› San José, ejemplo de ese gran rugby de clubes
La cara más visible del rugby argentino, la que une a todos por igual, tuvo un sábado glorioso con los Pumas y su estupenda actuación en el triunfo sobre los Springboks, en Mendoza. El seleccionado, la punta de la pirámide, despertó otra vez el fervor de propios y extraños con esa pasión inigualable que explota cuando un jugador se calza la camiseta celeste y blanca. Es un lado, el desde hace un tiempo profesional, que se lleva todos los flashes pero que tiene una génesis todavía muy preciada, muy propia y casi única: los clubes. Ahí es donde empieza toda esta historia. Y ahí es donde está el día por día de miles de personas que ponen y ponen sin esperar nada a cambio; solamente, y nada menos que, por el amor a ese lugar que es como su segunda o hasta su primera casa.
San José comenzó a jugar al rugby hace 125 años, en 1893, cuando los sacerdotes vascofranceses del colegio ubicado en el barrio porteño de Balvanera llevaron a los chicos a los torneos intercolegiales. En 1953 se unió a la UAR (hoy URBA) y en 2000 se fundó el club, separado del colegio. En todo este tiempo, San José ha ido deambulando por distintos lugares de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Hasta alquilar un terreno en Garín, que en julio de 2011 sufrió un incendio que arrasó con todas sus instalaciones. Únicamente quedaron las haches.
Entonces se inició una reconstrucción absoluta, incluso en la captación de infantiles y juveniles, ya que por falta de número bajó hasta la última categoría, la de Desarrollo. En ese recorrido, la dirigencia, conformada por gente de menos de 40 años, tomó en 2016 una decisión histórica: comprar por primera vez un terreno, tener uno propio. Encontraron dos hectáreas en La Lonja, partido de Pilar, que eran pura maleza. Empezaron los trabajos y al año siguiente adquirieron otra hectárea.
Hoy, el club propio es una realidad para la gente de San José. Si bien aún continúan en Garín y es posible que sigan allí en parte de 2019, se estima que los juveniles y el plantel superior inaugurarán las dos canchas de césped impecables en septiembre u octubre. “Lanzamos un bono de contribución y con el aporte solidario de muchos socios compramos las primeras dos hectáreas. Para la otra fue fundamental un sorteo que hicimos de un auto. Y esto es todo a pulmón, porque económicamente estamos al límite. Pensá que empezamos a construir con un dólar a 17 y hoy está a 32, pero no aflojamos”, cuenta Alejandro Zerbini, miembro de la comisión directiva y encargado de la difusión.
San José será el primer club de rugby sustentable del país. “Nosotros defendemos el cuidado al ambiente y bajo esa consigna está construidos nuestros club house y vestuarios”, agrega Zerbini. Un detalle más: el edificio está decorado con el mismo motivo de la añeja camiseta de San José, que se asemeja a un tablero de ajedrez.
“Tenemos unos 130 jugadores y 300 socios. Ahora estamos en una nueva etapa de recaptación por la zona porque necesitamos agrandar la base de jugadores y aumentar la recaudación. La cuota oscila entre 100 y 500 pesos por mes, pero últimamente varios no pueden pagar y jamás vamos a echar a un chico por no tener dinero para la cuota. Juega y después vemos cómo hacemos”, acota el directivo.
San José está en el Grupo III Ascenso y quiere seguir creciendo. A pulmón y con creatividad. Lo más importante es que ya encontró su lugar, después de tanto deambular. Está refundándose. A veces, cuando en el rugby argentino se habla de tanto dinero y tanto negocio, vale darse una vuelta por esta otra realidad, la de los clubes. La que, al fin y al cabo, da vida a todo lo demás.