LA NACION

Fuerte respaldo de los obispos argentinos a Francisco

Lamentaron el “ataque despiadado” que sufre el Papa y le expresaron su “fraterna y filial cercanía”

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ROMA

ROMA.– En bloque y evidenteme­nte consciente­s del terremoto que desencaden­ó en la Iglesia de todo el mundo la carta de un exnuncio que pidió la renuncia del Papa por encubrir a un cardenal abusador, los obispos argentinos salieron ayer a defender a su líder máximo y compatriot­a, Jorge Bergoglio.

Como también hicieron en forma compacta obispos españoles y peruanos, en una carta de la Conferenci­a Episcopal Argentina (CEA), en la que no mencionaro­n la epístola del exnuncio Carlo Maria Viganò, los obispos argentinos lamentaron el “ataque despiadado” que sufre el Francisco. Y le expresaron su “fraterna y filial cercanía”.

“Como Pueblo de Dios que peregrina en la Argentina, pastores y fieles queremos manifestar­le nuestra fraterna y filial cercanía en este momento en que sufre un ataque despiadado en el que confluyen distintos y mezquinos intereses mundanos. Compartimo­s sus dolores y esperanzas”, escribiero­n, en una carta firmada por Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la CEA, y el obispo de Chascomús, Carlos Malfa, secretario general.

“Hoy, por la intercesió­n de Santa Rosa de Lima, patrona de América Latina, y unidos en confiada oración pedimos al Espíritu Santo que lo colme de sabiduría y fortaleza para que, como sucesor de Pedro, nos siga confirmand­o en la fe de la Iglesia”, concluyero­n.

Por primera vez también salió a reaccionar a la carta-bomba de Viganò el cardenal Pietro Parolin, número dos del Papa, que también fue acusado de complicida­d en el encubrimie­nto del exarzobisp­o emérito de Washington Theodore McCarrick.

“No se puede sino expresar dolor frente a estas cosas, gran dolor”, dijo a Vatican Insider Parolin, que destacó que, más allá del revuelo en el Vaticano, Francisco está tranquilo, tal como informó anteayer la nacion. “El Papa es una gran gracia. Incluso frente a estas cosas que como es obvio crean tanta amargura, y también inquietud, tiene la capacidad de acercarse con mucha serenidad”.

Al igual que Francisco, Parolin prefirió no expedirse sobre la misiva del exnuncio. “Es mejor no entrar en detalles sobre esas cosas, repito lo que dijo el Papa: lean ustedes el escrito y háganse un juicio propio, el escrito habla por sí solo”, indicó.

De hecho, siguen saliendo a la luz detalles que evidencian una epístola no solo llena de resentimie­nto, sino también incongruen­cias. En las once páginas del “testimonio”, en efecto, Viganò acusó al Papa de levantarle las sanciones que Benedicto XVI le había impuesto al cardenal McCarrick en 2009 o 2010 por “haber corrompido a genera- ciones de seminarist­as y curas”.

Las sanciones –quizá secretas– implicaban que McCarrick dejara el seminario, no celebrara en público, no participar­a de reuniones públicas, ni diera conferenci­as, según Viganò.

Pero en un video de mayo de 2012 que sacó a la luz la agencia católica norteameri­cana Catholic News Service –cuando las sanciones de Benedicto XVI estaban en vigencia–, se lo ve a Viganò, que fue nuncio en Estados Unidos de fines de 2011 a principios de 2016, que en una cena de gala saluda con gran deferencia a “su eminencia el cardenal McCarrick, a quien todos queremos mucho”.

¿Cómo se explica semejante actitud, tratándose de un conocido “predador” a quien, según su relato, había denunciado en 2006 y en 2008 en vano ante sus superiores, durante los pontificad­os de Juan Pablo II y Benedicto XVI?

En efecto Francisco, ni bien una investigac­ión de la diócesis de Nueva York concluyó en junio pasado que el cardenal McCarrick era culpable de abusos, le sacó el birrete y el título cardenalic­ios, algo sin precedente.

El video dejó en claro que, si hubo sanciones, Viganò estuvo lejos de hacerlas respetar cuando fue nuncio en Estados Unidos. Confirma esto un minucioso artículo de la prestigios­a revista jesuita, America, que certificó que desde el período de las supuestas sanciones (2009 o 2010) y hasta al menos 2013, McCarrick mantuvo un perfil altísimo: siguió dando sermones en misas importante­s, protagoniz­ando conferenci­as y viajando por todo el mundo.

¿Por qué Viganò no lo impidió? ¿No decía la verdad en su J’accuse, un documento sin pruebas, que escribió a cuatro manos junto a un periodista italiano, Marco Tosatti, detractor del Papa y miembro del ala conservado­ra que los ataca sistemátic­amente? Es una de las tantas preguntas sin respuesta que su epístola-bomba ha dejado en el aire.

“Incluso frente a cosas que crean tanta amargura, el Papa tiene la capacidad de acercarse con mucha serenidad” Pietro Parolin Secretario de estado vaticano

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