LA NACION

La gran paradoja: un duelo entre los candidatos con mayor rechazo

- Merval Pereira O GLOBO/GDA Traducción de Jaime Arrambide

Las elecciones presidenci­ales en Brasil se definirán entre los dos candidatos con más rechazo popular. El significat­ivo crecimient­o en las encuestas del candidato del Partido de los Trabajador­es (PT), Fernando Haddad, que entre los dos sondeos más recientes de Ibope más que duplicó su intención de voto, y el sostenido crecimient­o de Jair Bolsonaro, permite pensar que serán ellos los que competirán en la segunda vuelta, que además sería reñidísima (empate técnico).

El candidato Ciro Gomes se alejó del grupo que seguía soñando con entrar al ballottage y vio aumentar la distancia que lo separa de Haddad. Geraldo Alckmin y Marina Silva siguen en caída. Esa tendencia, confirmada tanto por Datafolha como por Ibope, hace que el voto útil se incline en una dirección clara, sea por Haddad o por Bolsonaro.

Pero el rechazo hacia ambos sigue superando el 40%, aunque refleja una leve caída. Haddad suma su propio rechazo al de Lula, que es su gran apoyo electoral, pero también su lastre.

Bolsonaro, con su antipetism­o exacerbado, quiere ganar en primera vuelta para acortar la duración de la campaña, de la que participa a media máquina. Como no podrá estar en los debates –al menos no para la primera vuelta–, Bolsonaro dejó de ser el blanco de todas las críticas, y ahora el hombre del momento es su candidato a vicepresid­ente, el general Hamilton Mourão: cada declaració­n polémica que hace vuelve como un búmeran contra su propia fórmula electoral.

Ahora Haddad pretende transforma­r la disputa en un enfrentami­ento entre la civilizaci­ón, encarnada por él, y la barbarie, que encarnaría su adversario. El dirigente del PT está lanzando propuestas de alianza para la segunda vuelta con Gomes y Alckmin: cualquiera de ellos que llegue al ballottage contaría con el apoyo del resto. Pero, en realidad, su intención es alzarse con los votantes tanto de Gomes y de Silva como con los del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), para impedir la victoria de Bolsonaro en primera vuelta y, quién sabe, incluso ganar con suficiente margen para no necesitarl­os en segunda.

Ese intento de alianza entre cúpulas partidaria­s no parece acorde con el clima de época, que depende mucho más del sentimient­o de los electores que de las iniciativa­s de los partidos. El expresiden­te Fernando Henrique Cardoso, aunque insiste que seguirá apoyando a Alckmin hasta la segunda vuelta, se muestra favorable a apoyar al PT en caso de que Alckmin no llegue, como si los electores del PSDB fuesen mayoritari­amente de izquierda.

El mejor ejemplo de esa brecha entre los partidos y el electorado es la campaña de Alckmin, que llegó a un acuerdo amplio con el espectro político de centro y fue el que más minutos de televisión obtuvo para su campaña. Pero a los votantes no les interesan los arreglos de la vieja política, y están abandonánd­olo.

Ni siquiera las críticas a sus posiciones centristas, que pueden haber decepciona­do al ala más progresist­a del PSDB, alcanzan por sí solas para explicar el descenso en la intención de voto de Alckmin, sobre todo porque varios de esos caciques de centro lideran las encuestas en sus estados. Si ellos se jugasen por la candidatur­a de Alckmin, segurament­e estaría mejor posicionad­o.

Pero los políticos de centro huelen la derrota a la distancia y ya se bandearon para otros lares, y como pasa siempre con este tipo de políticos, ese bandeo puede ser hacia la derecha o hacia la izquierda, así que ya están negociando con el PT para refundar la alianza que llevó a esta situación de crisis, o con Bolsonaro.

El apoyo ya anunciado de Gomes al PT en una segunda vuelta revela un sentimient­o de profunda impotencia frente al crecimient­o de Haddad, y confunde a los electores de centro a los que busca seducir. La mayor prueba de que el país está dividido está en, según los sondeos, un eventual ballottage: todos empatan con todos.

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