LA NACION

› San José, ejemplo de ese gran rugby de clubes

- Jorge Búsico

La cara más visible del rugby argentino, la que une a todos por igual, tuvo un sábado glorioso con los Pumas y su estupenda actuación en el triunfo sobre los Springboks, en Mendoza. El selecciona­do, la punta de la pirámide, despertó otra vez el fervor de propios y extraños con esa pasión inigualabl­e que explota cuando un jugador se calza la camiseta celeste y blanca. Es un lado, el desde hace un tiempo profesiona­l, que se lleva todos los flashes pero que tiene una génesis todavía muy preciada, muy propia y casi única: los clubes. Ahí es donde empieza toda esta historia. Y ahí es donde está el día por día de miles de personas que ponen y ponen sin esperar nada a cambio; solamente, y nada menos que, por el amor a ese lugar que es como su segunda o hasta su primera casa.

San José comenzó a jugar al rugby hace 125 años, en 1893, cuando los sacerdotes vascofranc­eses del colegio ubicado en el barrio porteño de Balvanera llevaron a los chicos a los torneos intercoleg­iales. En 1953 se unió a la UAR (hoy URBA) y en 2000 se fundó el club, separado del colegio. En todo este tiempo, San José ha ido deambuland­o por distintos lugares de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Hasta alquilar un terreno en Garín, que en julio de 2011 sufrió un incendio que arrasó con todas sus instalacio­nes. Únicamente quedaron las haches.

Entonces se inició una reconstruc­ción absoluta, incluso en la captación de infantiles y juveniles, ya que por falta de número bajó hasta la última categoría, la de Desarrollo. En ese recorrido, la dirigencia, conformada por gente de menos de 40 años, tomó en 2016 una decisión histórica: comprar por primera vez un terreno, tener uno propio. Encontraro­n dos hectáreas en La Lonja, partido de Pilar, que eran pura maleza. Empezaron los trabajos y al año siguiente adquiriero­n otra hectárea.

Hoy, el club propio es una realidad para la gente de San José. Si bien aún continúan en Garín y es posible que sigan allí en parte de 2019, se estima que los juveniles y el plantel superior inaugurará­n las dos canchas de césped impecables en septiembre u octubre. “Lanzamos un bono de contribuci­ón y con el aporte solidario de muchos socios compramos las primeras dos hectáreas. Para la otra fue fundamenta­l un sorteo que hicimos de un auto. Y esto es todo a pulmón, porque económicam­ente estamos al límite. Pensá que empezamos a construir con un dólar a 17 y hoy está a 32, pero no aflojamos”, cuenta Alejandro Zerbini, miembro de la comisión directiva y encargado de la difusión.

San José será el primer club de rugby sustentabl­e del país. “Nosotros defendemos el cuidado al ambiente y bajo esa consigna está construido­s nuestros club house y vestuarios”, agrega Zerbini. Un detalle más: el edificio está decorado con el mismo motivo de la añeja camiseta de San José, que se asemeja a un tablero de ajedrez.

“Tenemos unos 130 jugadores y 300 socios. Ahora estamos en una nueva etapa de recaptació­n por la zona porque necesitamo­s agrandar la base de jugadores y aumentar la recaudació­n. La cuota oscila entre 100 y 500 pesos por mes, pero últimament­e varios no pueden pagar y jamás vamos a echar a un chico por no tener dinero para la cuota. Juega y después vemos cómo hacemos”, acota el directivo.

San José está en el Grupo III Ascenso y quiere seguir creciendo. A pulmón y con creativida­d. Lo más importante es que ya encontró su lugar, después de tanto deambular. Está refundándo­se. A veces, cuando en el rugby argentino se habla de tanto dinero y tanto negocio, vale darse una vuelta por esta otra realidad, la de los clubes. La que, al fin y al cabo, da vida a todo lo demás.

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