catalejo
Desnudos de ideas
Los seres humanos somos bastante complicados para tramitar la exposición pública de desnudos.
En Occidente se admiran bellos retratos y esculturas de personas como vinieron al mundo de todas las épocas, muchas de ellas, verdaderas obras maestras.
Las manifestaciones de cuerpo presente con personas de carne y hueso, que antes escandalizaban tanto, de tan repetidas, van perdiendo su desparpajo y rebeldía original. Spencer Tunick, a principios de este siglo, manufacturó esa osada disrupción con sus fotos de nudistas masivos en varias ciudades, Buenos Aires incluida. Y por más que, cada tanto, algún solitario insista en pasearse con la cola al aire en señal de performance o protesta, ese gesto más que provocar ya genera cierta hilaridad.
Dispositivo que se desgasta, languidece o desvela a supuestos innovadores. Tal parece ser el caso de Adrián Pino Olivera y Jet Brühl, que posaron sin ropa ante el Adán y E va, de Alberto Dure ro, que cuelga de una de las paredes del Museo del Prado, en Madrid. Él escondió su sexo para parecer una mujer y ella tomó hormonas para mostrarse más varonil. Si el sexo natural ya casi ni molesta en su difusión, complejicemos todo de vuelta con la cuestión de géneros. El afán contestatario del ser humano nunca se agota.