LA NACION

La corrupción quedó desnuda

- Diego Cabot

La Justicia abrió ayer una ventana por la que se pudo apreciar un espectácul­o morboso. “Pasen y vean” pudo haber titulado el juez Claudio Bonadio su resolución, en la que procesó a 42 miembros de una asociación ilícita que se quedaba con dinero público.

Quienes lean las 557 páginas podrán ver a funcionari­os y empresario­s expuestos ante la contundenc­ia de sus propias palabras, incriminán­dose en la trama de corrupción más importante que se haya conocido.

Fue el epílogo de 47 días de vértigo judicial, político y empresario como nunca se vio en la Argentina. Solo 47 días desde aquella madrugada del 1° de agosto, cuando se conoció la más importante y numerosa detención simultánea de exfunciona­rios y empresario­s.

Lo que vino fue una secuencia de arrepentid­os, imputados colaborado­res, como técnicamen­te se llama. Frente al fiscal Carlos Stornelli, los hombres de negocios que salían cabizbajos de Comodoro Py con una situación muy distinta a la que entraron se llevaban una hoja con un delito asumido. Impensado para ellos y también, para gran parte de la platea.

Como si fuera poco, cada una de sus dichos se sedimentó con la declaració­n de varios exfunciona­rios kirchneris­tas, que relataban con crudeza dónde, cuándo y por qué pasaban a buscar bolsos millonario­s.

Ya no hay demasiadas preguntas sin respuestas. Oscar Centeno, el remisero que escribió todo, cuenta que empezó a escribir “por una costumbre castrense de anotar fecha y hora” de cada lugar que se visita. También es posible saber que guardó los cuadernos en la “parte superior” del ropero. Le dedica un párrafo a la quema: dice que fue frente a un amigo, Córdoba de apellido: “Me quedé atizando el fuego hasta que se terminaron de quemar”. Centeno le dijo que la pelea con su expareja determinó que los cuadernos pasaran de manos a Jorge Bacigalupo, que fue quien se los entregó a la nacion. Finalmente, todo terminó con una fuerte discusión entre ellos.

Carlos Wagner, el poderoso expresiden­te de la Cámara Argentina de la Construcci­ón, dijo que aquellos primeros años de 2004 y 2005 eran muy confusos. Pero después todo se organizó: José López decantó como cobrador y el financista Ernesto Clarens como el facilitado­r de divisas.

Wagner no anduvo con menudencia­s ni con medias tintas. Recordó que las empresas eran libres de entrar o no “y que a veces competían” por las obras. Relató que a partir de 2010 se frenó la recaudació­n y que en 2012 se retomó. Eso sí, Clarens se había mudado de la calle Maipú a un edificio importante detrás del Hotel Hilton, de Puerto Madero.

Gerardo Ferreyra, el socio de Electroing­eniería, sostuvo que admiró a Néstor Kirchner por haber levantado banderas que él enarboló desde la lucha armada, allá en los años 70. Enumeró algunas como expulsar al Fondo Monetario Internacio­nal o descolgar el cuadro de Jorge Videla de la Escuela de Mecánica de la Armada. Contó una conversaci­ón con Kirchner en la que le dijo que tenía que invertir en medios. “Los medios de ahora son como los cuarteles de antes”, le dijo el expresiden­te.

Se puede leer que Alejandro Ivanissevi­ch, un poderoso empresario energético, dijo haberse subido al auto de Roberto Baratta manejado por Centeno con una “bolsita” con 500.000 pesos de sus ahorros. Dio una vuelta manzana y lo bajaron nuevamente en el mismo lugar. Eso sí, sin la bolsita.

Pero la ventana que abrió Bonadio tiene más para ver. El exjuez Norberto Oyarbide dijo que intentaron matarlo en el baño del restaurant­e El Mirasol. Contó que una vez, mientras se secaba las manos, un hombre mucho más alto que él se paró detrás y “con una actitud provocativ­a” apoyó su cuerpo en el del magistrado. Sacó un cuchillo serrucho y le pinchó la espalda, sin lastimarlo. “Vos merecés morir porque sos un sorete por haber sobreseído a los máximos delincuent­es de este país y sabés muy bien de quién te hablo”, le dijo el sujeto a Oyarbide, en referencia a la resolución en la que sobreseyó al matrimonio Kirchner por enriquecim­iento ilícito. “Pensé que era el minuto exacto de mi muerte”, recordó.

Bonadio consideró que los expresiden­tes y Julio De Vido fueron los jefes de aquella asociación ilícita que recolectab­a dinero de empresas privadas que, a su vez, eran contratist­as o prestadora­s del Estado. Tan viejo y conocido como difícil de probar. Pero para el juez, al menos en esta instancia, está constatado.

Pocos negaron las escrituras del remisero Centeno. Se limitaron a decir que el monto no era el que estaba escrito. Todos los implicados saben que aquel auto de los millones de dólares no se movía por números compuestos por cuatro ceros. Eran mínimo cinco los que se necesitaba­n para ser visitados, y siempre en dólares.

Ferreyra fue el único que dijo que él no pagaba en dólares por la aversión que le tiene a la moneda ya que es un ícono del consumismo. Tan difícil de probar como de creer.

Los empresario­s dijeron una verdad a medias. Saben que, si alguien prueba que era más dinero, varios irán presos por mentir. Esa estrategia de corto plazo los dejó en la peor situación: una vez más están en manos de los funcionari­os. Solo bastaría que uno de los recaudador­es cuente el peso y el tamaño del bolso que se les entregaba como para que los hombres de negocios empiecen a pensar que Ezeiza no es solo el partido bonaerense donde está el aeropuerto.

Para aquellos jefes de la organizaci­ón, los efectos de esta resolución son distintos. Obviamente, la acción penal está extinguida para Néstor Kirchner por fallecimie­nto. Lo mismo para Daniel Muñoz, aquel botones de la calle Juncal que recibía los bolsos y los alojaba en el edificio donde el matrimonio presidenci­al tenía su casa particular.

Para De Vido es una mancha más. Ya está detenido y acumula juicios varios y variados; ya no tiene libertad como para perderla.

Para Cristina Kirchner, la cosa es distinta. El juez pidió su detención, pero los fueros la mantienen libre. Será, ahora, cosa de la política. Una vez más, la interna del Partido Justiciali­sta quedará expuesta en medio de un debate judicial y una opinión pública que asiste al espectácul­o de la corrupción más crudo que jamás se vio.

Los exfunciona­rios ya tienen su imputación para apelar. Todos irán a la Cámara. Si se confirman los procesamie­ntos, será la hora del juicio oral.

Con los empresario­s, la situación es distinta. Nadie pensaba que iban a ser considerad­os miembros de una asociación ilícita. En principio, todos serán condenados porque ya asumieron sus delitos, aunque ese acto de sinceridad les debería generar un bono de descuento a la hora de la pena. Como si fuera poco, embargó a cada uno de los procesados en 4000 millones de pesos. Para los hombres de negocios, el peso de semejante embargo les puede generar problemas graves en sus empresas.

Hay centenares de relatos de corrupción casi pornográfi­ca. Muchos de ellos reveladore­s, como una comida entre Enrique Pescarmona, su hijo Lucas y De Vido. El entonces ministro le dijo que se tenían que asociar. “Si nos asociamos con usted vamos a ir presos”, contestó Pescarmona. Tenía razón, no se asoció y al menos terminó en libertad, como miembro de una asociación ilícita y embargado por 4000 millones de pesos. Un visionario: procesado, pero libre.

 ?? Archivo ?? Ernesto Clarens, el financista arrepentid­o
Archivo Ernesto Clarens, el financista arrepentid­o

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina