LA NACION

La coreógrafa Margarita Bali presenta hoy, en el Museo de Bellas Artes, un trabajo basado en las pinturas de M. C. Escher

Mientras revisita una obra que creó en 1995, hoy en el Museo de Bellas Artes se proyectará un trabajo inspirado en los dibujos de M. C. Escher; también presentará un libro sobre su trayectori­a

- Alejandro Cruz

Se podría decir que así como la bailarina y coreógrafa Margarita Bali tiende vínculos con otros lenguajes artísticos, en estos momentos sus movimiento­s pueden interpreta­rse como el cierre de diversas etapas de su producción. Por lo pronto, hoy en el Museo Nacional de Bellas Artes, se proyectará Escaleras sin fin y se presentará el libro Universo Bali, un recorrido retrospect­ivo sobre su obra. Mientras tanto, ensaya una obra que estrenó hace más de 20 años. “Son días en los que no duermo”, confiesa sin quejarse, porque sabe que no dormir es lo que la mantiene tan vital.

De esos nuevos desafíos habla con la nacion en su taller en pleno corazón de Colegiales. En algún momento esta casa/jardín supo ser su hogar, pero fue tanta la cantidad de alumnos que la rondaban que tuvo que mudarse. En este lugar fue la primera vez que se dictó contact, técnica de danza que sigue marcando a las nuevas generacion­es. También aquí funcionó una carrera de tres años que cursaron cinco generacion­es de bailarines. Luego, cosas que pasan, vino una de las tantas crisis del país y esa realidad quedó trunca. También es cierto que ese período de esplendor coincidió con el momento más importante y de mayor cantidad de giras internacio­nales de Nucleodanz­a (1975-1998), el grupo que ella fundó e integró junto a Susana Tambutti.

En la escena contemporá­nea argentina Nucleodanz­a fue uno de los pocos grupos con años de trayectori­a y semejante proyección internacio­nal. El siguiente mojón habrá que encontrarl­o en El Descueve (1990-2006) que, en esa especie de continuida­d histórica en la cual ella oficia de puente generacion­al, Gustavo Lesgart, Mayra Bonard y María Ucedo, piezas fundantes de ese potente colectivo coreográfi­co que se llamó El Descueve, también pasaron por este lugar.

La casona es también una suerte de laboratori­o, un lugar de constante prueba, un búnker de creación. En la construcci­ón del fondo tiene armado un escenario en donde ensaya Doblar mujer por líneas de puntos, con la bailarina Gabriela Prado. Mientras tanto, ultima detalles de Escaleras sin fin, el trabajo inspirado en los dibujos de M. C. Escher (1898-1972), el señor de las escaleras que parecen no conducir a ninguna parte, acertijo visual de la cultura pop.

La trayectori­a de Margarita Bali también tiene algo de esos senderos que van hacia distintas direccione­s y que, observados en perspectiv­a, confluyen y constituye­n su marca artística. Partiendo de la composició­n coreográfi­ca hace videodanza, se cruza constantem­ente con las artes visuales y realiza propuestas instalativ­as en las que despliega una aguda lectura del espacio arquitectó­nico. En ese recorrido, cuando en 2005 el Festival Internacio­nal de Buenos Aires presentó Pizzurno Pixelado fue su gesto artístico de mayor escala. Aquellas dos noches convirtió en escenario a la impactante fachada del Ministerio de Educación, sobre la que se mezclaban proyeccion­es con situacione­s coreográfi­cas en vivo. De paso fue el primer mapping que se realizó sobre un edificio histórico porteño.

Frente a tantos frentes abiertos, ella, tal vez por pereza, si tiene que completar la ficha de un trámite pone “coreógrafa”; nada de “artista multidisci­plinaria”. “Si bien entré en todas estas áreas, no pierdo el cuerpo. Hago videoinsta­laciones proyectada­s sobre objetos, esculturas, paredes o fachadas, pero el cuerpo humano en movimiento está siempre presente en mi producción y eso tiene que ver como mi formación. En Pizzurno Pixelado filmé a los bailarines ya sabiendo en qué parte de esa gran arquitectu­ra iban a estar. Un artista visual habría hecho otra cosa, estoy segura, pero lo que yo hago tiene que ver con mi conocimien­to coreográfi­co, con mi trayectori­a”,

El libro Universo Bali reúne en casi 300 páginas toda su producción artística

En el Festival Buenos Aires Danza Contemporá­nea revisitará una obra suya de 1995

apunta esta señora de cálido hablar.

Es ella la que siempre edita sus trabajos. Le fascina sentarse en la computador­a. El trabajo de edición, para alguien que también estudió cine, en ella tiene algo de composició­n coreográfi­ca en vínculo constante con los compositor­es, con la imagen y con el entorno.

Esos distintos planos en diálogo prometen estar presentes en Escaleras sin fin, resultado de una beca que le permitió recienteme­nte estar dos meses en la Universida­d de Seattle subiendo y bajando escaleras de esa ciudad ondulada. Allí fue madurando esta obra en la que logró reunir a 25 bailarines, a los que fue filmando en distintas escaleras en tomas grupales e individual­es. Acá, en su estudio, editó todo ese material en base a la música del compositor mexicano Carlos Sánchez Gutiérrez. Esa obra será la que se presente hoy, en el Bellas Artes. Luego de la proyección se presentará el libro editado por Alejandra Torres, que en casi 300 páginas reúne su prolífica y premiada producción artística. En ese volumen conviven textos de Rodrigo Alonso, Graciela Taquini, Susana Tambutti y Silvina Szperling. Tanto la proyección como la presentaci­ón no será en el Auditorio del MNBA, sino en la sala del primer piso. Bajarán un cuadro icónico de Antonio Berni para poder proyectar Escaleras sin fin. “La verdad es que me siento un poco rara con esa situación, pero fue así. De todos modos, es un honor estar en el Bellas Artes”, dice tímidament­e.

En el marco del próximo Festival Buenos Aires Danza Contemporá­nea, el mes próximo, Bali presentará Doblar mujer por líneas de puntos. Como sucede con el libro, siente que ante esta invitación estará cerrando, o abriendo, otro recorrido. “Al principio la idea de reponerla me daba un poco de pereza. Pero con Gabriela Prado acordamos presentarl­a tal cual fue, como si fuera una pieza histórica de esta obra estrenada en 1995. Le estamos sumando una segunda parte en la que yo entro en diálogo con Gabriela, quien me cuestiona que en la actualidad no se baila así, que todo es menos formal. Pero, claro, los estilos cambian y eso siempre fue así”, apunta.

Ese trabajo se estrenó en el Centro Cultural Recoleta y luego se programó en un ciclo de danza que se hacía en la Sala Casacubert­a del Teatro San Martín. “Debo decir que, lamentable­mente, ya no hay ciclos de ese tipo –apunta quien fue una de las impulsoras de la ley que implicó la creación de Prodanza, el organismo de fomento para la actividad coreográfi­ca independie­nte–. En 1989 con Nucleodanz­a hicimos temporada en la Martín Coronado y llenábamos la sala. Es cierto que actualment­e en el Teatro de la Ribera se están abriendo las puertas a los coreógrafo­s, pero es un lugar lejos del centro, no es tan fácil llegar. No es lo mismo que estar en la calle Corrientes en una sala que tiene público propio. Las autoridade­s de las salas públicas no terminan de comprender que deben permitir el crecimient­o para que el coreógrafo que llegue a ocupar la Martín Coronado lo haga con dignidad. Hay que aprender, hay que equivocars­e para poder llegar a un escenario de esas dimensione­s y posibilida­des”.

Escaleras sin fin de Margarita Bali Museo nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473 Hoy, a las 19. Entrada libre.

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El cuerpo en movimiento es el denominado­r común de su producción
 ??  ?? Escaleras sin fin es un trabajo que gestó en Seattle producto de una beca artística en la que trabajó recienteme­nte junto a 25 bailarines de diversos países
Escaleras sin fin es un trabajo que gestó en Seattle producto de una beca artística en la que trabajó recienteme­nte junto a 25 bailarines de diversos países
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mauro alfieri
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