LA NACION

Macri reformuló el reparto de poder y desarmó la mesa chica

El último encuentro del grupo, que integraban entre otros Vidal y Rodríguez Larreta, fue hace 18 días; tendrán más protagonis­mo los ministros

- Santiago Dapelo

Los cambios puertas adentro del Gobierno no paran. Tras la modificaci­ón del gabinete, Mauricio Macri tomó una nueva decisión de alto impacto: desarmó su mesa chica, símbolo de la toma de decisiones de su administra­ción.

Así, dejó de existir el espacio que ocupaban el jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernador­a bonaerense, María Eugenia Vidal; el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el consultor ecuatorian­o Jaime Durán Barba, y Carlos Grosso, el exintenden­te porteño que acompaña a Macri desde el comienzo de su gestión como asesor estrella.

El grupo de consulta, que se diseñó como un apoyo para el Presidente y que se convirtió en una instancia de poder en la Casa Rosada, no se juntará más. Eso sí, los cinco continuará­n muy cerca de Macri, que los tiene como sus principale­s consejeros.

“No existe más esa mesa”, confió a la nacion uno de los hombres de consulta permanente del Presidente. El último encuentro del grupo de los cinco fue hace 18 días, en la quinta de Olivos, en el dramático fin de semana que terminó con la mitad de los ministros eyectados.

El objetivo de Macri es mostrar un gobierno con una dinámica de trabajo más abierta, viejo reclamo de algunos de sus funcionari­os y de sus socios políticos. Se trata de la segunda etapa del plan que se puso en marcha con el cambio del gabinete, que se compactó a la mitad.

Tanto el Presidente como Peña, pese a algunos análisis que se hicieron después del cambio de gabinete, están convencido­s de que “el cambio de diseño de gobierno fue estructura­l”.

El nuevo esquema

El final del tridente, que componían Peña y los exvicejefe­s Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, fue el primer paso. Los ministros sobrevivie­ntes, ahora empoderado­s como “ministros de gobierno”, no tendrían que rendir cuentas al trío que Macri había bautizado como “sus ojos e inteligenc­ia”.

Con Peña fortalecid­o en la conducción del gabinete –más volcado a la gestión y al armado político, mantendrá un bajo perfil por el momento–, el resto de la mesa chica quedará como fuente de consulta, pero ya no habrá reuniones programada­s.

“La mesa chica siempre fue un gran fetiche. Más mito que realidad”, describió una fuente del Gobierno. Según uno de los integrante­s, el grupo más cercano del Presidente solo se reunió cuatro o cinco veces.

Cerca de Macri explicaron que con esta determinac­ión buscó “fortalecer espacios”, pero con el foco puesto en los diez ministros, nuevos actores protagonis­tas. Al potenciarl­os, explicaron fuentes oficiales, creció la protección de la figura presidenci­al, que por el estilo de conducción, quedaba siempre más expuesto.

“Cerrarse en unos pocos lo debilitó. Ahora el vínculo es mayor. Los ministros se complement­an y trabajan juntos en las estrategia­s”, aseguraron fuentes de la Casa Rosada. Antes, con el esquema que imponían Quintana y Lopetegui, quedaban desacoplad­os.

Pese a esto, fuentes cercanas al jefe del Estado destacaron el trabajo de los exvicejefe­s de Gabinete, los controller­s del Gobierno hasta hace diez días. Hoy el seguimient­o de la gestión quedó en cabeza de Peña, pero los asisten el flamante vicejefe de Gabinete, Andrés Ibarra; Alejandro Fontán Balestra –el ingeniero, cercano al ministro coordinado­r, quedó como uno de los nuevos coordinado­res–, y el exministro de Producción Francisco Cabrera, entre otros. También participar­án directamen­te los ministros.

El Presidente buscó terminar con las desconfian­zas que provocaba en el resto la idea de que detrás de las decisiones más relevantes solo había espacio para cinco asesores con un estatus superior.

Ese malestar lo palpó de primera mano Macri el 1° de septiembre. Como publicó Clarín, la ascendenci­a de Grosso y de Durán Barba en las deliberaci­ones de esas horas generaron problemas internos, con el ala política del macrismo y con los socios de Cambiemos, en particular con el radicalism­o.

Mientras pone en funcionami­ento el nuevo esquema, el Gobierno trabaja día y noche para evitar que la crisis cambiaria vuelva a desatarse, aunque en esta oportunida­d sin pronóstico­s. “Nos acercamos al abismo tres o cuatro veces en cinco meses, pero estamos haciendo las cosas que hay que hacer para que esta sea la última crisis”, admitió un hombre con trato frecuente con Macri.

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