LA NACION

Monza, ese templo donde Fangio se coronó de la forma más insólita

El autódromo italiano fue escenario en 1956 de la cuarta conquista del argentino, la única con Ferrari; al quíntuple se le descompuso el auto en carrera y recurrió al de Collins para llegar 2º y ser campeón

- Pablo Vignone

La de la pole position de Kimi Räikkönen para el Gran Premio de Italia, a 263,587 km/h de promedio, no solo es la vuelta más veloz de la historia de la Fórmula 1: presagia un domingo de fiesta para Ferrari en Monza. La casa de Maranello es la más exitosa en la carrera de su país, que se realiza desde 1922, con 18 conquistas desde 1949.

Monza ha sido, también, un gran escenario para los logros de Juan Manuel Fangio. En la legendaria pista del Parco Reale obtuvo su primer gran triunfo europeo, en 1949; allí ganó en un final infartante en 1953, con un Maserati, tras lidiar hasta la última curva con Alberto Ascari, Nino Farina y Onofre Marimón, y en el anillo peraltado consiguió las fabulosas victorias de 1954 y 1955, con Mercedes, que acabaron de asegurarle sendos títulos mundiales. En Monza reposa una de las cinco estatuas del Chueco repartidas por el planeta, como la que se halla en Puerto Madero, Buenos Aires.

Pero quizás su momento más llamativo en ese circuito haya sido el GP de 1956, que le permitió ganar su cuarta corona, la única con Ferrari, y acaso la que más le costó de las cinco que logró en su tan compacta como brillante campaña en la Fórmula 1. Y lo hizo tras un gesto muy inusual en la historia del deporte.

Pocos saben que Fangio había decidido abandonar el automovili­smo a fines de 1955, acompañand­o una decisión de Mercedes, que regresó de manera activa a la máxima categoría recién en 1993 y como proveedor de motores. El balcarceño quería volver al país, pero la obsesión de la Revolución Libertador­a por fiscalizar sus cuentas y sus vínculos con el gobierno de Perón lo hizo volver a las pistas.

Enzo Ferrari le ofreció un puesto en su equipo, pero la relación fue siempre agria y controvert­ida. En una temporada que tuvo muchas polémicas entre ambos –Fangio llegó a sospechar de los mecánicos que Ferrari le asignaba–, la escuadra de Maranello envió a aquel GP de 1956, que cerraba el Mundial, seis Lancia D50, para el argentino y Peter Collins, Luigi Musso, Eugenio Castellott­i, Alfonso de Portago y el debutante alemán Wolfgang Von Trips. Tiempos distintos: el marqués Portago y el conde Von Trips eran de sangre noble; salvo Fangio, todos morirían en autos de carrera en un lapso de cinco años...

Los coches sufrían en los peraltes de concreto, por una partida defectuosa de brazos de dirección. El de Von Trips falló en entrenamie­ntos y un accidente le impidió correr; a Castellott­i le perjudicó en la vuelta 9, y a Fangio, en la 17: al argentino se le escapaba el título mundial.

Sin embargo, en aquella época estaba permitido que dos pilotos compartier­an un auto, repartiénd­ose los puntos. Fangio se mantuvo ansioso en el box de Ferrari y, cuando Musso se detuvo para una inspección de sus neumáticos en el giro 30, dio un paso al frente. El italiano quería vencer ante su público e ignoró la demanda. Cuando, cuatro vueltas más tarde, al detenerse en los pits, Collins –que con el abandono de Fangio tenía chances de obtener el cetro– vio al balcarceño, tomó la decisión más increíble: le ofreció su auto para que siguiera. Fangio no dudó ni un instante.

Dispuesto a ganar, Musso sufrió la decepción más grande cuando, a tres giros del final, a su coche se le rompió... un brazo de dirección. Gracias a una picardía, ganó Stirling Moss: su Maserati se había detenido en las curvas de Lesmo con el tanque de combustibl­e pinchado, sin fluido. Su compañero Luigi Piotti lo empujó hasta los boxes, donde el británico reabasteci­ó; el reglamento no prohibía la maniobra.

Segundo llegó Fangio, que sumó los tres puntos necesarios para consagrars­e. Moss fue subcampeón y Collins quedó tercero. “Es demasiado pronto como para ser campeón del mundo”, sostuvo tras la carrera el inglés, que idolatraba al Chueco. “Quiero disfrutar la vida y el automovili­smo. Si hubiera sido campeón habría tenido que aceptar todas las obligacion­es que vienen con el título. Y, de todos modos, ¡Fangio también lo merecía!”, confesó al periodista francés Bernard Cahier.

Tanto como Räikkönen merece hoy, exactos 62 años después, el triunfo en Monza.

 ??  ?? Fangio maneja su Lancia D50, que fallará en el giro 17; luego usará el que le cederá su compañero Collins
Fangio maneja su Lancia D50, que fallará en el giro 17; luego usará el que le cederá su compañero Collins

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