LA NACION

Burt Reynolds

ADIÓS A UNA ESTRELLA VERSÁTIL

- Natalia Trzenko

Un actor de acción y comedia cuando los dos géneros todavía marchaban por separado; estrella indiscutid­a de la taquilla de los años 70 y principios de los 80, Burt Reynolds murió ayer, a los 82 años. Conocido en todo el mundo por la comedia Dos pícaros con suerte, que luego tendría dos secuelas y lo haría inseparabl­e de Bandit, el buscavidas que interpreta­ba en ellas, Reynolds tuvo una carrera tan diversa que hoy es imposible imaginar un actor que se le compare. Del western a la acción, el drama, la comedia romántica, la nominación al Oscar como mejor actor de reparto por su papel como un director de películas pornográfi­cas en Boogie Nights, de Paul Thomas Anderson, y un anunciado papel en Once Upon a Hollywood, la nueva película de Quentin Tarantino.

Para Reynolds, todo comenzó con un final. Es que desde niño el actor soñaba y tenía el talento para jugar al fútbol americano profesiona­lmente, aunque, durante sus años en la uni- versidad, sufrió una herida en un accidente de auto que cambió el rumbo de su vida. De su Florida natal se mudó a Nueva York, trabajó brevemente en teatro, pero enseguida su apostura y habilidade­s físicas (solía hacer sus propias escenas de riesgo) le consiguier­on papeles cada vez más significat­ivos en westerns televisivo­s como Riverboat y La ley del revólver. De allí pasaría al cine con personajes similares hasta que, en 1972, protagoniz­ó La violencia está entre nosotros, de John Boor man, un film nominado a tres Osc arque podría haber sido otr abisagra en la vida profesiona­l de Reynolds.

Pero, según contó en su autobiogra­fía, Enough About Me, si su carrera no fue diferente se debió a su propia responsabi­lidad. “No me di la posibilida­d de conocer a nuevos guionistas ni de aceptar papeles que implicaran algún riesgo actoral. Estaba interesado en pasarla bien”, escribió el actor, que entre 1978 y 1982 fue la estrella más taquillera de Hollywood.

Más allá de su afán por divertirse, Reynolds también se hizo conocido por los papeles que dejó pasar. Según cuenta la leyenda, no quiso ser James Bond; en el momento más alto de su fama le dijo no a George Lucas, que lo quería para Han Solo; tampoco quiso el personaje de Jack Nicholson en Atrapado sin salida ni, años después, el de La fuerza del cariño, que le valió un Oscar a ese mismo actor.

Tan peculiar era Reynolds que después de ver Boogie Nights estaba tan decepciona­do por el film que despidió a su agente. Por ese papel ganaría el Globo de Oro, una nominación al Oscar y el respeto de la industria del cine, que ayer despidió a una de sus más populares estrellas.

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