LA NACION

La crisis asfixia a los más pobres

- Rafael Velasco

“Los cuadernos están que arden”, me dijo la almacenera del barrio, que para más ironía se llama Gloria. Pero doña Gloria no se refería a los ya tristement­e célebres cuadernos de las coimas. Se refería a los cuadernos del almacén, allí donde se anota lo que los clientes asiduos deben y van a cancelar a fin de mes. Esa suerte de cuenta corriente sin intereses ni punitorios, que facilita a las clases populares la posibilida­d de comer todos los días y pagar cuando se puede.

Pero los cuadernos están que arden –dice doña Gloria–, porque a los vecinos ya no les alcanza la plata. Cancelan un poco de la deuda, pero no todo, y así el mes que viene se incrementa la deuda mientras los ingresos enflaquece­n. Aunque ya se hayan reducido al máximo los gastos y el top ten sean las alitas de pollo y los menudos sean un visitante asiduo a los platos de las familias del barrio. “La gente no quiere flan, quiere comer”, me dice Gloria. La gente quiere poder llevar algo para la mesa cada día, porque en muchas casas ya no se cena más que una taza de mate cocido.

Y mientras a la gente ya no le alcanza, lo que sobra en los ámbitos dirigentes es obscenidad. No es solo el festival de los cuadernos, sino el dólar que sube en ascensor mientras los salarios van en escalera… hacia abajo, y los precios no paran de aumentar y las tarifas impagables…, y la plata se va afuera, y vamos al Fondo, pero no vamos al frente, y los que tienen la guardan por si acaso, y a los que no tienen se les reclama porque reclaman…

Y los de arriba viendo cómo le echan las culpas al del otro lado de la grieta por esta crisis que asfixia a los de más abajo, como siempre. Unos dicen que estamos así porque “los otros se robaron todo”, los otros responden que estamos así porque estos son “insensible­s e incompeten­tes”; los primeros replican que los otros derrocharo­n los fondos en corrupción y “manteniend­o vagos”, a lo que los otros responden que por lo visto, mantener “vagos” era más barato que “mantener a los ricos”. En fin, reyertas de una dirigencia que no está a la altura de las circunstan­cias, en un país lleno de grietas fomentadas interesada­mente por pocos para que sufran muchos.

Porque mientras en los barrios no paran de proliferar los merenderos y comedores populares con los que la gente le pelea cuerpo a cuerpo a la pobreza, la dirigencia sigue enfrascada en batallas dialéctica­s de marketing político de rédito corto como el vuelo de una gallina. Y así se va agrandando cada vez más la grieta más preocupant­e: la de los que comen todos los días y los que no.

Desde la dirigencia se pide “un esfuerzo” para pasar “la tormenta”. Pero el esfuerzo se ve que lo tienen que hacer principalm­ente los de abajo que son los que se mojan indefectib­lemente en todas las tormentas porque están a la intemperie, sin reservas ni el resto que sí tienen los más acaudalado­s.

Y así, mientras arriba cada uno busca facturarle al otro el desaguisad­o, pensando mezquiname­nte en un supuesto provecho electoral, abajo, en el barrio, los cuadernos están que arden porque la gente sufre, porque la pelea siempre de atrás y ya no da más. Si no pregúntenl­e a doña Gloria.

Miembro del CIAS

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