LA NACION

La trama delictiva en la que los empresario­s no fueron víctimas

- Hugo Alconada Mon.

Para los empresario­s, la pesadilla de los cuadernos de las coimas recién comienza. Y así lo deja asentado el juez federal Claudio Bonadio en su resolución, de más de 500 carillas, en la que anticipa nuevas citaciones, futuros allanamien­tos y más arrestos entre la crema y nata del empresaria­do.

Bonadio fue más lejos. Definió por escrito a ese empresaria­do, en particular del sector de la construcci­ón, como partícipe de un “circuito macabro” y no como una víctima de una banda delictiva que buscó “engrosar de manera espuria e ilegal” su patrimonio. “Es posible afirmar que los recaudador­es de la asociación ilícita –remarcó Bonadio– contaron con la participac­ión de empresario­s que pagaron sumas de dinero por un monto aproximado de US$55.460.000, en un sinnúmero de oportunida­des entre 2003 y 2015, lo que permite acreditar la permanenci­a en el tiempo de la organizaci­ón delictiva”, estimó.

Pero para Bonadio no solo se encuentra acreditado que existió una banda criminal, sino que numerosos empresario­s colaboraro­n con ella, la integraron o asumieron un rol determinan­te, como el entonces presidente de la Cámara de la Construcci­ón Carlos Wagner.

También señala que, más allá de los argumentos defensivos y exculpator­ios que esgrimiero­n varios empresario­s al desfilar por su despacho o ante el fiscal Carlos Stornelli, muchos de ellos estuvieron lejos de ser víctimas o haber sido obligados a aportar dinero a las campañas kirchneris­tas.

“Un aspecto que se desprende de los primeros testimonio­s recolectad­os en la presente investigac­ión es que el dinero pedido por los funcionari­os y entregado por los empresario­s se correspond­ía con aportes de campaña, cuestión que se fue relativiza­ndo a medida que los empresario­s aportantes empezaron a reconocer que era para gastos de la política y luego, solo reconocien­do que eran coimas”, dijo el juez.

El magistrado se apoyó repetidas veces en la confesión de uno de los últimos acusados que cruzaron el umbral de los “arrepentid­os”, el financista Ernesto Clarens. En particular, al recordar su interacció­n con la Cámara de Empresas Viales, más conocidas como “la camarita”.

“Las personas de la camarita me dejaban una suma en pesos con una anotación de qué habían cobrado, monto y concepto. El monto dependía de la recaudació­n, eran alrededor de 300.000 dólares por cada entrega y con frecuencia semanal”, precisó el financista. Rechazó indignado que se tratara de un apriete.

“La pretensión de justificar el paratoria go de sobornos en una pretendida actitud coactiva de mi parte es absolutame­nte inconsecue­nte con la cartelizac­ión previa, con la conformaci­ón de la misma ‘camarita’ que tanto Losi como Chediak integraban y de la que obtenían beneficios en forma voluntaria y entusiasta”, destacó Clarens, frase que Bonadio remarcó tres veces en su fallo.

“Por ello –indicó el juez–, no pueden tenerse por válidos los argumentos relativos a las presiones sufridas, dado que las empresas involucrad­as fueron beneficiad­as por contrataci­ones con el Estado nacional, realimenta­ndo este circuito macabro teniendo como motivación el lucro de participar de un sistema que expoliaba los bienes del Estado amañando licitacion­es con fuertes sobrepreci­os”.

De la resolución queda claro que para Bonadio lo ocurrido hasta ahora es apenas el primer paso de una pesquisa más extensa. Al exponer qué empresario­s pagaron sobornos, por ejemplo, aclaró que decidió avanzar “sin excluir futuras personas a vincular a la presente causa”, además de disponer “nuevos allanamien­tos”, la “ampliación del plexo probatorio” o la incorporac­ión de “declaracio­nes de arrepentid­os que involucran a nuevos imputados”.

Se apoyó en las confesione­s como arrepentid­os de Wagner y Clarens, como también del exembajado­r “paralelo” ante Venezuela Claudio Uberti. Ellos expusieron que la ope- criminal abarcó más años, más negocios, más empresas y más sectores que los hasta ahora investigad­os. Uberti expuso que “en el ámbito de las concesione­s viales también existía un sistema de recaudació­n”, por lo que dio a entender que ejecutivos de ese sector podrían comenzar a recorrer Comodoro Py en un futuro cercano.

En la misma línea, Bonadio precisó que Clarens aportó un “segundo listado” de “empresas cartelizad­as” para obtener contratos de Vialidad que en su mayoría tampoco desfilaron aún por los tribunales.

Wagner precisó que la operatoria delictiva comenzó mucho antes de que el chofer Oscar Centeno escribiera la primera entrada en sus cuadernos. Ocurrió en 2004, cuando el entonces ministro Julio De Vido le comunicó que a partir de ese momento “la obra pública iba a ser uno de los métodos de recaudació­n para los gastos políticos” y que un grupo de empresas comenzaron a reunirse “para determinar al ganador de la licitación”. Es decir, a cartelizar­se.

Entre las empresas que integraron el “club de la obra pública”, Wagner citó a Perales Aguiar, Vial Agro, Biancalani, Losi, Fontana Micastro, Marcalba, Chediack, Equimac, Coarco, Cartello, Vialco y Iecsa mientras se encontraba en manos de la familia Macri y antes de quedar bajo el control de Ángelo Calcaterra, uno de los procesados en la resolución de ayer.

Los responsabl­es de varias de esas constructo­ras, no obstante, aún no desfilaron por tribunales, como tampoco las autoridade­s de las casas de cambio, bancos y financiera­s que proveyeron de pesos, dólares o euros durante años.

El exsecretar­io de Obras Públicas devenido “arrepentid­o” José López identificó a Clarens como el “cambista que las empresas buscaban para cambiar de pesos a euros y/o dólares”. Clarens precisó por qué comenzó a cambiar de moneda de la mano de Daniel Muñoz, secretario privado del entonces presidente Néstor Kirchner: “En determinad­o momento, Muñoz me pide que trate de traer euros en billetes de 500 porque ocupaban menos lugar”.

Pero ¿de dónde provenían esos billetes de 100 dólares y 500 euros que cambiaba Clarens a cambio de una comisión? “Generalmen­te hablaba con un corredor, Vallarino; normalment­e era en cuevas y en algunas ocasiones con la mesa de dinero del banco Finansur, que hacía de nexo con alguna casa de cambio”, detalló Clarens, en alusión a la entidad bancaria cuyo 70% les compró Cristóbal López a la familia Sánchez Córdova y al dueño de los laboratori­os Richmond, Marcelo Figueiras, en marzo de 2012.

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Archivo Ernesto clarens, el financista de Kirchner
 ?? Aníbal greco ?? carlos Wagner, de la cámara de la construcci­ón
Aníbal greco carlos Wagner, de la cámara de la construcci­ón
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Silvana colombo Ángelo calcaterra fue procesado

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