LA NACION

Determinan que los casos de corrupción no prescriben

La Cámara de Casación consideró que los delitos graves contra el Estado “atentan contra el sistema democrátic­o”

- Iván Ruiz.

Mientras los tribunales federales vibran con resonantes casos de corrupción como los cuadernos de las coimas y el caso Odebrecht, la Cámara de Casación, el máximo tribunal penal del país, dictaminó ayer que no importa cuánto tiempo demore la Justicia, los delitos graves de corrupción contra la administra­ción pública no prescriben.

La Sala IV de la Cámara de Casación revocó la prescripci­ón de la causa conocida como IBMDGI, un expediente que lleva más de 24 años en la Justicia, y ordenó que se realice el correspond­iente juicio con la mayor celeridad posible para resolver el caso.

El fallo firmado por los jueces Mariano Borinsky, Juan Carlos Gemignani y Gustavo Hornos se expidió sobre el pago de sobrepreci­os de unos US$ 120 millones por parte del entonces gobierno menemista para realizar la informatiz­ación de la Dirección General de Impuestos (DGI), el entonces máximo órgano recaudador.

En primer lugar, los camaristas remarcaron que la Constituci­ón nacional sostiene que “quien comete un grave delito doloso contra el Estado que haya conllevado enriquecim­iento atenta contra el sistema democrátic­o” y agregaron que dichas acciones serán “imprescrip­tibles”.

“Es que no podemos incurrir en una percepción ingenua ni en una mirada sesgada de la real dimensión que tienen los graves hechos de corrupción especialme­nte en las naciones en vías de desarrollo, la institucio­nalidad y el Estado de Derecho se encuentran en crisis por la gravedad de esos actos”, argumentó el camarista Hornos.

El tribunal, además, entendió que se trata de una maniobra “grave” al considerar que fue un hecho de criminalid­ad económica compleja de la que participar­on una empresa multinacio­nal y una oficina pública “de la magnitud” de la DGI, lo que “habría ocasionado perjuicio económico al erario público”.

Por último, el camarista aclaró que de ningún modo avala la “prolongaci­ón injustific­ada” de procesos penales, aun cuando se trata de causas complejas como esta, una “dilación que debe ser desalentad­a”.

La causa IBM-DGI investiga irregulari­dades en la digitaliza­ción del sistema informátic­o de dicho organismo allá por el año 1994, contratos que superaron los US$500 millones. El expediente sufrió todo tipo de idas y venidas durante estas dos décadas.

Un largo derrotero

La causa fue instruida por el juez Carlos Liporace, que indagó a los primeros imputados en 1998, entre ellos, Ricardo Cossio, extitular de la DGI que ocupó cargos públicos durante el menemismo y el duhaldismo. Ya el juez de primera instancia había sido advertido por el fiscal Carlos Rívolo por demoras en la investigac­ión en esa primera etapa.

Las pruebas que señalaban sobrepreci­os en la contrataci­ón eran contundent­es. Hasta los propios funcionari­os que evaluaron la propuesta realizada por IBM considerar­on que no era necesario ejecutar la contrataci­ón, aunque considerar­on que su opinión no sería tenida en cuenta porque el desembolso de dinero ya había sido decidido desde la cúpula del organismo.

En mayo de 2016 el Tribunal Oral Federal (TOF) Nº 3 había declarado la extinción de la acción por prescripci­ón sin condenas para funcionari­os ni para empresario­s. Pero el Ministerio Público Fiscal y la Oficina Anticorrup­ción recurriero­n la decisión ante la Cámara de Casación.

En diciembre de ese año, con los votos de los jueces Hornos y Gemignani, la Sala IV revocó esa decisión. Pero la Corte Suprema anuló el fallo al considerar que no estaba dada la mayoría necesaria en el tribunal y decidieron “dejar sin efecto la sentencia apelada con el alcance indicado”.

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