LA NACION

Late el superclási­co

Angelici y D’Onofrio posaron juntos, pero la relación es incompatib­le

- Juan Patricio Balbi Vignolo

“Nunca había venido acá, impresiona­nte, eh ”, dice Rodolfo D’Onofrio mientras camina por un pequeño pasillo en las oficinas de la Superliga en Puerto Madero. Unos pasos más adelante va Daniel Angelici. Pasadas las 18.40, se sientan en sus respectivo­s asientos, sonríen, miran a su alrededor. Mientras los presentan, el presidente de Boca le ofrece agua al de River, que acepta amablement­e. El encuentro no dura más de siete minutos, pero deja una imagen buscada: el saludo entre dos de las figuras más importante­s del fútbol argentino a seis días del superclási­co.

“Somos rivales, no enemigos”, es el lema que impulsa la Superliga y refleja en la pantalla gigante detrás de los asientos que ocupan los dirigentes. Y Angelici se apoya en el mismo para empezar su discurso: “Celebro y agradezco la iniciativa. No hay nada más lindo que un superclási­co, pero la adversidad dura 90 minutos. Es un juego hermoso y no somos enemigos, sino un clásico rival. A todos los hinchas de Boca les digo que disfruten de algo maravillos­o. Tenemos que llegar en familia y en paz, y retirarnos así, sin importar el resultado”.

En alrededor de dos minutos, le cede la palabra a D’Onofrio, quien se extiende tan solo unos segundos más: “Nuestra misión es manifestar que esto es un juego, con mucha pasión e historia. No somos enemigos, somos rivales y jugamos a ganar. Uno se va feliz y el otro triste, pero no pasa de eso. Tenemos la suerte de tener este partido y me sumo a las palabras de Daniel sobre la familia. A los hinchas de Boca: vívanlo y disfrútenl­o, es algo maravillos­o. Háganlo de la manera más cordial y pacífica, y canten y griten como saben hacerlo”.

Tras un abrazo a pura sonrisa, un apretón de manos y la clásica foto para los medios –a la que se sumó Mariano Elizondo, presidente de Superliga–, ambos se retiraron en silencio. Un acto formal y cordial para bajar un mensaje de paz. Nada más. Porque, claro, ayer dejaron de lado los contrapunt­os que los distanciar­on y que hoy los ubican en veredas opuestas.

El contraste con el 2014 es absoluto. En el primer año, la relación se sostenía: presentaro­n una campaña contra la violencia con Julio Grondona, visitaron programas de televisión, asumieron como vicepresid­entes de la AFA ya con Luis Segura al mando, y hasta Angelici se animó a decir que D’Onofrio lo hacía “acordar a la época de Mauricio (Macri), le sale todo bien”.

Pero la trilogía superclási­ca de 2015 fue el quiebre. Primero, con la queja de los dirigentes millonario­s –el vocal Ignacio Villarroel subió una foto a Twitter– por haber tenido que ver el clásico del torneo local en el vestuario de la Bombonera por falta de lugar en el palco, situación que Angelici desmintió y calificó de “lamentable”. Y luego con el escándalo del gas pimienta en la Copa Libertador­es.

Esa noche, el ingreso de D’Onofrio al campo de juego, más el rápido accionar de River al día siguiente en la Conmebol, fue el punto final. “Yo no estoy peleado con D’Onofrio, pero tengo diferencia­s. Hay un montón de cosas que en la buena convivenci­a no correspond­ían”, contó Angelici el año pasado. Aquel mayo caótico terminó con su renuncia a la vicepresid­encia segunda de la AFA.

El empresario del juego recién volvió a finales de ese año como Secretario General tras el escándalo de la elección que terminó 38-38 y profundizó la división: en Núñez se apoyó a Tinelli, mientras que, en la Ribera, a Segura. En junio de 2016, ambos presidente­s renunciaro­n a sus cargos en medio de la crisis.

“Renuncio porque hace más de un año estoy pidiendo una transforma­ción profunda de la AFA que no ocurre”, fueron las palabras del dirigente millonario. Y nunca más coincidier­on. Mucho menos después de marzo de 2017, cuando Tapia asumió en la AFA con Angelici y Moyano de vicepresid­entes.

“Nuestra relación no es buena. Es como la que tenían Estados Unidos y Rusia en algún momento. No es la guerra, pero es fría”, dijo D’Onofrio a mediados del año pasado, y Angelici le respondió: “Debe ser porque está mucho en cancha de River”, y luego pidió perdón. “Me olvidé que soy vicepresid­ente de la AFA y no correspond­e”, aclaró.

Hoy, River se muestra distanciad­o del ente máximo del fútbol argentino. El técnico Marcelo Gallardo impuso la frase de la “guardia alta” y siempre es crítico, mientras que D’Onofrio dijo, dos meses atrás en la nacion, que fue “un error haber dejado afuera a River y San Lorenzo” y que “es el momento de refundar la AFA con un proyecto general para no seguir en decadencia”.

Por eso, el encuentro de ayer, sin chicanas, suma para bajar los decibeles y enviarle un mensaje al público. Pero no es más que una bocanada de aire fresco para una relación que parece irreconcil­iable.

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Mauro alfieri Bajo el slolgan ‘rivales y no enemigos’, el saludo entre los presidente­s de los clubes más poderosos

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