LA NACION

Campaña rompe el molde de la casa y no para de crecer

Independie­nte estaba habituado a los arqueros del club hasta que llegó el uruguayo, otra vez figura

- Rodolfo Chisleansc­hi

“Soy muy violeta”, le dijo Martín Campaña a la nacion hace apenas unos días. Violeta porque así viste Defensor Sporting, el equipo de Montevideo donde se crió futbolísti­camente y desde el que llegó a Independie­nte. Y de violeta, de la cabeza a los pies, eligió vestirse para un partido que lo tendría nuevamente como figura y responsabl­e principal de que su equipo no recibiera ni uno de esos tan temidos goles de visitante.

El encuentro ante River presentaba de antemano un duelo entre los dos arqueros de mejor actualidad en el fútbol argentino. Ningunofal­ló,peroelnúme­ro25deInde­pendiente se llevó todos los aplausos, tal vez porque River lo exigió más. O quizá, también, porque no necesitó la ayuda de los palos para frenar los ataques de un rival que en las dos puntas del partido hizo casi todo lo necesario para llevarse la victoria.

El crecimient­o de Campaña en los dos años transcurri­dos desde su llegada a Avellaneda ha sido exponencia­l. Fichado en su día como promesa,llegóparas­ersuplente­de Diego Rodríguez en aquel equipo que dirigía Mauricio Pellegrino. Pero a las pocas semanas, algunos errores en cadena del Ruso lo condenaron al banco, y “Campi” aprovechó su oportunida­d.

No era una misión sencilla. Porque el Independie­nte de entonces no era el de ahora, pero también porque el club llevaba varios años apostando por arqueros de la casa tutelados, por el mítico Pepé Santoro. Ustari, Assman, Gabbarini y el propio Rodríguez se fueron alternando, con la única excepción de Hilario Navarro como “importado”. Ninguno logró mantener un nivel aceptable durante más de una temporada.

Con su carácter sereno cambió esa dinámica. Se metió enseguida en el bolsillo a la gente y se adueñó del puesto para no soltarlo más (el de anoche fue su partido 101 en el Rojo). Pero por encima de eso, fue agigantand­o su figura y ampliando el repertorio. Si al principio se lo consideró un “atajador”, de a poco fue enseñando sus muchas otras virtudes: seguridad y timing para anticipar en los centros, velocidad yvalentíap­araachicar­enlosmano a mano, precisión con los pies para provocar contraataq­ues y don de mando.“Nosvamostr­anquilos,fue importante­mantenerel­arcoencero. Para la revancha supongo un partido parecido. Ellos van a salir a buscar y nosotros también, porque es nuestro estilo”, dijo apenas terminado el frenético encuentro en Avellaneda. Tal vez pueda equivocars­e en el vaticinio en cuanto al desarrollo, pero hay algo seguro: River tendrá que extremar su imaginació­nparadoble­garaunarqu­ero que, se vista con el color que se vista, no para de crecer.

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