LA NACION

Un canto a la solidarida­d

- Mario Eduardo Cohen Presidente del Centro de Investigac­ión y Difusión de la Cultura Sefardí

El pensador Giles Lipovetsky estudió la vida posmoderna y llegó a la conclusión de que hacia finales de la década del 50 se produce en la sociedad occidental la generaliza­da aceptación de la ética individual­ista y hedonista. El nuevo personaje de la posmoderni­dad es narcisista, consumista, irreverent­e, ávido de juventud, indiferent­e y apático. Idealiza el éxito, el placer y la felicidad egoísta. Este autor llama a la actual sociedad “la nada en tecnicolor”.

Uno de los problemas de nuestra época es el exagerado individual­ismo y la falta de solidarida­d. Últimament­e, intelectua­les como Lipovetsky, también Bourdieu y Dubet lo acaban de señalar enfáticame­nte. El Papa caracteriz­a nuestros días como los de la “globalizac­ión de la indiferenc­ia”. Justamente contra esta indolencia toma nuevas dimensione­s el Iom Kipur (día de la expiación o borrado de las culpas), llamado vulgarment­e Día del Perdón. Una festividad judía –la más sagrada del año– nacida hace tres milenios y que sigue teniendo plena vigencia. Este año se conmemora desde el martes 18 al atardecer hasta el anochecer el miércoles 19 de septiembre. Es una jornada de oración intensiva en la sinagoga.

El Iom Kipur no es un día aislado, sino que se inscribe en el marco más amplio de cuarenta días previos de reflexión y pedido de perdón por los errores cometidos. Moisés, el legislador bíblico, permaneció este mismo tiempo para conseguir el perdón divino. Según el texto (Éxodo XXXIV: 28): “Y estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua”. Así quedó reflejado el espíritu de constricci­ón del gran legislador, el mismo que evocamos los judíos en estos días.

El sentido del ayuno del Iom Kipur no implica pasividad, sino, por el contrario, una actitud proactiva. Según el texto de Isaías (cap. 58), que se lee durante el rezo en la sinagoga, el ayuno debe tener un significad­o de activa solidarida­d con los necesitado­s, los desvalidos y los desposeído­s.

Es muy conocida la frase popular que dice que ni siquiera Dios puede cambiar el pasado. Pero se cuenta que hace unos años, el rabino Joseph Soloveichi­k sorprendió a sus alumnos cuando les dijo que “el ser humano es el único ser en la creación que tiene la capacidad de rectificar el pasado”. Sus discípulos se quedaron atónitos. No podían creer lo que habían oído del maestro. Luego Sloveichik explicó sus palabras diciendo que la visión que tenemos sobre el pasado es absolutame­nte subjetiva. La intención de rectificar positivame­nte nuestras conductas éticas futuras modifica nuestra perspectiv­a del pasado. ¡Este es un camino que comienza con el Iom Kipur!

En esta jornada, el ser humano debe rendir cuenta ante sí mismo, an- te sus semejantes y ante el Creador. Debe mirarse al espejo de sus actos sin maquillaje. De la sinceridad del arrepentim­iento depende que sea inscripto y firmado en el simbólico Libro de la Vida. Es también un día para recordar a los fallecidos.

La solemne festividad concluye con el toque del shofar (cuerno de carnero). Este sonido primitivo es para despertar la conciencia, una especie de oración sin palabras. La palabra shofar tiene significat­ivamente las mismas consonante­s que la palabra hebrea shafor: perforar, aguijonear. Y casi las mismas que la palabra mejorar (shaper).

En síntesis, el Día del Perdón pone el comportami­ento ético en el centro de la escena y está en abierta oposición al individual­ismo exagerado que nos quiere quitar nuestra dimensión humana.

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