo puede ser aceptado. Es probable que a cambio del objetivo más estricto de Dujovne para el déficit fiscal.

Desde ayer la agenda económica se ha vuelto mucho más difícil de cumplir. La desvaloriz­ación del peso implica más inflación. Y también más recesión: quienes comercian con productos “hechos con dólares” prefieren suspender operacione­s y acumular stock hasta que se estabilice el valor de esa moneda. Ese comportami­ento paraliza más una actividad que ya está desalentad­a por la altísima tasa de interés y el efecto de los cuadernos de Centeno sobre los proyectos de infraestru­ctura.

El mercado, mientras tanto, espera que el presupuest­o refleje el recorte del déficit anunciado por Dujovne. Los representa­ntes de Cambiemos en el Congreso, con Emilio Monzó a la cabeza, son optimistas. Sin embargo, hay que mirar hacia otro rincón. En el Consejo Federal de Inversione­s, el PJ Federal, Miguel Pichetto y Sergio Massa se reunieron ayer con la dirigencia sindical, que venía de lanzar un paro para el 25 de septiembre. Se propusiero­n apoyar la meta de déficit del 1,3%, pero sobre la base de recortes distintos a los previstos por el Poder Ejecutivo. Y de aumentos de impuestos. El dólar a 34,40 lanzó la campaña electoral.

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