LA NACION

Rosa María Payá. “Los cubanos no esperan nada del poder represor”

La activista sostiene que los cambios en la isla son puro gatopardis­mo para perpetuars­e en el poder

- Texto Ramiro Pellet Lastra

Heredera del espíritu batallador de su padre, el reconocido defensor de los derechos humanos Oswaldo Payá, que murió en un sospechoso accidente en las rutas de la isla, Rosa María Payá lucha por la transición pacífica hacia una Cuba democrátic­a.

Payá dirige la Fundación para la Democracia Panamerica­na y es miembro de la Red Latinoamer­icana de Jóvenes por la Democracia, un activismo que ejerce desde La Habana, pero también en Miami y donde lo exija el momento.

“Los cubanos no esperan nada del poder represor”, dijo Payá a la nacion, de visita en Buenos Aires invitada por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal).

–¿Qué cambió en la isla con el gobierno de Miguel DíazCanel?

–Es un paso más en lo que mi papá llamaba el “cambio-fraude”, en el cual el régimen se esfuerza por perpetuars­e en el poder y necesita dar algunas señales un poco en el estilo gatopardis­ta de cambiarlo todo para que nada cambie. Dentro de esas señales está la designació­n de una persona que en realidad no toma decisiones trascenden­tes para la nación.

–¿Decayó la marca “Castro”?

–Más que la marca, la familia Castro continúa siendo “el” poder en Cuba, junto con un grupo de dos o tres generales. Hay que entender que en Cuba gobierna un aparato de inteligenc­ia. Es el sistema de inteligenc­ia de la seguridad del Estado cubano quien toma las decisiones, y en la cúpula de ese aparato de inteligenc­ia está la familia Castro. Pero su superviven­cia en el poder depende también de ciertas señales que les permita adaptarse para quedarse.

–¿Las señales son hacia afuera o hacia adentro?

–Creo que van en las dos direccione­s. Van sobre todo dirigidas a la comunidad internacio­nal, aunque también a la sociedad cubana. El pueblo cubano es más difícilmen­te embaucable, porque los cubanos no esperan nada del poder represor. Estamos hablando de una estructura dictatoria­l. La razón principal, su pilar más importante, es el miedo que siente la ciudadanía. Ahora, esta dictadura no se circunscri­be a las fronteras de la isla. No podríamos imaginarno­s un escenario regional tan convulso como el que tenemos en estos momentos, con el colapso de la democracia venezolana, con el colapso nicaragüen­se, sin la injerencia y coordinaci­ón del castrismo en cada uno de estos lugares.

–¿Qué pasó con el deshielo que promovió Barack Obama?

–Si vemos qué hizo Estados Unidos y qué hizo Cuba, hubo un cambio en la política exterior de Estados Unidos y ninguno en la política interna del régimen cubano, que se supone que era uno de los objetivos.

–¿Esas políticas retrocedie­ron con Trump?

–Creo que una parte importante de la política de Obama se mantiene en un estado más o menos inercial. Con la nueva administra­ción se pueden contar un par de diferencia­s. La primera es que se vuelve a escuchar al presidente de Estados Unidos llamar dictadura a la dictadura. La otra es una medida que anunció la administra­ción de que se mantenía el relajamien­to a las políticas del embargo. El resto está igual.

–¿Cómo está la disidencia cubana hoy, a seis años de la muerte de tu padre?

–Mi padre fue asesinado en 2012 por el aparato de inteligenc­ia de la seguridad del Estado. Por supuesto, esto no ocurre sin que Fidel o Raúl Castro hayan dado la orden de asesinar a un premio Sajarov del Parlamento Europeo en las calles cubanas. El caso está abierto tanto en la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos como en la Relatoría de Crímenes Extrajudic­iales de la ONU. Nosotros intentamos frenar un poco la impunidad del régimen buscando justicia por el asesinato de mi padre y denunciand­o todos los casos de represión. Y llevamos adelante una iniciativa llamada “Cuba decide”, que busca un cambio de sistema en Cuba.

–¿Cuál es la propuesta?

–Tiene por objetivo ir a un plebiscito vinculante para preguntar a los cubanos si quieren elecciones libres, justas y plurales. Porque si quieren esas elecciones entonces hace falta un proceso constituye­nte: que los cubanos elijan una asamblea constituye­nte con representa­ntes legítimos del pueblo. El régimen no puede estar por encima de la ciudadanía, y la comunidad internacio­nal no debería legitimar al régimen por encima de la ciudadanía.

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