Trump pone a EE.UU. y a China en el umbral de una nueva Guerra Fría
La batalla comercial podría prolongarse por mucho tiempo después de la salida del republicano de la Casa Blanca
WASHINGTON.– Donald Trump está convencido de que Estados Unidos está ganando su guerra comercial con China. Pero en ambas orillas del Pacífico se afianza una convicción mucho más sombría: que las dos mayores economías del mundo están en las fases iniciales de una nueva Guerra Fría económica, que podría prolongarse mucho después de la salida del presidente republicano de la Casa Blanca.
“Esto durará mucho”, les advirtió el megamillonario chino y presidente del grupo Alibaba, Jack Ma, a inversores en Hangzhou. “Los que esperan una solución a corto plazo, no la tendrán”.
Esta semana, Trump intensificó su batalla comercial con la imposición de aranceles por 200.000 millones de dólares a los productos chinos, y amenazó con ponerles impuestos a todas las importaciones desde China si ese país osaba tomar represalias. La posición del magnate confunde, frustra y provoca a Pekín, que respondió con sus propios aranceles sobre los productos norteamericanos.
El empantanamiento diplomático hace que muchos empresarios y planificadores políticos consideren la posibilidad de que Estados Unidos se haya embarcado en una prolongada y perjudicial guerra comercial que dure años, y se preguntan qué tiene para ganar el país con eso.
Kevin Rudd, expremier de Australia y experto en asuntos chinos, dijo que 2018 marca el inicio de una guerra de otro tipo: “Una guerra comercial, una guerra de inversiones y una guerra tecnológica entre las dos mayores superpotencias del siglo XXI, cuyo desenlace es incierto”.
Los últimos cruces entre ambos países dejan poco espacio para las concesiones, ya que no parecen dispuestos a ceder. Mientras tanto, China trata de mantenerse fuerte, a pesar de la desaceleración de su economía, un hecho que Trump ve claramente como una rendija de posibilidad para torcerle el brazo a Pekín. El crecimiento de China en inversiones, producción industrial y consumo interno se desaceleró este año, a la par de la ralentización de la economía. Y a medida que la escalada de aranceles de Estados Unidos entre en vigor, se espera que esa situación empeore.
Si bien en los últimos días Estados Unidos hizo gestos de apertura para dialogar con China sobre el comercio bilateral, algunos funcionarios dicen dudar de que Pekín vuelva a involucrarse a fondo en esas negociaciones, al menos antes de las elecciones de mitad de mandato, cuando el presidente Xi Jinping tal vez se encuentre con Trump durante la cumbre del G-20 en Buenos Aires.
El propio Trump pareció agitar la posibilidad de que él –y solo él– podría poner fin a una situación que amenaza con generar perjuicios económicos a ambos lados del Pacífico. “Tengo la esperanza de que esta situación comercial se resolverá, el final, gracias a mí y a Xi, por quien siento un gran respeto y afecto”, dijo el magnate.
Sin embargo, cuesta ver qué razones tendría cada bando para ceder. Los colaboradores de Trump dicen que el presidente cree que Washington tiene ventaja sobre Pekín, por su capacidad de imponer aranceles sobre un número mucho más grande de productos que China, ya que Estados Unidos importa mucho más de lo que exporta. Y si bien los aranceles son impopulares entre los legisladores, granjeros e industriales republicanos, la política comercial de Trump aún es muy popular en su base electoral.
Debilidad
Los chinos tienen sus propias razones políticas para evitar una capitulación. Según los analistas, acordar con Trump sería un gesto de debilidad para Xi. Y tampoco ven señales de que China esté dispuesta a abandonar el “Made in China 2025”, un programa industrial que apunta a dominar el mundo de la robótica, la inteligencia artificial y de otras industrias tecnológicas que siempre fueron del dominio de Estados Unidos y Europa, y que Trump dijo que debe ser frenada.
Si bien los funcionarios chinos manifestaron su voluntad de borrar el nombre del plan, se muestran mucho menos dispuestos a aceptar límites a algunos puntos cruciales de su política industrial.
En el interior de la Casa Blanca aún hay una guerra solapada entre quienes quieren llegar a un acuerdo con Pekín y quienes están decididos a seguir presionando para que China modifique drásticamente sus prácticas comerciales. En este momento, Trump escucha a los partidarios de la línea dura.
“Uno esperaría que el gobierno presente un texto de negociación con una lista clara de compromisos, pero aparentemente no lo hicieron”, dijo Daniel Price, exasesor comercial de George W. Bush. “Parece que hay algunos en el gobierno que consideran los aranceles como un fin en sí mismo”.
Price señaló que el gobierno de Trump hizo un buen trabajo en la catalogación de los abusos comerciales de China: robo de propiedad intelectual, transferencias forzosas de tecnología de empresas extranjeras, acuerdos de emprendimientos comerciales conjuntos que resultan predatorios. Pero indicó que el gobierno fracasó a la hora de liderar una coalición para enfrentar a China, mientras que, por el contrario, desató guerras comerciales individuales con la Unión Europea (UE), Japón, Canadá y México, con la imposición de aranceles sobre el aluminio importado de esos países y con la amenaza de impuestos adicionales sobre los autos.
“Encarar esto sin el apoyo completo de la UE y de Japón, como si las prácticas comerciales deshonestas de China fueran solo un problema bilateral es un error y ciertamente es menos efectivo”, expresó Price. “Pero es muy difícil encolumnar a los aliados cuando uno les impone aranceles a su aluminio y a su acero, y además amenaza con subirles los impuestos a sus autos”, añadió.