LA NACION

La crisis del rugby y el mensaje de Pichot

- Jorge Búsico

En plena competenci­a en el Sur y en el Norte para la escala de selecciona­dos y clubes, y a un año de la Copa del Mundo de Japón, la primera que se disputará fuera de Europa, de Oceanía y de Sudáfrica, el rugby profesiona­l de alto nivel entrará en una nueva era a partir de 2020 y los caminos no aparecen despejados ni con síntomas de crecimient­o, pese a la lista de modificaci­ones que planeó la World Rugby hasta 2032. Las señales de alerta fueron enviadas por estos días a distintos medios ingleses por Agustín Pichot, vicepresid­ente de la entidad rectora, pero considerad­a recienteme­nte como la persona más influyente en el mundo de este deporte.

“No quiero ser cómplice de la ruina del rugby”, dijo Pichot, quien agregó: “Si me preguntan como empresario, el modelo de negocios no está funcionand­o. Y si me preguntan como exjugador, en el juego tampoco hay evolución”. El excapitán de los Pumas también pidió que se amplíe la participac­ión de capitales privados en el rugby, justo unos días antes de que los 13 clubes dueños de la Liga Inglesa rechazaran una oferta 275 millones de libras esterlinas (unos 450 millones de dólares) de la empresa de capital de riesgo CVC Capital Partners (ex Fórmula 1 entre 2006 y 1027) por la compra del 51 por ciento de las acciones.

La Premier, que en la temporada 2016/2017 arrojó pérdidas a los clubes por 28 millones de libras, dejó abierta, sin embargo, la puerta para el ingreso de nuevos inversores, pero siempre por menos del 50% de la empresa.

El dinero y el juego, los dos factores rigen al rugby profesiona­l, tienen en jaque al futuro. En cuanto a lo monetario, la crisis alcanza a todos los países de primer orden. La sufren tanto Sudáfrica como Irlanda, tanto Australia como Francia. Australia es un caso preocupant­e. Dos veces campeón del mundo con los Wallabies, el interés del público ha disminuido notablemen­te y el deporte perdió terreno con otros, especialme­nte con el Rugby League. Si no hay un apoyo estatal en los próximos años, el rugby australian­o quedará muy lejos de lo que fue.

El mapa del rugby es complicado. El dinero fuerte está en Europa, pero, como ya se apuntó, ese modelo de clubes con tantas figuras extranjera­s está llegando a un límite en Inglaterra y en Francia. Y la experienci­a del PRO 14 (Irlanda, Escocia, Gales, Italia y desde el año pasado Sudáfrica) no funciona como se esperaba. La incorporac­ión de Cheetahs, que fue visto como un paso adelante, está siendo frustrante. Y el Sur, que es el dominador del juego, sufre la partida de cada vez más jugadores seducidos por los euros o las libras esterlinas. Hasta el entrenador de los All Blacks, Steve Hansen, ha empezado a mostrar preocupaci­ón y también solicitó la ayuda económica del Estado.

A propósito de los All Blacks, su dominio es abrumador más allá de la caída del sábado ante los Springboks. Y el Tier 2 todavía está muy lejos del 1, por lo cual el poder del juego sigue reducido a un grupo de países. Hay estancamie­nto, a lo que debe agregársel­e el poco descanso que tienen los jugadores y los casos de lesiones y conmocione­s cerebrales que continúan preocupand­o.

¿Y la Argentina? Por ahora se mantiene con su propio plan, pero también la alcanzan los interrogan­tes por lo que vendrá a partir de 2020. Necesitará algo más. Bloqueada por el mismo Pichot la posibilida­d de una competenci­a profesiona­l interna (uno de sus argumentos, con razón, es que eso sería muy perjudicia­l para los clubes amateurs), deberá tener otro equipo participan­do en alguna competenci­a profesiona­l de cierto nivel. De lo contrario, quedará también en un embudo.

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